martes, 30 de agosto de 2011

Los nietos de Ambrosio Rodríguez Erdoiza

En un artículo anterior recordábamos la dramática existencia de Ambrosio Rodríguez Erdoiza, hermano menor del gran guerrillero. Quisimos investigar sobre sus descendientes y éstas son nuestras conclusiones.
Como recordábamos entonces, Ambrosio Rodríguez había casado con María del Carmen Bustamante Cristi, naciendo en su corta existencia dos hijos. Uno de ellos, Manuel Rodríguez Bustamante, siguió la carrera  de las armas, y casó con la chillaneja Josefa Ojeda Vildósola, naciendo de este matrimonio Ana Julia del Carmen (1843), Ambrosio (1845), Manuel (1847), Carlos (1849) y Roberto Rodríguez Ojeda (1849), todos nacidos en Chillán.
Sargento Mayor Manuel Rodriguez Ojeda

Manuel Rodríguez Bustamante, hijo del héroe de la independencia y padre de los mencionados, falleció (1853) a consecuencia de las heridas recibidas en el pecho en la batalla de Loncomilla (1851), siendo entonces elevado a Sargento Mayor.
De los hijos de Rodríguez Bustamante, muerto a los 33 años, dos van a destacar sobre los otros. Manuel será héroe de la guerra del Pacífico y Ambrosio será un importante abogado, profesor y diputado por Chillán.

Manuel Rodríguez Ojeda se incorpora al Ejército en 1868, para más tarde retirarse. Pero al estallar la guerra (1879), se reincorpora como teniente del regimiento Cazadores a Caballo. Su carrera en el conflicto será meteórica, donde su pericia y buen ojo eran un apoyo indiscutido entre sus superiores. Destacando en las batallas de Tacna y Arica, Manuel Rodríguez Ojeda ascendió a Sargento Mayor, batiéndose nuevamente en Chorrillos y Miraflores. Siendo adscrito al 7° de línea, contrajo el tifus en la campaña de la Sierra, regresando a Santiago. En 1890 recibía los despachos de Teniente Coronel, falleciendo en 1896.
Ambrosio Rodríguez Ojeda

El otro hermano destacado, Ambrosio Rodríguez Ojeda, fue profesor de gramática y latín en el Instituto Nacional, manteniendo esas cátedras toda su vida, mientras alcanzaba el título de abogado en 1868. Dos años antes se había incorporado a la Segunda Compañía de Bomberos de Santiago, donde destacó por su espíritu disciplinado y generoso, siendo teniente, capitán y director de su Compañía, y más tarde Segundo Comandante y Comandante del Cuerpo (1875). Al declararse la Guerra del Pacífico, la institución se convierte en Cuerpo de Bomberos Armados asumiendo Ambrosio Rodríguez Ojeda el cargo de capitán de la Segunda Compañía. El 27 de enero de 1880 está en el incendio del cuartel de la Artillería, para más tarde dirigirse a los campos de batalla, como Contralor del Servicio de Ambulancias, integrado en gran parte por bomberos voluntarios. Su nombre es destacado durante las dramáticas acciones de Chorrillos y Miraflores, donde también se encontraba su hermano Manuel.
Ambrosio Rodríguez Ojeda falleció en el 17 de octubre de1891, mientras se desempeñaba como capitán de la Segunda Compañía de Bomberos.
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sábado, 27 de agosto de 2011

El tormento de doña Águeda Monasterio

La historia de doña Águeda Monasterio se inscribe entre las más heroicas de aquellos negros días de la Reconquista. Viuda de un militar francés, Jean de Lattapiat, va a recibir de él su amor por los principios de la revolución francesa, principios que van a marcar su vida y la de su familia. Su primera actuación se produce el 1° de abril de 1811 cuando un motín realista intenta impedir las elecciones del primer congreso nacional. En medio del humo de la pólvora, los vecinos vieron a doña Águeda cruzar entre las balas para llegar donde uno de sus hijos que combatía por la patria.
Y cuando la naciente nación es reconquistada por los españoles, doña Águeda se transforma en personaje clave del servicio de espionaje patriota.

Su casa era el punto de encuentro de los mensajes que se cruzaban entre Santiago y Mendoza.
Hasta que sus actividades fueron descubiertas por los policías de San Bruno, capitán de los Talaveras. Detenida junto a su hija de 14 años, es sometida a tormento, pero resiste para no entregar los nombres de los chilenos buscados. Finalmente, el propio gobernador Marcó del Pont dicta la aberrante sentencia. Madre e hija serán ahorcadas en la plaza de armas de Santiago.

Instaladas en el cadalso, las dos mujeres sienten la presión de la cuerda en sus cuellos. Es el momento que espera San Bruno para acercarse a sus víctimas y exigir la información que se han negado a entregar.
Águeda Monasterio mira a su hija, le sonríe pero rechaza las presiones de San Bruno.
El capitán le informa que, antes de morir, verá cómo el verdugo le corta ambas manos a su hija, a no ser que confiese.

Una vez más, Águeda Monasterio se niega a confesar y cierra los ojos mientras escucha el terrible golpe del hacha.
Abandonada a su destino mira hacia el lugar donde está su hija, y la ve horrorizada, de pie y con las manos apretando su cabeza. Había sido un simulacro de ajusticiamiento.
Esa tarde, sus amigos la llevan a su casa, pero algo ha cambiado en la valiente mujer. Su pelo se ha vuelto blanco y su voz se convierte en un susurro incomprensible.

