martes, 31 de diciembre de 2013

Un año que deja de ser.

Hemos compartido un año más junto a nuestra memoria histórica, tratando de traer trozos de un pasado tan interesante como desconocido. Solo quiero agradecer vuestra compañía y los comentarios que me llegan, y rogar a los dioses protectores que tengan a bien darnos solo buenos momentos en la nueva jornada que se inicia.

En 2014 estaremos recordando el centenario de la Primera Guerra Mundial, y el bicentenario de la batalla de Rancagua.
Solo espero seguir junto a ustedes para seguir compartiendo el dulce placer del conocimiento y la cultura.
¡Un abrazo para todos!

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lunes, 30 de diciembre de 2013

Un nuevo antecedente de don Vicente Claro y Montenegro

                

En julio del año 2011 publiqué en este blog una sucinta biografía de don Vicente Claro y Montenegro, padre del iniciador y fundador del Cuerpo de Bomberos de Santiago don José Luis Claro y Cruz. Pero ahora, releyendo el documentado libro "La Contrarrevolución de la Independencia de Chile" de Cristián Guerrero Lira (Editorial Universitaria, 2002) encuentro un sorprendente dato: don Vicente Claro figura en la lista de militares patriotas deportados a las islas de Juan Fernández por el gobierno realista en 1814.

Al repasar esa lista de militares destacan además los nombres de Juan Rafael Bascuñán, en esos momentos comandante de los Granaderos de Chile, unidad fundada por Juan José Carrera en los inicios de la independencia; y se agregan Manuel Blanco Encalada, Juan de Dios Puga (de relevante actuación en los primeros combates de la Patria Vieja) y Pedro José Benavente, integrantes todos ellos del grupo de dieciséis altos oficiales desterrados en la isla presidio. Y si hacemos correr nuestro índice por la silenciosa lista van apareciendo los nombres de destacadas personalidades religiosas, también comprometidas con el proceso que vive el país.

A uno de ellos lo vamos a destacar, porque don Laureano José Díaz, presbítero de la diócesis de Concepción fue acusado de ser partidario de la junta patriótica de Valdivia de 1811, siendo por ello detenido y quedando bajo arresto domiciliario en Arauco. Pero al iniciarse la última campaña de la Patria Vieja, que va a culminar en Rancagua, el presbítero Díaz logra incorporarse al ejército patriota como capellán de los Granaderos, estando en las trincheras de la ciudad mártir prestando óleo y consuelo a muertos y heridos.
Consumada la derrota fue detenido y más tarde enviado al presidio de Juan Fernández junto a los demás desterrados.

Tampoco podemos dejar de lado a destacadísimas personalidades que integraron en algún momento el gobierno patriota como don Ignacio de la Carrera, padre de los hermanos Carrera, héroes de la Independencia, quien fuera además vocal de la Primera Junta Nacional de Gobierno en 1810; como así también al sacerdote don José Ignacio Cienfuegos, quien fuera miembro de la Junta de Gobierno de 1814, a quien debemos además recordar porque formó parte de la comisión que dio vida al Instituto Nacional en 1813.

Después de la victoria patriota en Chacabuco, (febrero de 1817) el poder político pasó a manos de los independentistas, y así como había urgencia en asumir la nueva administración, no escapó a las autoridades el destierro de sus compatriotas que, según se sabía, estaban bajo la custodia de una guarnición militar al mando del capitán de Talaveras, don Ángel de Cid. El gobierno entrega el mando de la misión de rescate al subteniente de Cazadores don Raimundo Morris, inglés al servicio de Chile, con una compañía de 25 soldados. Morris se hizo a la vela a bordo del bergantín Águila.

Nos vamos a saltar los detalles, que da para otra crónica, y solo diremos que la nave zarpó el día 17 de marzo, arribando a la isla el día 24. La misión se cumplía sin resistencia y con pleno éxito. El 31 de marzo el puerto de Valparaíso recibía con júbilo a los desterrados, etre ellos a don Vicente Claro y Montenegro, padre del futuro iniciador y fundador del Cuerpo de Bomberos de Santiago quien nacerá en 1826. 

viernes, 27 de diciembre de 2013

Un delito a la cultura.

El 7 de octubre de 2011 subía un artículo  por lo demás irreverente respecto al fraile Camilo Henríquez, sorprendido por el modelo de bototos de minero con los que el escultor había calzado los pies del padre del periodismo chileno.

Ahora, dos años y un par de meses más tarde debo denunciar un delito urbano de insospechadas consecuencias. Un ladrón, al parecer amante de la literatura o un simple coleccionista, se ha robado la pluma y el ejemplar de la Aurora de Chile desde las propias manos de nuestro héroe nacional y padre de la Patria.

No he resistido la indignación y llevando mi cámara fotográfica hasta el sitio del suceso, en el paseo peatonal de Avenida Bulnes en el centro cívico de la capital, he registrado el hecho delictual que comento.

