sábado, 16 de abril de 2011

EL MOTIN DE FIGUEROA

Motín en la Plaza de Armas.
La Primera Batalla de la Independencia

El 1° de abril de 1811, un motín realista, encabezado por el coronel Tomás de Figueroa, intentó impedir las elecciones del Primer Congreso Nacional. Realistas y patriotas se enfrentaron en la Plaza de Armas de Santiago. Luego del combate, el derrotado coronel fue ajusticiado.

Cuando el 18 de septiembre de 1810 se instaló la nueva Junta Nacional de Gobierno, entre las muchas tareas que debió enfrentar estaba la defensa del país. Un plan encargado al coronel irlandés Juan Mackenna, al servicio de Chile, planteó organizar una fuerza militar y establecer una escuela permanente de oficiales. Mackenna, ingeniero militar, tenía una amplia experiencia luego de haber pertenecido al Real Cuerpo de Ingenieros Militares entre 1785 y 1793.
El desarrollo político, tanto en la capital como en las provincias, exigía elecciones de diputados para tratar precisamente los temas más importantes de la nueva república. En esos días llega a Santiago desde Concepción una de las figuras más destacadas de este proceso, el abogado Juan Martínez de Rozas, elegido vocal de la Junta, y lo hacía acompañado por un destacamento militar al mando del coronel Tomás de Figueroa. El nuevo vocal llegaba a Santiago el 1° de noviembre de 1810, siendo recibido con extraordinarias muestra de entusiasmo.

Una vida de aventuras.

Don Tomás de Figueroa y Caravaca había nacido en 1747 en Estepona, España. Joven y atractivo, había ingresado a las Guardias de Corps del rey Carlos III a los 18 años. Poco después era condenado a muerte por matar en un duelo a un rival de su amante, pero lograba cambiar su pena capital por el destierro a los fuertes de Valdivia, en Chile, perdiendo su rango militar.
Pero Figueroa era dueño de un espíritu inquieto y romántico, y al ser sorprendido en el dormitorio de una dama de la sociedad, se auto inculpó de ladrón, siendo encarcelado, pero bajo un disfraz de sacerdote, se arrancaba de la cárcel, viajaba a Perú y Cuba, regresando luego de ser indultado en 1790. Ahora llegaba como coronel del batallón Fijo de Concepción, encumbrado en ese mando por el propio Rozas al llegar a Santiago.

Una trama oscura.

En marzo de 1811 la tensión crecía en Santiago. Mediante despachos emanados de la Junta de Buenos Aires se solicitaba el apoyo militar de Chile, comprometiéndose la Junta a enviar 400 hombres, ante la llegada de un nuevo gobernador y capitán general, brigadier don Francisco Javier de Elío.
Y  la Junta inició las defensas del país y aceptó enviar esa fuerza de apoyo a Buenos Aires. Pero la Real Audiencia y los militares realistas no estaban dispuestos a entregar ese apoyo a los revolucionarios argentinos. Y aquí comienza a tejerse del drama de Tomás de Figueroa.


Intento de motín militar

Rozas adhería fuertemente a esta iniciativa, teniendo en cuenta su origen cuyano, y no así Tomás de Figueroa, ferviente defensor del rey. Vicuña Mackenna entrega valiosa información de este hecho, y señala que en la junta militar del 20 de marzo de 1811, Figueroa hizo presente “la más fuerte oposición al despacho de la columna auxiliar”

La Junta de Gobierno era encabezada en ese momento por el vocal Fernando Márquez de la Plata, político español pero convencido patriota era un reconocido impulsar del llamado a un Congreso Nacional. Y así como las provincias habían realizado las elecciones de diputados, faltaban Valparaíso y Santiago. La Junta había resuelto llamar a elecciones en Santiago para el día 1° de abril.
Pero un nuevo factor alteraría los hechos. En la noche del 31 de marzo se producía un motín en el cuartel de San Pablo, encabezado por la tropa de Concepción, que contaba en el lugar con 130 soldados, quienes se negaban a marchar en apoyo a Buenos Aires.
A la mañana siguiente, el Motín terminaría en tragedia.

Don Tomás de Figueroa era una decidido partidario del rey. Y a pesar de haber sido perseguido, desterrado y encarcelado, mantenía sus principios monárquicos sin dudarlo por un instante. En 1792 había encabezado una expedición punitiva en tierras mapuches,  mostrando un espíritu implacable. Cerraba esa campaña refundando la ciudad de Osorno rescatándola de sus ruinas. Pero, ya estaba viejo, cansado y entristecido. La muerte de su esposa, y la ceguera de uno de sus hijos en el combate, solo se equilibraba con la fortuna de ver a su otro hijo, Manuel Antonio Figueroa, casado con doña Dolores Araos, emparentada con la prestigiosa familia de los Carrera.