Seis días antes del triunfo patriota en la batalla de Chacabuco (1817), don Águeda Monasterio de Lattapiat moría rodeada de sus amigos.
En su extraviada mente no alcanzó a conocer la derrota de sus crueles torturadores.
San Bruno fue fusilado en la plaza de armas y Marcó del Pont murió en el destierro en el pueblo de San Luis dos años más tarde.
Es bueno recordar a doña Águeda Monasterio, una de las olvidadas heroínas de la independencia, cuyo sacrificio y silencioso trabajo por la libertad merece algo más que estas líneas.

Manuelita Sáenz, una heroína recuperada.

Manuela Sáenz.jpgPara muchos, Manuelita Sáenz es solo “la amante de Bolívar”. Pero entrar en su vida es vivir la pasión de esos años que transitan entre la colonia y la independencia, dos mundos que se enfrentan en costumbres y campos de batalla.
La pequeña Manuela era hija ilegítima de Simón Sáenz, y su madre muere al darle a luz (1797), por lo que es encerrada en el convento de las Monjas Conceptas. Su padre había casado con doña Juana del Campo, naciendo en las visitas un profundo cariño entre ambas, Como parte de una familia bien posicionada, Manuela es enviada después al Monasterio de Santa Catalina, en Quito.

Algo ocurre ahí, porque se fuga del convento a los 17 años, al parecer en busca de un frustrado amor. Recibida en el hogar paterno, la casan con un rico inglés, el médico James Thorne, veintisiete años mayor que ella. Se integra al aristocrático círculo de las mujeres de la sociedad. Participa activamente del pensamiento libertario, y estando en Quito (1822) es testigo del ingreso del general Simón Bolívar. Ella le lanza un ramillete de flores que golpea en el pecho del Libertador. Poco después se unirán apasionadamente en la aventura bélica. Y ella será uno más de los soldados de Bolívar, alcanzando el grado de teniente de húsares. En 1828 salva de un atentado al libertador, al enfrentar a los conspiradores dándole tiempo a Bolívar a salvar su vida.

Estará presente en las batallas de Pichincha y Ayacucho, donde Sucre recomienda su ascenso a coronela. Pero en 1830, Bolívar muere de tuberculosis dejando a Manuelita en el más absoluto abandono.
Son días turbulentos y el gobierno del general Francisco de Paula Santander la destierra a Colombia, partiendo luego al exilio en Jamaica. Impedida a regresar a su tierra, se establece en Paita, Perú, donde sobrevive apenas. Es allí donde la encuentra el héroe italiano Giuseppe Garibaldi, quien la acompaña hasta su silenciosa muerte en 1856.

Manuela fue una impulsora de la liberación femenina en tiempos de represión familiar y matrimonial. Fue compañera valiente y decidida de Bolívar, arriesgando su vida por su amante y por su patria. Permanentemente rechazada por los círculos sociales, desterrada y abandonada, solo va a ser reconocida como una gran figura de su tiempo muchas décadas después. Y la hemos querido recordar en estas palabras de homenaje a nuestras heroínas de la independencia latinoamericana.

Cornelia Olivares. Una mártir de la Independencia.

 Fue en las guerras de la independencia donde cambió el rol de la mujer en Chile. De la nada, surgen heroínas, mujeres desconocidas que de pronto se entregan a la causa de la independencia como activas luchadoras, o simplemente, como víctimas del conflicto.

Decir mujeres de la independencia es traer de inmediato a la memoria los nombres de Javiera Carrera, Mercedes Fontecilla, Ana María Cotapos, Isabel Riquelme, Rosa O’Higgins y Paula Jaraquemada.
Pero hubo otras, menos recordadas, como Luisa Recabarren, Agueda Monasterio, Manuela Rozas, María Cornelia Olivares y Candelaria Soto, entre muchas olvidadas.

Nuestro personaje se llamaba María Cornelia Olivares,  nació en Chillán  y pertenecía a una de las más destacadas familias realistas. Recordemos que en Chillán, la influencia realista era una de las más fuertes, donde la congregación religiosa Propaganda Fide dominaba las conciencias realistas de la ciudad. Y cuando la avasalladora campaña militar de José Miguel Carrera derrotó a las fuerzas de Antonio Pareja (1813), éste debió encerrarse en Chillán.

Y fue en esa ciudad donde aparece Cornelia Olivares, decidida partidaria de la independencia. Pero, al producirse el desastre de Rancagua (1814), la nueva autoridad realista reprime a los patriotas en todo el país. Deportaciones a Juan Fernández, cárcel y muerte, mientras las patrullas de los temidos Talaveras vigilan las calles y caminos de un país sometido.

Son los días de esperanza en que la figura de Manuel Rodríguez va difundiendo su mensaje de libertad. Y María Cornelia junto a otros patriotas, hablan en secreto de sus hazañas. Y cuando se enteran que al otro lado de los Andes se prepara el ejército libertador, nuestra joven heroína alza la voz en la plaza. 
Un oficial realista le ordena callarse o será detenida. “¡Atrévase!” le contesta la mujer, y es encerrada en su casa, bajo estrecha vigilancia.
Pero la valiente Cornelia aprovecha un instante de distracción de la guardia y de inmediato se dirige a la plaza a levantar su voz por la independencia. Nuevamente es detenida pero esta vez es enviada a la cárcel del cuartel militar.

