jueves, 23 de enero de 2014

Adiós, Santiago querido.

Nos conocimos el primer día de clases en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Eso fue en marzo de hace ya 50 años. Tenía una personalidad fuerte,  atractiva, de líder de la palabra. Incluso, llegaba casado cuando todos (o casi todos) bordeábamos los 18 años. 

Santiago del Campo Edwards, lleno de literatura en sus venas, fue nuestro amigo durante este largo tiempo. Y cuando el golpe militar de 1973 nos dejó con un doloroso y prolongado tiempo libre, logré reingresar a una agencia de publicidad como creativo y conseguí que a Santiago también le abrieran las estrechas puertas de esos días. Y fue un gran creativo y mejor amigo.

Pasaron los años y uno de sus hijos, Nicolás - dramáticamente fallecido poco después en un accidente - trabajó en mi pequeña agencia junto a mi hijo Andrés, cuando ambos empezaban a dar sus primero pasos en la profesión de sus padres.

Fueron muchas pequeñas historias que compartimos, a veces pernoctando en mi casa, otras conversando en el viejo bar del Congreso, y que dieron profundas y emotivas bases a nuestra amistad de cinco décadas.

El viernes pasado lo despedimos en una  parroquia rebosante de senadores, ex ministros, familia y amigos. Era un personaje y así quedó de manifiesto en ese triste momento.

Mientras lo recordemos, Santiago del Campo seguirá vivo entre nosotros.






domingo, 12 de enero de 2014

Una increíble anécdota de Patricio Lynch





Patricio Lynch Solo de Zaldívar es uno de nuestros héroes nacionales, siendo desde muy joven una destacada figura, ya sea en la guerra contra la Confederación Peruano Boliviana de Santa Cruz (tenía 16 años) como guardiamarina; y luego enrolado en la Armada Británica, donde hace sus primeras armas internacionales, tocándole participar en la Primera Guerra del Opio en China en los años 1841 y 1842 (tenía 18 años), a bordo de la fragata Calliope.  Su jefe era el capitán de navío sir Thomas Herbert, actuando en veinte acciones de guerra, entre ellas la toma de Shanghái y muchas más. Por su arrojo en el combate fue ascendido a guardiamarina efectivo de la Royal Navy. 

En 1842, en pleno conflicto, asume el mando de una unidad de soldados ingleses que deben tomar la ciudad de Tsinghan. El combate era desproporcionado en cuanto a las fuerzas, pero las tropas al mando de Lynch tenían una enorme superioridad en armamento y disciplina militar


El ataque británico era arrollador y las defensas chinas comenzaban a flaquear. Toda la guerra había sido así, batallas breves y destructivas, donde la superioridad numérica de los chinos no podía equipararse al moderno armamento británico.

Patricio Lynch dirige el ataque, sable en la mano derecha y pistola en la mano izquierda, alcanzando hasta el lugar donde el mando militar chino organiza la defensa. Fue en ese momento que escuchó la siguiente frase en la boca del comandante chino: "¡Estamos jodidos!"


Lynch se detiene sorprendido y le pregunta a gritos en castellano, al jefe chino, de dónde era: "¡Chileno!" le contesta el chino que como vemos, no era chino sino chileno. Un par de frases, un abrazo y tras la rendición del sitio, el trotamundos nacional Francisco Guerrero, que así se llamaba, deja sus existencia oriental y decide finalmente regresar a Chile, incorporándose al ejército nacional.

En cuanto a Patricio Lynch, éste solicitaba su expediente de retiro de la Armada  Británica en 1847, decisión que fue muy lamentada por sus superiores. Lynch tendría una extraordinaria carrera militar y naval en Chile, alcanzando incluso el cargo de Jefe Político y Militar del Perú durante la Guerra del Pacífico, siendo conocido en aquellos años como "el último Virrey del Perú", y donde debió enfrentar la ocupación chilena del territorio y la campaña de la Sierra.

Del bueno de Francisco Guerrero, nuestro increíble comandante chino-chileno, no hemos encontrad hasta ahora mayores antecedentes.

miércoles, 8 de enero de 2014

Gracias

Gracias por sus comentarios y por sus visitas. Con el más profundo orgullo puedo decir que hemos pasado las 50.300 visitas y eso se agradece de verdad. Un abrazo para todos. Antonio

martes, 7 de enero de 2014

Recuerdan a marino británico Raymundo Morris en una calle de Chiguayante


Plaza Los Héroes, atrás calle Raimundo Morris, Chiguayante
En Chiguayante, en la región el Bío Bío hay una calle que lleva el nombre del marino irlandés Raymundo Morris. ¿Quién fue ese señor y por qué tiene calle con su nombre?