Desde este modesto blog hago un llamado a las autoridades edilicias y a mis compañeros del Colegio de Periodistas a lavar el honor de nuestro fraile de la Orden de la Buena Muerte, restituyendo en sus manos la pluma y el ejemplar de la Aurora de Chile que le fueran sustraídos.

La Historia y el respeto a quienes nos dieran un país libre se lo merecen.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Julio Bañados Espinosa. Un gran personaje, aunque desconocido para muchos.

Seguramente en los terribles años de la guerra civil de 1891 ocurrieron muchas situaciones dignas del recuerdo, del análisis y de la reflexión. La figura de Balmaceda, por ejemplo, requirió el paso de mucho tiempo antes que su recuerdo pasara de la brutal caricatura de un loco "champudo" como lo calificaba la prensa opositora, hasta convertirse en el presidente mártir que hoy todos recordamos.

En esos años previos al conflicto destacaban grandes personalidades en ambos bandos, y en el grupo cercano al presidente Balmaceda ocupa un lugar especial el joven abogado y periodista liberal Julio Bañados Espinosa. Y vamos a recordarlo en esta crónica.

El 25 de abril  de 1878 el joven Julio Bañados Espinosa prestaba juramento como voluntario en el cuartel de la 6a. Compañía de Bomberos de Santiago, Hacía pocos días que había cumplido los veinte años, y aquellos que lo aplaudieron ese día de la incorporación no imaginaban la carrera brillante que tendría en su compañía, en el Cuerpo de Bomberos de Santiago, en la función pública y en la guerra civil de 1891.
Aún no cumplía un año en la institución cuando estallaba la Guerra del Pacífico, movilizando a una ciudad entusiasta ante el llamado de los clarines de combate. Y fue bombero armado, más tarde teniente y luego capitán de su 6a. Compañía. Pero su mundo era de una actividad extraordinaria, porque además fundaba la Escuela de Artesanos, asume como profesor de Historia y Geografía en el Instituto Nacional, y saca su título de abogado en la Universidad de Chile.  Y un dato interesante. Cuando Bañados ingresa a la Sexta, es Secretario General su compañero de filas Pedro Montt, futuro presidente de Chile. Y cuando el Cuerpo elige a Julio Bañados como su Secretario General, a los 25 años (1883), reemplaza a Ismael Valdés Vergara, destacado antibalmacedista como Pedro Montt.

Julio Bañados Espinosa va a tener una existencia breve pero extraordinaria. Será periodista de trinchera defendiendo a Balmaceda, será su ministro en varias oportunidades, funda el diario La Nación, el Liceo de Santiago (actual Valentín Letelier), decreta la fundación del Instituto Pedagógico, ordena la construcción de la nueva Escuela de Medicina, aplica el método concéntrico de educación donde las enseñanzas de materias tienen un desarrollo progresivo en el tiempo, está en la creación de la Escuela de Sordomudos y en la fundación del Boletín de Leyes.

En 1891 estalla la Guerra Civil contra el presidente Balmaceda y en la última batalla, el joven ministro estará al mando de las fuerzas balmacedistas derrotadas en Placilla. Parte al exilio como cientos de sus compatriotas, viviendo en extrema pobreza y socorrido por la solidaridad de los otros balmacedistas que viven en París. Balmaceda le había pedido que escribiera la Historia de su Gobierno, y dedicará su tiempo a recoger documentos, escribir y mantener una correspondencia permanente con su familia. Su exilio durará hasta la amnistía decretara tres años más tarde por el presidente Jorge Montt, inteligente medida que permitió una rápida reconciliación nacional entre los chilenos.

En 1894 Julio Bañados Espinosa lograba reunirse con su mujer, Ester Valderrama, y sus tres pequeñas hijas. Bañados había terminado en París su gran obra Balmaceda, su Gobierno y la Revolución de 1891, fuente fundamental para el estudio de ese periodo. De inmediato era elegido diputado por el partido Liberal Democrático (balmacedista), convertido ese mismo año en la segunda fuerza política del país, a solo tres años de la derrota de Balmaceda. Y a pesar del agotamiento que trae, se dedica de lleno a la actividad pública, será ministro de estado del presidente Errázuriz Echaurren, catedrático de Derecho en la Universidad de Chile, diputado una y otra vez, y será considerado como uno de los más grandes oradores del Congreso.

Julio Bañados Espinosa había vivido intensamente, sin darse un momento de descanso. El gran hombre público fallecía el 17 de febrero de 1899, cuando solo tenía 40 años.
Valía la pena recordarlo.

lunes, 9 de diciembre de 2013

La última batalla de la Patria Vieja




Si usted toma el camino internacional que lleva desde Los Andes a Mendoza, a la altura del kilómetro 25 se levanta un monolito blanco a la sombra de un árbol. Está situado en un camino estrecho que se prolonga en curva entre una quebrada a su izquierda y un barranco a su derecha, en cuyo fondo corre el río Aconcagua.