María Cornelia Olivares era una atractiva mujer de treinta años, de hermosos cabellos castaños y porte distinguido. La dejaron sólo con su camisón, mientras un sargento premunido de navaja le cortaba al ras el pelo y las cejas. Terminada la macabra humillación, es exhibida en medio de la plaza, donde la tropa y los realistas chillanejos la cubrían de groserías. Cuentan los testigos que María Cornelia, amarrada a un poste lanzó un grito angustioso. “La afrenta que se recibe por la patria, en vez de humillar, engrandece”.

En Chacabuco (1817)  el Ejército Libertador lograba un gran triunfo militar, y mientras las tropas patriotas enfrentaban en el sur a los restos del ejército realista, el Director Supremo declaraba a la hermosa heroína “Ciudadana Benemérita de la Patria”.
Tal como lo había profetizado la hermosa Cornelia, las afrentas, en vez de humillar a esta desconocida heroína, la habían engrandecido. 

domingo, 21 de agosto de 2011

Radical, masón y bombero.


Durante años hemos escuchado esta trilogía, con más de ciento cincuenta años de existencia. Quizás, hoy, las características de nuestra sociedad hayan variado con el tiempo, pero aún permanece este concepto en el imaginario chileno. Trataremos de explicar la raíz de esta frase.

Los conceptos de igualdad, libertad y fraternidad van a marcar el pensamiento occidental apareciendo políticamente en la revolución  de la independencia de los Estados Unidos, y consolidándose con la Revolución Francesa. Luego, el enfrentamiento contra Napoleón llevará al triunfo a las monarquías absolutistas en Europa, pero los pueblos europeos se van a alzar recordando que habían luchado por su patria contra el imperio, y sin embargo el triunfo en Waterloo no había traído la ansiada libertad, igualdad y fraternidad esperada.

Francisco Bilbao
Estas tres ideas van a movilizar las revoluciones de 1830 y 1848 europeas, participando en esta última los chilenos Santiago Arcos y Francisco Bilbao. Cuando regresan a Chile, el primero funda el Club de la Reforma y el segundo la Sociedad de la Igualdad. Y será en esta última donde los principios del racionalismo, el anti dogmatismo y la libertad, serán la causa de las revoluciones locales de 1851 y 1859. Entre los fundadores de los cuerpos de bomberos estará gran parte de los reformistas e igualitarios, los que formarán la trilogía que estamos recordando.
Este pensamiento dominará a la sociedad chilena desde el siglo diecinueve, será la base de los partidos políticos, como los liberales radicalizados (radicales), de la masonería chilena y de los cuerpos de bomberos voluntarios.

Los  bomberos recrean el concepto de los clubes republicanos, toman parte importante de los ritos masónicos, y son los representantes de la tendencia benefactora de ese pensamiento.
Radicales y masones serán un factor destacado en la formación de las primeros compañías de bomberos. De ahí su absoluta integración en el siglo diecinueve y que hoy, a más de ciento cincuenta años, se mantiene en el recuerdo de nuestra sociedad. 


Por eso aún recordamos inconscientemente estos inicios cuando sonreímos y repetimos la histórica frase: radicales, masones y bomberos.


¿Por qué se llama motín de Urriola? (1851)


Poco sabemos del militar que encabezó el motín del 20 de abril de 1851, y sin embargo ese acto revolucionario contra la candidatura de Manuel Montt aún lo recordamos por su nombre.  El joven Pedro Alcántara Urriola Balbontín había nacido en Santiago el 22 de febrero de 1797, enrolándose a los 16 años en el ejército chileno para enfrentar la invasión realista. Y estuvo en las campañas junto José Miguel Carrera, hasta la dramática batalla de Rancagua. Cuando Manuel Rodríguez organiza sus guerrillas anti realistas él se suma valientemente, y al producirse el desastre de Cancha Rayada, donde se bate valientemente junto a muchos otros chilenos, se integra al escuadrón de Húsares de la Muerte del legendario guerrillero.

Y estará también en la decisiva batalla de Maipú. Pero, terminada la campaña, el escuadrón es perseguido, Rodríguez es asesinado, y el ahora capitán Urriola se retira al campo, hasta que en 1828 es reintegrado al ejército. Dos años más tarde es teniente coronel y en 1832 es intendente interino de Santiago; y cuando Chile entra en guerra con la Confederación peruano-boliviana, Urriola desempeña diversas misiones en el norte de Argentina, y más tarde combate en Portada de Guías. Una vez más está entre los vencedores. Sin embargo Urriola quiere descansar de tanta guerra, y se retira nuevamente al campo, pero no es tiempo de descansos, y es llamado por el presidente Bulnes para que asuma el mando del regimiento Chacabuco. Extraño, sabiendo que Urriola era liberal y Bulnes conservador.