Retrocedamos en el tiempo hasta febrero de 1817. Cuando el Ejército de los Andes logra la victoria en Chacabuco, entre la verdadera legión extranjera de chilenos, argentinos, franceses, ingleses, escoceses, irlandeses, norteamericanos y de muchas otras naciones, aparece un joven oficial irlandés, Raymond Morris, cuyo castellano es tan primitivo como el del resto de los extranjeros que visten el uniforme del ejército patriota.

No hemos encontrado hasta el momento datos de su infancia ni por qué se incorpora al Ejército de los Andes, pero sí sabemos que había formado parte de la marina británica y ahora figuraba como teniente de artillería. Después de Chacabuco (12 de febrero de 1817) Valparaíso está al mando del teniente coronel argentino Rudecindo Alvarado (el mismo que aparece el año siguiente involucrado en el asesinato de Manuel Rodríguez). Alvarado tiene órdenes precisas de mantener enarboladas las banderas españolas en el puerto. Y es en esa trampa donde cae el 26 de febrero la nave Eagle, de origen británico  y bautizada Águila cuando fue capturada por los españoles en Talcahuano.

Ahora entraba confiadamente en el puerto con banderas españolas flameando en los fuertes. Lejos estaban de imaginar que la nave terminaría abordada por los patriotas pasando a manos chilenas. La nave fue entregada al joven teniente irlandés Raymond Morris, quien se convertía con este acto en el primer comandante de una nave de guerra de la Armada de Chile. Por lo tanto, es el comandante más antiguo en la historia de la marina nacional.

Una vez revisada, la nave se armó con cañones y levantó la bandera chilena, la antigua, la de la Patria Vieja, con sus colores azul, blanco y amarillo. Y el Águila salió en su primera misión: revisar las costas hasta San Antonio para vigilar la presencia de naves españolas. Después recibía la orden más emocionante: dirigirse hacia la isla de Juan Fernández para rescatar a los prisioneros patriotas detenidos desde los tiempos del desastre de Rancagua (1814). Y en el comandante Raymond Morris recae la honrosa tarea, llevando en sus bodegas doscientas raciones de alimentos para los angustiados detenidos. Entre sus papeles lleva la orden de rendición del gobierno chileno al comandante de la isla, el capitán del temido Batallón Talaveras don Ángel del Cid.
El bergantín Águila alejándose de la costa

La misión se coronó con el éxito. Morris regresó con los patriotas liberados, entre los que figuraba el joven oficial de artillería don Manuel Blanco Encalada, quien muy pronto asumirá como comandante de la nueva escuadra nacional. Blanco le asigna a Morris el mando del bergantín Araucano, y con esta nave acompaña la expedición a Concepción que organiza Blanco Encalada para capturarla fragata española María Isabel. Y se logra con todo éxito el objetivo. Morris lleva a Valparaíso la gran noticia, escrita en un documento por Blanco Encalada y que lleva en su portapliegos el teniente Martin Werner  quien deberá entregarlo a las autoridades nacionales.


Capitán John Illinworth futuro almirante británico
La vida de Morris transcurre a bordo de las naves chilenas hasta que, al asumir el marino escocés Lord Cochrane como nuevo comandante de la Armada, destina a Raymond Morris como segundo comandante del capitán John Illinworth en la corbeta Rosa de los Andes, transformada en nave corsaria  para atacar a los realistas a lo largo del continente americano. 550 soldaos y marinos embarcan como voluntarios, casi asfixiándose para caber en los estrechos espacios de la nave.

La corbeta, armada y tripulada por una Babel de nacionalidades, zarpa desde Valparaíso el 25 de abril de 1819.  Las aventuras de Illinworth y Morris en la Rosa de los Andes son una epopeya en sí mismas, alcanzando las islas Galápagos y luego Panamá, cruzando un lanchón en hombros por el golfo de Darién hasta alcanzar el Atlántico, o apoyando las campañas militares de Simón Bolívar.

Después del retorno de la corbeta Rosa de los Andes, se pierde el rastro de Raymundo Morris. Solo sabemos que aún aparece en el escalafón naval como teniente 1° en 1824, hasta finalmente quedar envuelto por las brumas del olvido.

Tenemos la obligación de recuperar su historia porque en Chiguayante, en la región del Bío Bío, un pueblo agradecido ha inmortalizado su nombre.