El monolito recuerda el último combate sostenido por las tropas chilenas contra las fuerzas realistas vencedoras en Rancagua el 1 y 2 de octubre de 1814. Es un pasaje desolado, cubierto de pequeños arbustos e interrumpido por el constante paso de camiones y autos que unen Chile y Argentina.Y ahí nos detuvimos para "sentir" ese dramático momento.
Podemos "ver", hacia adelante del camino, a las mujeres, niños, ancianos, carretas y mulas huyendo hacia el exilio. Esos días de octubre hacía frío, y el general José Miguel Carrera detenía su caballo ordenando alto a su escolta. Eran la pequeña retaguardia que protegía la huida, y ya se podía sentir el avance por el camino pedregoso de una columna realista enviada por Osorio para aniquilar los restos de la columna chilena que buscaba refugio al otro lado de la cordillera.

Había que cerrar el paso a los españols y dar tiempo a los fugitivos para que alcanzaran las alturas andinas. Carrera extendió su guardia en la llamada ladera de los Papeles. Era un buen punto para enfrentarlos, por lo estrecho del paso, teniendo montañas hacia el oriente y una quebrada profunda hacia el poniente. Al otro lado de la cima, en Juncalillo, esperaba el coronel argentino Juan Gregorio Las Heras la llegada de los exiliados.

Fueron acciones breves, pero seguidas. Una parte de los Húsares de la Gran Guardia, al mando del capitán Jordán, atacó a una guerrilla españolas, causándoles un muerto y tomando prisionero a otro. Pro comenzaba a oscurecer ese día 10 de octubre, y los defensores descansaron esa noche de nieve en la ladera de los Papeles, manteniendo la guardia preventiva.

Don José Miguel Carrera en su diario señala que en la mañana del 11 de octubre debieron lanzar a la quebrada gran parte de la documentación para que las mulas pudiesen cargar a los fugitivos. Estaban en eso cuando aparece por la curva de la montaña una columna realista cercana a los 400 soldados. Fue un violento entrevero, a bayoneta y sable,  donde la guerrilla patriota es superada rápidamente en número, debiendo abandonar el lugar y seguir subiendo el camino cordillerano.
A la mañana siguiente, 12 de octubre, la columna alanzaba la cumbre, pero allí eran nuevamente atacados por los españoles, los que logran tomar cerca de 150 prisioneros patriotas, absolutamente desarmados. En su diario, Carrera acusa a Las Heras de distraerse en el saqueo en lugar de apoyarlo.

Al anocher, los restos de la retaguardia ingresaban a Mendoza.

La gloriosa epopeya de la Patria Vieja, que nos dejó la primera junta nacional de gobierno, el primer congreso nacional, la primera bandera, el primer escudo, el primer diario, la primera constitución y el primer ejército, quedaba sepultada entre las cenizas de Rancagua y las nieves de la cordillera.





jueves, 5 de diciembre de 2013

Pedro Urriola Balbontín, hijo de panameño.




Siempre ha ejercido en mi un especial interés la vida de Pedro Alcántara Urriola Balbontín, el comandante del fatal asalto al cuartel de artillería en la Revolución de 1851 en Santiago. Y busqué en distintas fuentes algo parecido a un árbol genealógico para conocer mejor su historia. Y voy a compartir con ustedes la información que encontré en los viejos archivos españoles.

La primera fecha registrada es el año 1644 en la localidad de Durango, región de Vizcaya en la España de los tiempos de los Habsburgo. Allí vive el matrimonio formado por don Martín Urriola Echeverría y doña María López de Ovalle (Olave, según algunos) y Larrinaga, en un lugar conocido por los vecinos como Antiglesia de Murelaga.
Su hijo, don Martín Urriola López de Ovalle (Olave) había casado con doña Antonia Idirín Solano, también de Durango. El año señalado más arriba, 1644, consigna el año de la muerte de  don Martín, falleciendo doña Antonia en 1681.

De este matrimonio nace en 1644 don Gabriel Urriola Idirín, quien va a quedar huérfano de padre a los nueve meses de existencia. Gabriel fue el primero de los Urriola en salir a buscar una nueva vida en el nuevo mundo.Y llega a Panamá, y a poco de acostumbrarse al clima tropical, se prenda de una tal Juana González de Andújar, 27 años menor que él, y se casa con ella, estableciéndose como caballero importante, ya que en 1701 asume como alcalde, luego será oficial de las Cajas Reales y Alguacil Mayor de la temida Inquisición.
Del matrimonio con la joven Juana van a nacertres hijos que llevarán los nombres de Tomás, Gabriel y Juan Urriola González. El ya viejo alcalde Gabriel Urriola Idirín regresa a su tierra natal, donde fallece en 1723.