Urriola destaca en la milicia y en la política. Ministro de Guerra, diputado y senador, es contrario a la candidatura a presidente de Manuel Bulnes, y el movimiento revolucionario confía en su espada el triunfo de su partido.
Detrás de Urriola están los igualitarios de Francisco Bilbao, y personalidades como Federico Errázuriz Zañartu, Benjamín Vicuña Mackenna, José Miguel Carrera Fontecilla, Eusebio Lillo, José Zapiola y muchos otros representantes de las nuevas tendencias liberales y revolucionarias, inspiradas en los movimientos europeos de 1848.

El 20 de abril de 1851 es el día fijado para la asonada militar, y desde la madrugada las fuerzas contrarias al gobierno dominan las calles. Finalmente, se decide el asalto del cuartel de la artillería y durante horas se combate a los pies del cerro Santa Lucía. Pero Urriola ha sido víctima inesperada del destino. Al iniciarse el asalto, un gendarme aterrorizado por la presencia de los revolucionarios, dispara su arma al grupo. La bala da de pleno en el pecho de Urriola quien cae de su caballo. Es recogido por José Luis Claro, Manuel Recabarren y el oficial Videla, del Chacabuco.
En medio del combate es trasladado hasta una casa a casi dos cuadras del lugar, pero Urriola había fallecido. Luego, persecución y exilio para los amotinados que ese día perdían sus sueños. La guerra civil se extendió hasta La Serena por el norte, Concepción y Punta Arenas por el sur. Ocho años más tarde, una nueva revolución contra el presidente Manuel Montt estalla en Copiapó.

Y un detalle que vale la pena recordar. Su hijo, Martiniano Urriola(1823-1888), está junto a él en el motín de 20 de abril, combatirá en la guerra contra la Confederación peruano-boliviana y será uno de los héroes de la Guerra del Pacífico.

martes, 16 de agosto de 2011

Un comodoro inglés elegido regidor de Santiago .

David Porter
Desde 1812 Inglaterra y Estados Unidos estaban en guerra. En 1813 llegaba hasta el puerto de Valparaíso la nave norteamericana “Essex”, al mando del capitán David Porter (1780-1843). Luego de abastecerse, iniciaba su acción naval por los mares del Pacífico, regresando al puerto chileno en febrero de 1814. Pero ahora surgían en el horizonte dos naves de guerra inglesas, la “Phoebe” y la “Cherube”, al mando del comodoro James Hillyar (1776-1843), las que atacan a la nave norteamericana en las afueras del puerto.

En el combate naval de Valparaíso, como se conoce a esta acción de guerra, la “Essex” es capturada por los ingleses, luego de perder a gran parte de su tripulación y oficiales. Aparte de su misión bélica, Hillyar trae cartas del virrey del Perú, quien está al tanto de la negativa situación en que se encuentra el ejército realista, incapacitado de enfrentar a las tropas chilenas. 

Combate naval de Valparaiso
Hillyar se entrevista con el Director Supremo de Chile, Fernando de la Lastra, presentando las cartas del Virrey. Como consecuencia de esta misión, los ejércitos patriota y realista acuerdan el Tratado de Lircay, donde cesan las acciones, el que es firmado por el brigadier español Gabino Gainza y los militares chilenos Bernardo O’Higgins y Juan Mackenna, que pone fin momentáneamente al conflicto bélico.

Como una manera de agradecer el gesto de Hillyar, el Director Supremo de la Lastra, designa al oficial inglés como regidor perpetuo de Santiago.

Poco después el gobierno de Fernando de la Lastra era destituido por un golpe de mando del general José Miguel Carrera. En esos momentos, el comodoro y regidor perpetuo de Santiago James Hillyar viajaba por el Atlántico persiguiendo a las naves francesas.

“Y verás como quieren en Chile…”

domingo, 14 de agosto de 2011

Un buen argumento para una película de misterio.

Rey Carlos II de España

Mucho se ha hablado y escrito respecto al tesoro de la isla de Juan Fernández, pero pocos saben dónde se origina la historia. Trataremos de presentarla en una apretada síntesis.

A comienzos del siglo XVIII, estallaba la guerra por el dominio político de España. Se enfrentaban los Habsburgo, de raíz germana desde los tiempos de Carlos V, con los Borbones franceses, que gobernaban el reino galo. En 1700 había muerto el enfermizo y estéril rey de España don Carlos II, “el embrujado”, sin dejar sucesión. Esto desencadenó el conflicto entre las potencias. Y en 1701 comenzaban las hostilidades, generándose el enfrentamiento entre España, Francia, Inglaterra, varios principados italianos, Austria, los Países Bajos y Dinamarca.

Isla de Juan Fernández
Muy lejos, en las costas de México, el comandante de la flota española don Juan Esteban Ubilla y Echeverría juntaba en sus naves un gran tesoro, pero siendo partidario de los Austrias y no de los Borbones, decidió ocultar esa riqueza, por lo que enfiló su nave Nuestra Señora del Monte Carmelo hacia la lejana isla de Juan Fernández. Estuvo un año desaparecido y finalmente partió rumbo a España en 1715. Había enterrado la inmensa fortuna y resolvía dirigirse a España, no sin antes informar a la armada inglesa, en esos momentos aliada de España, del lugar en que había guardado el tesoro.
Pero, como toda riqueza mal habida tiene una maldición, el marino Ubilla y Echeverría pereció en un huracán en las costas de Florida.

