Nació en el barrio de la Chimba , al lado norte del río Mapocho. Era el año de 1865, y fue bautizada como Irene de la Cruz Morales Infante, siendo sus padrinos los hermanos Laureano y Mercedes Tiznado.
Pero, su padre, don Ventura Morales, murió cuando ella tenía apenas once años, y con su madre se fueron a Valparaíso. Allí instalaron un taller de costura, y ante tanta dificultad, a la madre se lo ocurrió casarla con un viejo artesano que al poco tiempo se murió de un infarto, quedando viuda a los doce.
Ese año se moría también su madre, por lo que vendió la máquina de coser y partió al norte, hasta Antofagasta, sin imaginar que poco después iba a estar en el epicentro de la guerra
En Antofagasta, dominada por la autoridad boliviana, conoció a un músico chileno y se casaron. Pero la mala suerte la perseguía a donde fuera. Su marido, Santiago Pizarro, se peleó con un policía, lo tomaron preso y lo fusilaron esa misma noche. Quedaba nuevamente viuda, y solo tenía catorce años.
Juré vengarse. Y para su sorpresa aparece en el mar un barco chileno. Se produce el desembarco de los soldados y Antofagasta es ocupada militarmente. Empezaba la Guerra del Pacífico.
Sin pensarlo dos veces, Irene Morales se enrola en el Ejército. Y a pesar de ser rechazada, por ser mujer, un oficial del 3º de Línea, el capitán Camus, la enganchó como soldado. Y no se equivocaba al aceptarla, porque Irene Morales va a alcanzar las jinetas de sargento a punta de bayoneta.
Herida de bala en la batalla de Tacna, igual se las arreglé para auxiliar a los heridos.
Terminada la Guerra , Irene Morales regresó a Santiago, y como muchos soldados que volvieron, vivió en la mayor pobreza. Se le vio en la inauguración del monumento al roto chileno, en 1888, luciendo en su guerrera las medallas ganadas con su valor.
Enferma y pobre, se asiló en el Hospital San Borja, donde falleció de una fuerte pulmonía el 25 de agosto de 1890.
¿Sabe que edad tenía?
¡25 años!
En Santiago, a una cuadra del monumento al general Baquedano, está la calle Irene Morales, que recuerda a esa aguerrida muchacha.
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