El tercero de los hijos, don Juan Urriola González (1705) sigue la carrera militar siendo capitán de milicias de Panamá (1726), Alcalde de la Hermandad (1727-1732), Alcalde y Justicia Mayor de la Aduana de Cruces jurando heredad en 1738.

Aquí, el vínculo con la madre patria se tompe definitivamente, ya que don Juan va a casar con otra panameña, Antonia Echevers Romero, teniendo con ella cinco hijos varones uno de los cuales, Luis Miguel Urriola Echevers es el que llega a Chile. Y vaya que era importante el personaje. Entre sus títulos podemos mencionar que era titulado en la Universidad de Sigüenza, que era catedrático y más tarde rector del colegio de San Clemente en Bolonia hasta ser destinado como Oidor de la eal Audiencia de Santiago de Chile, cargo que va a oupar entre 1782 y 1788.

En esta ciudad contrae matrimonio con doña María Josefa Balbontín de los Reyes  (De las Torres según otros autores), de cuyos seis hijos tres serán mujeres y tres varones. Uno de ellos llevará el nombre de Pedro Alcántara Urriola Balbontín, nuestro mártir de la guerra civil de 1851.

Para quienes no sepan mucho acerca del coronel Pedro Urriola Balbontín les diremos que había nacido el 22 de febrero de 1797, y que al proclamar Chile su Primera Junta de Gobierno en 1810, tenía tan solo 13 años.Y cuando España amenaza con la guerra en 1813, se enrola en el ejército que organiza don José Miguel Carrera con solo 16 años. Y estuvo con los Húsares de la Gran Guardia hasta la derrota de Rancagua en 1814, para luego sumarse a las guerrillas de Manuel Rodríguez durante la Reconquista Española, atacando pueblos y arrancando de las persecuciones realistas.
Será integrante de los Húsares de la Muerte creados por Manuel Rodríguez tras el desastre de Cancha Rayada, que se distinguían por usar barba debajo del mentón afeitado; estará en las campañas de la Patria Nueva, guerra contra la Confederación peruano-boliviana, para finalmente morir frente a los muros del cuartel de artilleria, a los pies del cerro Santa Lucía.

Como buen liberal, había levantado su espada en apoyo a los igualitarios de Francisco Bilbao para evitar el triunfo conservador del candidato presidencia Manuel Montt en las elecciones de ese año. 

Uno de sus hijos, Martiniano Urriola Guzmán, será su compañero en la guerra contra la Confederación y su asistente en la revolución de 1851. Desterrado, regresa a Chile en 1861, reincorporándose al ejército para defender el puerto de Valparaíso durante el bombardeo español de 1866, y en las campañas de la Guerra del Pacífico como coronel graduado y comandante de división. Falleció en 1888.

Pedro y Mariano Urriola, hijo y nieto de panameños. entre las figuras más destacadas de nuestra Historia Militar.


lunes, 2 de diciembre de 2013

La historia de un general escocés que pudo convertirnos en colona británica.



Pocos conocemos la historia de sir Robert Craufurd, un oficial escocés del ejército de Wellington  durante las campañas contra Napoleón Bonaparte. Digamos que había nacido en Ayrshire, Escocia, en 1764, y su carrera militar lo llevó desde la India a Holanda, España y Buenos Aires. Estuvo en las guerras contra Napoleón al mando de su famosa brigada ligera, combatiendo con temeridad y arrojo en cada combate.

Craufurd era un oficia difícil, dueño de un temperamento violentos, siendo conocido como Black Bob por sus soldados, que le temían pero que a la vez lo adoraban. 

El día 13 de septiembre de 1806 el primer ministro británico William Grenville recibe una alegre nota del brigadier general William Carr Beresford, anunciándole el éxito de la ocupación inglesa de la ciudad de Buenos Aires el día 27 de junio recién pasado.

Esta noticia se sumaba a la conquista, hacía muy poco tiempo, del puerto holandés de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, facilitando así el dominio del Atlántico sur. Desde allí había salido la flota del comodoro Popham llevando la expedición de Beresford contra el Río de la Plata, y se abría una oportunidad única para dar un golpe definitivo al Imperio Español en América.
En octubre salía desde Inglaterra una segunda expedición a Buenos Aires en apoyo a Beresford. Y se planifica una increíble estrategia para conquistar a Chile, México y Filipinas.

Fue el Ministro de Guerra y Colonias, William Windham, quien llama a nuestro conocido Robert Craufurd, entregándole una fuerza militar de 4.000 soldados que viajarán en la flota del almirante John Murray. Objetivo: apoderarse de Valparaíso y otros puertos, y convertir a Chile en un dominio británico. Tan pronto se apoderara del país, Craufurd debía establecer "una comunicación ininterrumpida" con el general Beresford en Buenos Aires "usando una cadena de postas o cualquier otro medio adecuado" entre Valparaíso y Buenos Aires. (De las instrucciones del ministro Windham al brigadier general Craufurd).