Tiempo después se encontraron esas cartas de Ubilla dirigidas a los ingleses. Informado Lord Anson, éste envía al capitán de la Unicorn, Cornelius Webb, a buscar el tesoro (1761).
Lord Anson
Y Webb logra encontrarlo luego de desenterrar las alhajas, doblones y oro en abundancia que encerraban los cofres. Embarcó la fortuna, pero una tormenta derribó los palos de la nave, y debió regresar y enterrar una vez más el tesoro, viajando a Valparaíso para realizar las reparaciones de la nave. Estando allí se entera de un motín que están fraguando sus marinos para eliminarlo y quedarse con el tesoro escondido en Juan Fernández. Sin pensarlo dos veces, baja de la nave en un bote y quema con toda la tripulación a bordo.
Escribe a Lord Anson desde Valparaíso entregándole en forma codificada el lugar donde había enterrado el tesoro de Juan Fernández. Pero Lord Anson había fallecido al momento de llegar las cartas a su destinatario, perdiéndose así la información.

En 1950, en el norte de Gran Bretaña, se encuentran las cartas de Webb, comenzando la búsqueda del “Tesoro de Juan Fernández”.

sábado, 13 de agosto de 2011

Ambrosio Rodríguez, el hermano menor del Guerrillero.


Nuestra Historia es rica en personajes cuya acción ha quedado envuelta en las nieblas del olvido. Manuel Rodríguez Erdoiza recuperó su sitial entre los grandes de nuestra Patria, y su figura destellante ha logrado destruir la imagen de irresponsable aventurero que impusieron los  detractores a su figura inmortal.
Manuel Rodríguez tuvo dos hermanos, Carlos que era el mayor y Ambrosio, el menor. Carlos participó activamente en el dramático periodo de la independencia y logró una destacada actuación en los inicios de la República tras la abdicación de O’Higgins. Sin embargo, el joven Ambrosio, al igual que su hermano Manuel,  murió en medio de los odios y las convulsiones de la época.

Cuando la figura de José Miguel Carrera se alza en los comienzos de la Patria Vieja, surge un grupo de jóvenes patriotas que participan activamente en el proceso de independencia. Entre ellos Manuel Rodríguez y sus hermanos. Los tres había sido destacados alumnos, logrando los tres el grado de abogados. Ambrosio se incorpora al nuevo ejército creado por Carrera como oficial de los Húsares de la Gran Guardia. Combate en las campañas en el sur, y en el desastre de Rancagua forma parte de la Tercera División que concurre a prestar apoyo a las tropas encerradas en la plaza. Recién ha recibido su título de abogado y en la noche del 1° de octubre de 1814 se bate a las órdenes de Luis Carrera, Juan José Benavente y otros oficiales, quienes pelearon denodadamente en el callejón de Olivos.. El joven  Ambrosio es señalado como comandante de los libertos  en las Memorias del oficial realista Rodríguez Ballesteros (Colección de Historiadores y documentos relativos a la Independencia de Chile, tomo VI, página 98). Al igual que José Miguel Carrera, Ambrosio Rodríguez había contraído matrimonio poco antes de la batalla de Rancagua con Carmen Bustamante y Cristi.

La derrota en Rancagua y la reconquista son el inicio del fin de los Carrera y los Rodríguez. El hermano mayor, Carlos, es confinado Mendoza. Manuel inicia sus actividades de
Supesto retrato de Ambrosio
Rodríguez, en un álbum que
lleva su nombre.
 espía y guerrillero, y Ambrosio es desterrado con su mujer y suegro a San Luis, hasta donde llegan los oficiales españoles detenidos después de Chacabuco. Poco después, los exiliados carrerinos en Argentina, entre ellos Ambrosio y Carlos, son enviados a Buenos Aires. Carlos es nuevamente relegado hacia la isla Martín García, donde pasa detenido por más de un año. Después de Maipú son fusilados Juan José y Luis Carrera en Mendoza, y un mes más tarde es asesinado Manuel Rodríguez. Ambrosio es enviado desde su confinamiento en San Luis en carácter de detenido a Santiago, en 1820.  Acusado de conspirador por las autoridades, debe huir de vuelta Mendoza, pero ya no resiste más. En enero de 1821 obtiene permiso para regresar, pero fallece tempranamente, agotado y enfermo, en abril de ese mismo año.
Trágico destino del menor de los Rodríguez Erdoiza. 

jueves, 11 de agosto de 2011

José Gabriel Rojas Miranda, auxiliar mártir.

A propósito de una consulta de mi amigo Sammy Barlow respecto a los auxiliares de bomberos que han sido mártires, podemos señalar que fueron varios los que cayeron en el servicio, pero por su condición de auxiliares no fueron reconocidos. 
No es caso de José Gabriel Rojas de la Sexta Compañía de Bomberos de Santiago.

José Gabriel Rojas Miranda había nacido en 1891 en el modesto hogar de un sastre que fallece cuando José Gabriel es un niño.  Este hecho cambia su vida completamente, asumiendo el cuidado de su madre y preocupándose de liquidar el taller que perteneciera a su padre. Serio y retraído, servicial y silencioso, va a apoyar  a su familia en cuerpo y alma. Es ese espíritu de colaboración lo que lo lleva a golpear las puertas del cuartel de la Sexta Compañía de Bomberos de Santiago, integrándose como auxiliar el día 10 de agosto de 1912. Es en ese nuevo espacio, de entrega total por los demás, donde su espíritu encuentra un camino para aportar sus energías.

