sábado, 23 de abril de 2011

Británicos en Chile.



Llegaron desde el mar, disputando los caminos del oro a los conquistadores españoles. Y fueron corsarios bajo la bandera de Isabel, y cruzaron el Atlántico, el estrecho de Magallanes y las costas del Pacífico. A los puertos chilenos, bajo dominio hispano, llegaron a sangre y fuego. Y fue sir Francis Drake el primero que llegó a Valparaíso, pobre caleta en aquel entonces,  el 4 de diciembre de 1578, quemando la única bodega que allí existía “ahogando ellos su alegre fiesta en el generoso y viejo vino de Penco”, como testimonió un cronista de aquellos hechos.
Después de Drake, Thomas Cavendish y el infortunado Richard Hawkins, dejaron su recuerdo en nuestros puertos, hasta que llega, en el siguiente siglo, la avanzada de nuevos corsarios. Ya no están en la empresa de dar la vuelta al mundo, si no en afán de fuego y destrucción. “Beauty and booty” fue la frase enarbolada en sus mástiles. Años después sus nombres, Sharp, Davis, Knight y el galante Lord Anson, aún causaban terror en los habitantes de la caleta que adquiría rostro de poblado. Y un Lord Byron era recibido, años más tarde, por la sociedad de la capital. Este Byron, que había sido prisionero en Chile en sus años mozos, volvía ahora lleno de prestigio, teniendo un sobrino que sería el gran poeta del romanticismo inglés.

Y llegó la era de la emancipación. Y un año después de la jura de la Primera Junta de Gobierno (1810), dos comerciantes y hermanos ingleses, Messrs. John  y Joseph Crosbie, llegan con sus naves atiborradas de mercancías, quincallería inglesa, herramientas de acero, lanas, objetos de lienzo y algodón, convirtiéndose en los fundadores de la futura colonia británica en Chile. Junto a ellos viajaba un joven de trece años, que más tarde regresaría a Chile cuando los primeros disparos de la Patria Vieja resonaban en Talcahuano (1813). El joven, que era John Barnard, traía un importante cargamento de armas de fuego, las que serían un esencial aporte al conflicto naciente. Junto a él se establecía en Valparaíso un comerciante irlandés de Sligo (lugar de nacimiento de Ambrosio O’Higgins), mister Andrew Blest.

Las autoridades británicas habían jugado un papel fundamental en los días de la guerra. Tanto Lord Castlereagh como Lord Canning, primeros ministros entre 1812 a 1827, se negaron a prestar apoyo a la España conquistadora. Y fue Canning quien defendió la autonomía de los nuevos estados sudamericanos.
Y un pequeño detalle. En 1925 el Príncipe de Gales, de visita en nuestro país,  inauguraba la primera piedra del monumento a Lord Canning que se levantó en la Alameda de Santiago. ¿Dónde está hoy esa estatua de agradecimiento al ministro británico?

Después de Chacabuco, la presencia británica en el frente militar se hace más fuerte. Si antes el irlandés Juan Mackenna había sido pieza clave en la concepción estratégica de los primeros años de nuestra independencia, y mucho antes, durante la colonia, Ambrosio O’Higgins y su amigo John Garland habían levantado, como ingenieros militares, las fortalezas de Valdivia y las defensas de los puertos, ahora llegaba una verdadera legión de marinos y soldados para prestar su experiencia en la defensa de esta nueva patria, como Wooster y Spray.
En primer y destacado lugar, el almirante y comandante de nuestra escuadra, Thomas Alexander Cochrane. De sus legendarias campañas aún resuenan la captura de la nave española “Esmeralda” durante un asalto nocturno en medio de las defensas del Callao; y la inmortal conquista de las fortalezas de Valdivia.


Otro británico, el coronel William Miller, será el comandante de las fuerzas de desembarco en Valdivia, y general y mariscal de las campañas en el Perú, hasta alcanzar la victoria final en Ayacucho. El regimiento de Infantería de Marina lleva orgullosamente su nombre.
El segundo de Cochrane, el marino inglés George O’Brien entregará su vida en la captura de la “Esmeralda”; y otro destacado marino, el capitán Martin Guise, disputará con Cochrane las preferencias del gobierno chileno.
Entre los tenientes de Cochrane figura otro marino inglés, Robert Simpson, de destacada actuación en la guerra contra la Confederación.  Y John Williams, quien entre otras acciones, tomará posesión del estrecho de Magallanes a nombre del gobierno chileno. Será padre del futuro almirante Juan Williams Rebolledo.
Cómo no destacar al médico inglés James Peroissien, comandante de los servicios médicos del Ejército de los Andes, quien mereció los elogios de los jefes militares por sus verdaderas hazañas quirúrgicas en el campo de batalla de Maipú. Y otro médico británico, Thomas Leighton, quien formará parte de los cercanos a O’Higgins durante las campañas bélicas.
La Guerra a Muerte, continuación macabra del conflicto después del triunfo en Maipú, fue el campo de exterminio de valiosos hijos del Reino Unido, como el heroico Charles O’Carrol, quien a sus 26 años lucía brillantes condecoraciones en las guerras europeas, destacando entre ellas la de la Victoria de Waterloo. Moría asesinado en Pangal, a manos de las guerrillas realistas.