Finalmente, la expedición del general escocés llega al punto de encuentro en Ciudad del Cabo el 27 de marzo de 1807. Allí le esperaba un ansioso almirante Murray con malas noticias. El ejército de Beresford había sido derrotado en Buenos Aires en diciembre del año anterior y ahora las fuerzas de Craufurd debían partir a reconquistar Buenos Aires. Fue una mala decisión, y Craufurd debió rendirse ante las tropas criollas que defendían al rey de España.

Canjeado más tarde como prisionero, nuestro personaje regresa a Gran Bretaña donde es nuevamente destinado a la guerra en España contra Napoleón, asumiendo el mando de su legendaria brigada ligera, una unidad de infantería de élite, con la que había adquirido renombre de valiente y temerario.
Durante el asalto final a Ciudad Rodrigo, el brigadier general Robert Craufurd es herido mortalmente, falleciendo cinco días después de la toma  el 23 de enero de 1812. Tenía 47 años.

Así terminó la vida de este general escocés que pudo haber convertido a Chile en una colonia británica en 1807. Valía la pena recordarlo.




sábado, 23 de noviembre de 2013

A 50 años del crimen de JFK

               
En un día como hoy una bala quitó la vida al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y daba origen a una de las leyendas más importantes del siglo veinte. John Kennedy se presentaba al mundo de ese entonces como un líder distinto, cuyas preocupaciones eran las que caracterizaban a la Guerra Fría: el muro de Berlín, Cuba, la lucha por los derechos civiles de negros y latinoamericanos en su propio país.

Fue el hombre de esa Guerra Fría, cuando la órbita soviética y la órbita norteamericana dominaban sin contrapeso sobre los países del tercer mundo. Eran días de tensión permanente, como ese año 1962 cuando éramos testigos aterrados del enfrentamiento entre las flotas de guerra de las dos potencias en la llamada crisis de los misiles en Cuba. Khruschev y Kennedy lograron solucionar la mayor crisis atómica de la Historia con una llamada telefónica.

Solo un año más tarde, en Dallas, Texas, en los estados racistas del sur, estado contrario a los derechos civiles, Lee Harvey Osvald apretó el gatillo de su fusil italiano Mannlicher-Carcano de la Segunda Guerra Mundial. A 81 metros de distancia la bala disparada terminó con la vida del presidente de 46 años.

Kennedy fue el hombre de la carrera espacial sin poder alcanzar a ver la llegada del hombre a la Luna. Pero más que nada y por sobre todo, JFK fue el aire fresco que necesitaba la política mundial. Fue una esperanza para generaciones de jóvenes del planeta, fue valiente, con una mujer hermosa que convertía a la pareja en un nuevo cuento de hadas. Los Kennedy eran la nueva época, y así fueron asesinados, primero John y después Robert, su hermano.

Por eso, a 50 años, cuando ya todo es parte de la leyenda y las emociones tremendas de ese día se dan disolviendo en el pasado, quisimos recordarlo para dejar constancia que esos rostros, esas ideas y esos sueños aún siguen vivos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Adelanto gráfico del libro 150 años.




Me han avisado desde algunas compañías que están recibiendo el libro con el que el Cuerpo de Bomberos de Santiago está celebrando su Sesquicentenario de existencia institucional. 

Como recordarán, este libro fue lanzado el pasado jueves 7 en la Feria Internacional de Libro siendo presentado por el premio Nacional de Literatura Oscar Hahn, la alcaldesa de Santiago Carolina Tohá y el secretario general del Cuerpo.

Para los que no lo tienen todavía,les adelanto algunas de las ilustraciones que aparecen en la obra.

Ojalá disfruten viéndolas, como yo disfruté dibujándolas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un mundo recuperado tres mil años después



Fue un día sábado 29 de abril cuando llegamos con mi hermano a la casa del arquitecto Julio Valdés. Alberto tendría unos 14 años y yo tres menos, y habíamos sido invitados por este señor después de haber asistido a una conferencia en la sala Le Caveau de la Librería Francesa, que quedaba en la segunda cuadra de calle Estado, en Santiago. En esa ocasión habíamos llegado luego de ver un aviso en la prensa que invitaba a una conferencia sobre las campañas de Napoleón. Al bajar al primer subterráneo de la librería quedamos deslumbrados. A los costados del salón se exhibían hermosas vitrinas iluminadas con las grandes batallas de Napoleón, reproducidas a la perfección en pequeñas figuras planas de metal, pintadas a la perfección. 

Nos quedamos pegados al vidrio que mostraba, con cientos de figuras, una escena de la noche anterior a la batalla de Austerlitz. El emperador Napoleón se veía sentado, con un pie estirado y apoyado sobre un tambor, rodeado por sus mariscales, mientras los soldados marchaban saludándolo. Era emocionante ver esa escena de 1805 recuperada en un diorama 150 años después.