Pero, su paso fue dramáticamente breve. 
A las cuatro y media de la madrugada del 3 de noviembre de 1913, la campana de alarmas del Cuerpo de Bomberos despertaba a la ciudad.  José Gabriel Rojas, con sus jóvenes 22 años, sale desde su casa en calle San Carlos, muy cerca de San Diego para buscar la forma de dirigirse  al lugar del incendio, en calle Franklin y Gálvez. Al ver acercarse por calle San Diego al gallo de mangueras de la Primera Compañía, velozmente arrastrado por caballos, corre hacia él y durante tensos momentos se toma de las varas e intenta subirse al soporte posterior. Detrás de él se acerca la bomba de la Quinta que se dirige al lugar de la alarma. 

La resistencia se agota y José Gabriel Rojas cae en momentos en que la bomba automóvil que le precede llega al mismo lugar, en las esquinas de San Diego y Coquimbo, atropellando el cuerpo del auxiliar.
Su cuerpo tendido en la fría calle no responde, a pesar de los esfuerzos de los bomberos y personal de la Asistencia Pública. Su cadáver es trasladado hasta el cuartel de la Sexta, donde recibe los honores de mártir.

El nombre de José Gabriel Rojas Miranda representa, precisamente, a aquellos jóvenes que en calidad de auxiliares han caído en el cumplimiento del deber.
Honor a ellos.

martes, 9 de agosto de 2011

Los bomberos anónimos

Nacieron con el Cuerpo de Bomberos. Eran carpinteros, cargadores de la Vega Central, gañanes y artesanos. Pusieron su fuerza para mover las bombas a palancas, detener las aguas de las acequias y reemplazar a los agotados bomberos. Y fueron desapareciendo a medida que las bombas a vapor trabajaban mecánicamente para impulsar los chorros de los pitones. Hoy son un recuerdo, a lo mejor muchos no saben siquiera que existieron, pero fueron la fuerza que permitió controlar los grandes incendios de su época. (Foto 1864)

El rostro de Elvira Braniff en mi novela

Para encontrar un rostro para el personaje de Elvira Braniff, de mi novela histórica "Fuego", pedí autorización a mi amiga Jessica para hacer una ilustración que representara a la esposa de Luis Johnson (1887).

Bomberos en la Gran Guerra (1)

Transcribo nota enviada por el voluntario de la Sexta de Valparaíso, señor Edgard Andrés Burboa Duarte, donde nos hace llegar recuerdos de uno de los bomberos italianos que fueron a la Primera Guerra, y quien además se convirtió en mártir del Cuerpo en el dramático incendio de 1 de enero de 1953.
Muchas gracias por la colaboración.

                                           Don Antonio:

Junto con saludarlo y felicitarlo por su blog, le envío antecedentes para que tenga presente en su nota sobre los bomberos que pelearon en la gran guerra, aquí le dejo un veterano de la primera guerra mundial y mártir de la Sexta Compañia Bomba Cristoforo Colombo del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.

Biografía de Umberto Gaggero Capellaro

Ingresó a la Sexta el 31 de julio de 1914. Al momento de su fallecimiento tenía el premio de 35 años de servicio. Miembro de una familia identificada con la Sexta. Ocupó el cargo de Consejero por varios periodos. Fue uno de los sextinos que partió a Italia a defender su patria durante la Primera Guerra Mundial, motivo por lo cual era Miembro Honorario de Compañía por Mérito de Guerra.

Falleció el 15 de enero de 1953 debido a las heridas producidas por la explosión del 1 de enero de 1953. Una calle del Cerro Polanco lleva su nombre
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domingo, 7 de agosto de 2011

Los bomberos en la Gran Guerra

Emilio Debancens

En el número 3 de la revista “1863”, de diciembre de 1977, publicamos un artículo del entonces Secretario General Alberto Márquez Allison (voluntario de la Decimocuarta), sobre los bomberos que partieron de Chile a defender las tierras de sus ancestros. En esta primera entrega, presentaremos un resumen de los voluntarios de Santiago que empuñaron las armas durante la Primera Guerra Mundial. No pretende ser excluyente ni exhaustivo, por lo que agradeceremos los aportes que ustedes nos puedan hacer.

Al ejército francés se incorporaron Emilio Devancens, voluntario entonces de la Tercera  Compañía y héroe de la guerra, premiado con la Orden al Mérito Militar, regresando a Chile en 1917. Varios voluntarios de la Cuarta Compañía, Pompe France, ya habían concurrido a la guerra franco-prusiana de 1870, pero de ellos lamentablemente no quedaron registros. Pero a la Gran Guerra de 1914 concurrió un gran número de voluntarios, dieciocho en total, entre ellos quien fuera comandante y vicesuperintendente del Cuerpo, Enrique Pinaud Cheyre.
De los que partieron y no regresaron por cumplir con su amor a la patria lejana, figuran en el Cuadro de Honor:  Henri Duhart, muerto en combate en noviembre de 1914; Jean-Baptiste Bertolo, caído en enero de 1915; Louis Cheyre, muerto en septiembre; tras él, Georges Patrie, desaparecido en acción ese mismo año; Louis Goyeneche, caído en Verdún en 1916; y finalmente Rene Gerard, también desaparecido en acción en 1917.