El motín del 1° de abril.

Las elecciones de diputados se realizarían en el edificio del Consulado, y desde tempranas horas formaba una unidad de 50 dragones en la plazuela que enfrentaba a la Iglesia de la Compañía.
El comandante Benavente se vio de pronto rodeado por la tropa que exigía la presencia del Fijo de Concepción y aclamaba alzando los fusiles el nombre del coronel Figueroa. Ante el intento de un nuevo motín, el jefe militar ordenó el regreso al cuartel de San Pablo mientras el Jefe de la Plaza pedía el auxilio de los granaderos, en calle Huérfanos.

Tomás de Figueroa era informado a tempranas horas de los hechos y se dirigió rápidamente hacia el cuartel militar. Allí era recibido con aclamaciones por la tropa y luego de ordenar la entrega de diez cartuchos por soldado, se dirigió a tambor batiente hacia la plazuela del Consulado, que a esas horas ya estaba desierta de público y electores al saberse las noticias.
No habiendo autoridad ante la cual presentarse, ordenó la marcha hacia la Plaza de Armas para entrar en contacto con los miembros de la Real Audiencia, motor de la resistencia realista. Ordenó formar a sus 250 soldados en la vereda norte de la plaza y subió por las escalas hacia las dependencias de la audiencia. Pero los oidores, previendo el desastre, le señalaron que esperara, mientras enviaban una nota a la Junta.
Ya en esos momentos, la columna de granaderos y artilleros encabezada por el coronel Juan de Dios Vial se apostaban en la vereda sur, apuntando sus dos cañones hacia las tropas amotinadas.

Eran las 10 de la mañana cuando la Plaza de Armas se inundó de humo y estruendo de balas. Los amotinados huyeron, dejando en el campo de batalla una decena de muertos, mientras el coronel Figueroa, abandonado por la autoridad realista y las tropas, buscaba refugio en el templo de las Monjas de la Caridad. Al no encontrar la salvación en el claustro, avanzó solitario por la calle de la Nevería en dirección el templo de Santo Domingo, donde sí encontró asilo.
Lo que sigue es una historia breve y cruel.
Partidas de patriotas, encabezadas por fray Camilo Henríquez y algunos vocales de la Junta, se desplazan por las calles en busca del coronel derrotado. Martínez de Rozas, impulsivo y sabiendo que si no se actuaba de inmediato podía desatarse la reacción monárquica, rodeó el templo y ofreció 500 pesos a quien denunciara al fugitivo.
Poco después, el coronel Tomás de Figueroa era delatado por un niño, a quien Rozas regaló una de las hebillas de oro de su zapato.
;Mientras Figueroa era encerrado al mediodía en el calabozo de la Cárcel, en el costado nor oriente de la plaza, a las 10 de la noche, la Junta se reunía de urgencia, y luego de declarar al reo traidor a la Patria, se le condenó a ser pasado por las armas.
A las dos de la madrugada el coronel Tomás de Figueroa leía en voz alta la sentencia, solicitando confesarse con su amigo, el sacerdote realista Blas Alonso. Pero, en vez de Alonso, la Junta lo obligó a confesarse con fray Camilo Henríquez.
El silencio de la noche se rompió con la descarga de fusilería, cuyos ecos rebotaron en la estrecha celda. Eran las cuatro menos diez minutos y aún no alumbraba el alba en Santiago.
En la mañana, los atemorizados habitantes pasaban rápidamente por el lugar, persignándose frente al dramático espectáculo. Amarrado a una silla, con el pecho y el rostro destrozado por las balas, se mostraba el cadáver de Figueroa en la puerta misma de la cárcel.

Figueroa murió sin delatar a nadie, con una hidalguía y serenidad admirables. La aristocracia reaccionó ante el inútil crimen, y en las elecciones de diputados, que se realizaron el 4 de julio de ese año, el partido de Rozas fue derrotado por el bando más moderado de la población.

Epílogo.
Hubo crueldad en el hecho, en el proceso y en la exhibición del cadáver, el que finalmente fue lanzado a la fosa común. Cuatro años más tarde, las fuerzas realistas derrotaban a los patriotas en Rancagua, y el nuevo gobierno ofrecía un homenaje póstumo al coronel Figueroa, trasladando sus restos con gran pompa hasta la Igelsia Catedral, donde fue sepultado.

Era el cierre al primer combate de nuestra historia independiente, en plena Plaza de Armas, y donde se foguearon por vez primera los futuros combatientes de la Patria Vieja.
(Ver imágenes en CÁMARA DE DIPUTADOS)

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