Fue tal nuestra impresión que el autor del diorama, el arquitecto Julio Valdés, nos invitó a su casa para conocer su colección donde llegamos días después. Era como llegar a un templo, donde miles de figuras de distintos países y distintas épocas formaban en columnas de combate, o defendían un gran castillo medieval, o se desplegaban por una campiña perfectamente recreada.

Ese fue el inicio de nuestra relación con las maquetas. Como no teníamos los ingresos para comprar las figuras, las hacíamos con un alfiler, al que agregábamos una pequeña bola de plasticina  para hacer la cabeza, y luego el cuerpo, las piernas, los brazos, las mochilas, los morriones, los fusiles, y después pintábamos las figuras con pequeños tarros de esmalte. Y así revivimos la batalla de Waterloo, con sus cargas de caballería, el avance de las columnas y el estruendo imaginario de los cañonazos extendidos en un viejo tablero de dibujo de papá, cubierto con plasticina simulando la topografía del campo de batalla.

Hoy, los dioramas que hicimos años más tarde con mi hermano se exhiben en el Museo Histórico de la Casa Colorada, en el Museo Histórico y Militar, en el norte y en otros lugares. Ya no los hacíamos de plasticina, sino que eran figuras  a escala que se venden en lugares como la Juguetería Alemana o en los altos del Centro Apumanque. Y he seguido coleccionando y pintando figuras con mi hijo Alejandro, un experto en pinturas en miniatura, para que algún día pueda crear un Museo de la Antigüedad. Mientras tanto, seguirán acumulándose en la bodega de mi casa. Les entrego algunos ejemplos del trabajo que estamos haciendo.

Pero el placer de ver a las falanges de Alejandro el Magno enfrentando a los cientos de guerreros persas, con sus carros falcados y elefantes de guerra; o los honderos asirios, guerreros troyanos, hititas, mayas, aztecas, cruzados, sarracenos o escoceses, es una experiencia realmente única, con más de 8.000 figuras que se van pintando y guardando en pequeñas vitrinas o en cajas con una clara identificación.

Algún día, sueño, ese museo será un regalo para todos.

jueves, 14 de noviembre de 2013

lanzamiento del libro 150 años de bomberos

El jueves 7 de noviembre se realizó el lanzamiento del libro sobre el sesquicentenario de los bomberos de Santiago. Debo reconocer que estaba aterrado. El trabajo de escribir y producir un libro tiene momentos de mucha alegría y de mucha tensión. En él se confrontan detrás de las cortinas del escenario las distintas visiones y las distintas opiniones a lo que debe verse y escribirse. Porque es un trabajo de alto profesionalismo el que se quería lograr en este caso. Y nada de eso estuvo ausente en la realización de este maravilloso volumen que ahora se entrega a los bomberos en una fecha tan significativa como lo es este año 2013, ciento cincuenta años después del horroroso incendio de la compañía y de la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

El libro ya va a llegar a ustedes, de una o de otra forma, pero en estas líneas quiero destacar el trabajo de todos los que aquí participaron. Porque tal como lo señalé en la Feria Internacional de Libro, esta obra es hijo de las confianzas. Primero, la confianza entregada por el presidente de la comisión sesquicentenario del Cuerpo de Bomberos, el director honorario Próspero Bisquertt, a mi persona y a mi hermano, para echar adelante este proyecto. Y en segundo lugar, la confianza que él tuvo en aceptar ni proposición de que la editora general de este libro fuera la señora Rosario Garrido, quien a la cabeza de un grupo de especialistas en las áreas de edición, diagramación e investigación, dieron vida a esta maravilla que hoy se entrega a la ciudad.
A mi hermano Alberto, que esa misma tarde en que nos reunimos para iniciar este trabajo, guardó sus apuntes y partió al infinito.

A la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, que en hermosas como emocionantes palabras logró perfilar el servicio de estos bomberos voluntarios y su relación profunda con la comunidad. A Oscar Hahn, premio nacional de literatura 2013, quien aportó con sus poemas a valorar aún más este libro, y a Marco Antonio Cumsille, Secretario General del Cuerpo de Bomberos de Santiago, por su perfecta coordinación y aquilibrio para echar adelante este complejo trabajo.

Y a mis amigos que aportaron sus ideas, a mis hijos que me empujaron a seguir el trabajo a pesar de los pesares, y al Cuerpo de Bomberos de Santiago, una institución hermosa, a la cual me enorgullezco de pertenecer. No es de extrañar que en mi caso haya ingresado para el centenario, en 1963, y esté entregando este libro en el sesquicentenario, cincuenta años más tarde.
A todos, muchas gracias.

Un bicentenario olvidado.



En 1813 Chile se había convertido en un país intelectualmente independiente. Desde que José Miguel Carrera había asumido el gobierno un año y dos meses antes, esta lejana colonia española se había identificado con su nueva bandera, un escudo nacional y una primera constitución donde no se reconocía otras leyes que las emanadas en este país.