Los hijos de la Gran Bretaña se quedaron en Chile, se integraron a la sociedad, que les recibió con afecto y respeto. Uno de ellos, el joven coronel William  de Vic Tupper casó con la destacada dama Isidora Zegers, pero esta alegría se verá bruscamente interrumpida al ser asesinado a lanzazos en la dramática acción de Lircay (1830), que puso fin a la llamada Anarquía Política.
Y cuando Chile ha consolidado su independencia, siguen llegando militares, marinos y comerciantes. Valparaíso se convierte en plaza donde llegan los más variados productos desde Inglaterra. Y en nuestro país permanecerá un breve tiempo la cronista de esos días, la inglesa Maria Graham, cuyas descripciones físicas, sociales y culinarias serán todo un testimonio de una época.

Dos ingleses, que destacarán, se integran en ese periodo. Thomas Suttclife, quien ha participado en las campañas militares y ha sido nombrado gobernador de la isla de Juan Fernández, y el pintor Charles Wood, quien llega en 1829. Este último tiene el mérito de haber diseñado nuestro escudo nacional. Ambos, serán fundamentales en el trabajo de exploración y diseño geográfico para el avance de las tropas chilenas en la Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (1837-1839).
Valparaíso ya muestra las elegantes mansiones que han construido los hijos de Gran Bretaña en el Cerro Alegre, que comienza a ser llamado el “cerro de los gringos”. Y tanto en el puerto como en la capital, se alzan grandes tiendas, bancos, hoteles a instituciones británicas. La colonia inglesa en Valparaíso, anglicana en su mayoría, funda la Union Church y el Cementerio de Disidentes, y trae desde Londres al educador escocés Peter Mac Kay, quien funda  el colegio que lleva su nombre y que significó un privilegiado aporte a la educación. Y otro escocés Mac Kay, pero de nombre John, se va a graduar de médico radicándose en Concepción, fundando el Club Inglés de esta ciudad. Hombre conocedor de su zona, descubre los yacimientos de carbón de Talcahuano, y desarrolla una poderosa industria carbonífera en Coronel, Lota y Lebu, asumiendo el cargo de administrador de las empresas mineras del millonario Matías Cousiño.
Y si Blest, Crosbie y Barnard abrían las rutas comerciales, muy pronto llegaban más gringos, como el profesor Richards, John Sewell, los irlandeses Cood, el escocés Macfarlane, administrador de los terrenos de Cochrane, o Richard Price, verdadero modernizador de  Valparaíso. Como así también Joshua Waddington, que había llegado a los 17 años, y Grosvenor Bunster,  patriarca de la ciudad. Richards fue quien introdujo el té de la India en Chile, en 1819.

No hay  actividad en la que los hijos y descendientes del Reino Unido hayan estado ausentes. Luego del triunfo en la Guerra del Pacífico surgirán las fortunas de varios comerciantes ingleses, especialmente de John North, quien alcanzará fama como millonario al asumir la propiedad de los ricos yacimientos de salitre. Y al producirse el gran incendio de Valparaíso, al cerrar 1850, la marina inglesa aportará, junto a los tripulantes de otras nacionalidades, los bombines para controlar el fuego que destruyó parte de la ciudad. Y en 1863, cuando se funda el Cuerpo de Bomberos de Santiago, los integrantes de la Compañía de Gas organizan la primera compañía de Hachas, Ganchos y Escalas Anglo-Chilena, encabezada por Adolfo Eastman, con los Longton, Dimalow, Brickles, Ludford y Smith.


En 1925 recibíamos la visita del Príncipe de Gales; en Santiago los colegios británicos asumían una destacada participación educacional, como el Grange School, de John A. S. Jackson. Y será este gran representante de la colonia británica en Chile quien echará las bases de la British and Commonwealth Fire and Rescue Company, nuestra querida Catorce, heredera de una tradición y un estilo de vida que nos identifica y nos llena de orgullo.

No en vano, la tradición popular ha llamado a nuestros habitantes los ingleses de América.

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