De las filas de la Quinta Compañía partió quien fuera más tarde Secretario General, el cirujano Manuel Torres Boonen, integrándose al ejército francés como médico. Francia lo reconoció como Caballero de la Legión de Honor.

De la Séptima Compañía, fundada como bomba francesa en 1864, se dirigieron al frente de batalla los bomberos  Francisco Blancheteau y Humberto Violante. 

La colonia italiana, representada por la Undécima Compañía, envió a un fuerte contingente de voluntarios, entre ellos los bomberos Brughera, Pollarollo, Federici, Innocenti, Odone, Guardaroli, Bucchi, Podestá, Cuneo, Casali, Bertossi y otras más. En el campo de batalla quedó para siempre Julio Gaurdaroli, mientras que Ennio Bucchi regresaba años más tarde, quien quedara ciego, en momentos en que se disparaban los últimos tiros de la guerra, siendo condecorado con la Medalla de Oro al Valor Militar.

De los voluntarios de la Decimocuarta, la bomba británica de Santiago, que formaron en sus filas al ser fundada la compañía en 1958, habían ido a la Primera Guerra Mundial el capitán de Ingenieros Reales Graham Balfour y Eric Davis, teniente del Regimiento de Dorsetshire, quien resultara herido en las campañas de Mesopotamia.

De todos los cuerpos de bomberos del país salieron sus voluntarios a la Gran Guerra. ¡Qué importante sería contar con sus nombres para colocarlos en el Cuadro de Honor de la gratitud!

sábado, 6 de agosto de 2011

Los bomberos y la política.


En momentos en que el país vive días confusos, es bueno recordar que hemos contado con grades personalidades de la política entre las filas de los bomberos. A manera de ejemplo, el presidente Aníbal Pinto fue superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago luego de dejar el mando del gobierno. Que don Antonio Varas asumió como superintendente tres años después de la fundación del Cuerpo. 

Que el presidente Pedro Montt fue voluntario de la Sexta y Secretario General. Que Julio Bañados Espinoza, también de la Sexta, fue Secretario General y luego ministro del presidente Balmaceda. José Francisco Vergara, héroe de la Guerra del Pacífico como ministro de guerra en campaña, también fue Superintendente del Cuerpo, ingresando a la Quinta Compañía. Benjamín Vicuña Mackenna fue director de la Tercera Compañía. 

Y podemos agregar a Enrique MacIver, Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta, Ángel Custodio Gallo, Manuel Recabarren, Ismael Valdés Vergara, Francisco Bascuñán Guerrero, y muchos más, que asumiendo las más altas responsabilidades públicas llevaron siempre la cotona del bombero voluntario como uno de sus más preciados orgullos.

Y ellos son nuestro orgullo.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Ignacio Carrera Pinto?


En mayo de 2011 salió a circulación el nuevo billete de mil pesos, que mantiene el rostro del teniente Ignacio Carrera Pinto, el mismo que aparecía en el anterior, pero cubriendo su cabeza con un kepí militar. Un excelente grabado realizado en la Casa de Moneda de nuestro país. Sólo quisiera hacer un alcance, sin intentar con ello criticar a nadie. La frondosa cabellera de nuestro héroe de La Concepción destaca tanto como sus bigotes gruesos, su labio inferior levemente avanzado y una “mosca” como se llamaba a la pequeña barba que nacía bajo el labio.
Hasta aquí, todo bien. Solo que al contemplar las fotos de Ignacio Carrera Pinto, el personaje es muy distinto. Una calvicie prematura contrasta con la frondosa cabellera; una nariz aguileña  diferente a la mostrada en la ilustración, y una barba mucho más frondosa y recortada según la moda francesa de los 1870.
El rostro que hemos visto en las últimas emisiones de billete se han convertido en un ícono gráfico del mártir chileno, solo que me quedo con el verdadero Ignacio Carrera Pinto, nieto del padre de la Patria José Miguel Carrera (1785-1821)  e hijo de José Miguel Carrera Fontecilla (1821-1860), romántico personaje nacional, revolucionario de 1851 y muerto de pulmonía en el exilio peruano.

A lo mejor existe una fotografía del joven Ignacio donde luce tan frondosa cabellera, pero no la he encontrado hasta ahora.

jueves, 4 de agosto de 2011

El breve gobierno de Marcó del Pont



Las guerras de la independencia chilena habían sido rudas, crueles, rabiosas. El triunfo realista en Rancagua, en 1814, entregaba el poder al general victorioso, don Mariano Osorio. Pero las discrepancias con el virrey del Perú, Fernando de Abascal, significaron su pronta caída. En su reemplazo, llegaba un `personaje absolutamente ajeno a esta realidad.

El 19 de diciembre de 1815 desembarcaba el nuevo Presidente de Chile, don Casimiro Marcó del Pont, Ángel Díaz y Méndez, Comendador de la Orden de Ocaña y otros títulos que llenaban una página. Pero, lo que más llamó la atención del público que le esperaba en el puerto de Valparaíso, fue el lujo que envolvía al nuevo mandatario. Lucía ropas recamadas en dorado, y le acompañaba un séquito de servidores, criados, asistentes y casi un centenar de baúles con sus ropas, porcelanas y adornos para el palacio de los gobernadores.