Era demasiada soberbia para ser permitida por el virrey Fernando de Abascal, "el Argos de los mil ojos" como se le conocía, porque todo lo observaba y todo lo vigilaba. Y así como había enfrentado los alzamientos en Alto Perú y en Quito, ahora era el turno de golpear a Chile. En enero de 1813 llegaba la primera expedición militar encabezada por el brigadier don Antonio Pareja, desembarcando en Chiloé.
Había que someter a los insurgentes encabezados por ese Carrera.

En Chiloé, Pareja recluta a las milicia y las embarca con destino a Valdivia. Ahí se le suman los regimientos de milicias y los de línea, realistas de alma y fusil. El destino ahora es Concepción, la gran plaza política y militar de Chile. Solo a fines de marzo llegaba a galope tendido la noticia a Santiago. Carrera asume como comandante en jefe de un ejército de reclutas y parte al sur.
Era una guerra civil entre chilenos patriotas y chilenos realistas.

Cómo olvidar los combates de Yerbas Buenas y San Carlos, donde los bisoños
soldados se enfrentaban por vez primera bajo la bandera de un nuevo país. Y un mes más tarde, la tricolor chilena flameaba en Talcahuano y Concepción. Y vino el sitio de Chillán, donde se había refugiado el general español, y vino la lluvia y el invierno más duro, el mismo que había derrotado en Rusia a Napoleón Bonaparte. Y el sitio de Chillán se convirtió en un fracaso. Una ciudad fortificada, con el apoyo decidido de una población totalmente realista, y con la fuerza espiritual de los sacerdotes españoles de la congregación de la propaganda fide, fueron el apoyo la salvación momentánea del general Pareja. Poco después, el general y marino fallecía en la fría ciudad de Chillán.


Pero las disensiones al interior del gobierno nacional habían abierto una brecha entre el comandante en jefe del ejército, Carrera, y el comandante de milicias O'Higgins, dre destacada actuación en el combate y sorpresa de El Roble.

En noviembre de ese victorioso y luego trágico año de 1813, José Miguel Carera
era destituido del mando por la Junta de Santiago, y caía preso de los españoles, siendo encerrado con su hermano Luis en las cárceles de Chillán.

Estos hechos ourrían hace doscientos años y era bueno recordarlo junto a ustedes.

lunes, 27 de mayo de 2013

150 años del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Ayer, domingo 26 de mayo de 2013, entregué el último capítulo de un nuevo libro que espero sea del gusto de ustedes. Es una nueva Historia del Cuerpo de Bomberos de Santiago, al cumplir sus 150 de existencia. El  trabajo fue encargado por las autoridades del Cuerpo con motivo de tan extraordinaria celebración, y busca entregar una visión lo más completa como ágil de lo que ha sido la Historia de la institución, con una mirada moderna, mucho material gráfico y un diseño de gran nivel. Podrán imaginar el tremendo orgullo que significa para mí escribir este libro.  No ha sido fácil pero debo agradecer la participación de un gran equipo desde editores, investigadores, productores, correctores de texto y diseñadores que han hecho posible sacar adelante este sueño.

Nuestra literatura bomberil es escasa pero de gran nivel. A los trabajos de don Ismael Valdés Vergara y Jorge Recabarren, se han ido sumando los aportes de Agustín Gutiérrez, Mauricio Bernabó, Lino Echenique  y muchos otros investigadores que han ido complementando la rica visión de nuestra historia.  Y siempre se va a requerir más investigación, y más documentos que saquen a la luz lo que han sido estos ciento cincuenta años.

A lo mejor el resultado no va a dejar satisfecho a todo el mundo. Chile es y ha sido un país de historiadores  y un nuevo texto va a ser objeto de minucioso análisis, pero ese es el riego. Y hay que asumirlo. Pero ya ha entrado en etapa de revisión y diagramación, con la certeza que va a estar impreso cuando estemos conmemorando el sesquicentenario.

Ya lo tendremos informado. Mientras, gracias a todos aquellos que han prestado su apoyo para sacar adelante este trabajo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Ahora necesito tu ayuda

Necesitamos tu aporte para seguir ayudando. Te lo pido como voluntario de la 14a. compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Tu aporte mensual, ya sea de  tres mil pesos, cinco mil o más, va a ayudarnos a entregar un servicio cada vez de mayor calidad, que solo va en beneficio de nuestros compatriotas que se encuentran en una situación de emergencia.
No he agregado un artículo histórico  como siempre, pero este es un llamado que hago a mis amigos de verdad. 
El enlace para entregar tu aporte es
http://www.14.cl/ayudanos/

No sabes cuánto te lo vamos a agradecer. Un abrazo.






















miércoles, 27 de febrero de 2013

Buscando a míster Smith


Un domingo de febrero al atardecer conversaba con mi amigo Guillermo Villouta, distinguido voluntario de la 5a. compañía y apasionado de la Historia, y surgió entre otros el nombre de Juan Tomás Smith, quien fuera el primer tesorero general del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Y su pregunta, entendible por lo demás, fue: "¿tú conoces el segundo apellido del señor Smith?" a lo que respondí "no tengo idea"  "¿Cómo lo podemos averiguar?" y empezó la odisea de internet, árboles genealógicos, apareció de pronto una familia Smith del Campo, y rastreando por las ramas del histórico árbol llegamos a una señora llamada Buenaventura del Campo, madre de los tres Smith del Campo, hasta que averiguamos que había casado con un señor Smith Lawerenson, fallecido en 1882.  ¡Por fin aparecía el segundo apellido ¡Lawerenson! ya que míster Smith,  nuestro míster Smith, también había fallecido en 1882.
Teníamos el segundo apellido. Ahora, había que verificar dónde estaba su tumba.

         El miércoles siguiente, Guillermo Villouta me pasaba a buscar a mi casa
a las 10:30 y partíamos al cementerio en su auto (verde, como corresponde a un quintino que se precie de tal). La reunión debía terminar a más tardar a las 4, porque yo tenía otra reunión a las 4 de la tarde.
         Averiguando llegamos hasta una oficina de informaciones donde nos atendió un amable señor Parra-Aguirre, y nos dedicamos a buscar los libros del año 1882, hasta que apareció el bueno de míster Smith, con su segundo apellido Lawerenson, y donde figuraba sepultado en el patio de disidentes tumba 247, que tenía 74 años y que había sido enterrado con 1a. categoría, es decir, con carroza negra y percherones negros con gualdrapas negras. El patio de disidentes correspondía a lo que se conoce como el patio histórico, siendo los disidentes aquellos que no profesaban la religión católica.
         Y partimos a buscar el patio aquel, que se nos indicó quedaba frente a la capilla. Al pasar por el lugar santo, Guillermo me señaló que la campana de la capilla había sido del Templo de la Compañía, a la que saqué foto, porque llevé mi cámara para registrar la peregrinación
         Comenzamos a buscar la tumba en el sector llamado "histórico", pero la maleza, los árboles crecidos sobre  las tumbas, las lápidas destrozadas por los terremotos y los años, hacía muy complicada la búsqueda. Además, las numeraciones (donde quedaba alguna) parecían no tener lógica. Llevábamos unos quince minutos cuando me puse a razonar, buscando esa lógica extraviada. Miré el número aún visible de una tumba, y era la 321. Y fui revisando una a una, siendo la primera la de Gumecindo Claro y Cruz, hermano del fundador del Cuerpo José Luis Claro. Avancé unos pasos hacia el norte en busca de otras tumbas con número y luego de raspar con el pie una lápida gris cubierta de musgo seco, apareció el 341. Teníamos la primera pista. Bajé hacia el oriente a la siguiente hilera de tumbas, y avancé hasta el inicio. Eran las marcadas con los números 200. Paso a paso, raspando algunas, revisando otras más visibles, llegué a una reja rectangular, llena de malezas y sin lápida. Sentí que esa era, pero tenía que seguir. Miré la del lado, también con reja, y que mostraba un raquítico pero frondoso árbol y malezas en altura. No había posibilidad de leer su escondida lápida vertical, por lo que metí la cabeza entre las ramas y me acerqué lo más que pude a la sombreada lápida. "Smith", Y abajo, casi invisible, el número 247.
         "¡Guillermo. La encontré!"
         Me sentí cual Schliemann en la tumba de Agamenón.
        
Guillermo Villouta junto a la tumba de J. T. Smith
         Saqué las fotos correspondientes y sentí que habíamos rendido un homenaje de reconocimiento a un hombre que forjó una institución y que hoy lo mantiene en el más absoluto olvido. Será bueno avisarle a la 8a. para que vayan a la tumba y le echen una "amonanadita". ¿Quién fue realmente Juan Tomás Smith? Seguro que se llamaba John Thomas Smith Lawerenson, que había nacido en Inglaterra, que había llegado a Chile y que, presumiblemente era contador, como mi abuelo gringo, porque fue nombrado Tesorero General el día de la fundación del Cuerpo, y se mantuvo en el cargo por largos años hasta 1879. En las memorias del Cuerpo de Bomberos aparece como miembro del Directorio, sin compañía, pero en la 8a. aparece como voluntario. Seguramente en Chile conoció a doña Buenaventura del Campo con la que se casó y tuvo hijos. Y hasta ahí llega la información. De su rostro queda el cuadro del primer directorio pintado por Lemoine.
         Nos despedimos de míster Smith, sintiendo la emoción de haber cumplido la silenciosa como anónima misión. Seguramente míster Smith sonrió por un instante.