Y lo que más impresionó a las sobrias personalidades que le aguardaban, fue la carroza que bajaron desde el navío “Javiera”. ¡Sí! ¡Una carroza tallada en oro!


Su mayor dolor de cabeza fue Manuel Rodríguez, jefe del espionaje del general José de San Martín en Chile y un creativo guerrillero que puso en jaque a las fuerzas de ocupación realistas.

Pero, no le duró mucho su reinado, ya que en febrero de 1817, un año y dos meses después de su aparatosa llegada, debió huir tras la victoria patriota en Chacabuco.
Triste historia la de don Casimiro Marcó del Pont, porque fue detenido, mandado a Mendoza, y finalmente murió en un oscuro encierro en Luján, en medio de la pampa argentina.

Sic transit gloria mundi. 

Foto de Tenderini

Fotografía original entregada a las compañías de bomberos con el retrato del mártir Germán Tenderini, muerto el 8 de diciembre de 1870 en el incendio del Teatro Municipal de Santiago. (Colección particular)

miércoles, 3 de agosto de 2011

Todavía cantamos con Eusebio Lillo


Eusebio Lillo es un personaje de novela, poeta, revolucionario, ministro de Estado, y autor de la letra de nuestra Canción Nacional.

Retrocedamos hasta los tiempos del gobierno de Manuel Bulnes (1841-1851). En Chile se cantaba desde 1820 el Himno compuesto por Manuel Robles con letra más que revolucionaria de Bernardo de Vera y Pintado. Su primera estrofa decía: “Ciudadanos: el amor sagrado / de la Patria os convoca a la lid: / libertad es el eco de alarma / la divisa: triunfar o morir. El cadalso o la antigua cadena/ os presenta el soberbio español: / arrancad el puñal al tirano / quebrantad ese cuello feroz”.

Los tiempos de las guerras de independencia habían quedado en el pasado y el gobierno español reclamaba en reiteradas oportunidades un cambio a la letra de nuestro Himno. Finalmente, el ministro de Interior y Relaciones Exteriores, Camilo Vial, llamó a su despacho a un joven poeta que trabajaba en las nuevas oficinas de Estadísticas del Gobierno. Éste se llamaba Eusebio Lillo, y recibió con sorpresa la solicitud del ministro: escribir la nueva letra del himno. Trabajó intensamente y pidió consejo al respetado Rector de la Universidad de Chile, don Andrés Bello, quien revisó el texto y le aconsejó mantener el coro antiguo, de Vera y Pintado, aprobando el resto que había escrito Lillo. Era el año 1847 y Lillo tenía solo 21 años.

La nueva letra se aplicó a la Canción Nacional compuesta por el español exilado en Inglaterra, Ramón Carnicer, en 1828 y es nuestro actual Himno Patrio. Por eso, seguimos cantando con Eusebio Lillo desde hace más de 160 años.

Un pequeño recuerdo  histórico de nuestras tradiciones.

martes, 2 de agosto de 2011

El hijo de Balmaceda

Hemos querido recordar en estas líneas a un destello literario, que como toda llama, pronto se extingue. 
Se llamaba Pedro Balmaceda Toro y era el hijo menor del Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda.
Había nacido el 23 de abril de 1868, y siendo muy pequeño un accidente protagonizado por una niñera significó la caída con graves consecuencias físicas para Pedro. Pero si su cuerpo quedó afectado por una grave deformación, de él surgió uno de los espíritus más refinados de fines de siglo.

En el salón del palacio de la Moneda, el joven Pedro organizaba tertulias literarias y musicales con lo más granado de la intelectualidad, donde eran asiduos concurrentes el joven Rubén Darío, Daniel Riquelme, Jorge Hunneus, Alberto Blest Bascuñán entre otros. Pedro destacaba por su cultura. Amaba a los clásicos, leía en francés, inglés y griego, conocía perfectamente el pensamiento crítico de Gauthier y Musset, y amaba las obras de Chopín. Y en ese pequeño círculo de amigos, Alberto Blest tocaba al piano las obras de Gounod y Massenet entre muchos más, y a veces el propio Pedro Balmaceda interpretaba a Chopin, su favorito. Manuel Rodríguez Mendoza y Vicente Grez entusiasmaban con su buen humor. Balmaceda hijo era un escritor de fuste y publicaba bajo los seudónimos de A. de Gilbert o Jean de Lucon. En 1886, en el diario “La Época”,  había conocido a Rubén Darío, un joven nicaragüense de solo 19 años y escasos recursos, y le guió por las letras, convirtiéndolo en contertulio de sus reuniones. Y mientras Pedro encendía con perfumes los pebeteros de plata, Darío se echaba atrás en un sillón con tapices chinos y escuchaba las traducciones francesas que hacía Balmaceda, y los debates sobre arte, música, y poesía que entablaban los otros asistentes. Fue el propio Balmaceda quien apoyó a Darío a escribir su inmortal "Azul".

Pedro Balmaceda Toro, periodista, escritor y poeta, murió tempranamente, a los 21 años, un día 1° de julio de 1889. Fue Ruben Darío quien escribió en su recuerdo: No ha tenido Chile poeta más poeta que él. A nadie se le podría aplicar mejor el adjetivo de Hamlet: Dulce príncipe.

Fue un dolor profundo para el Presidente Balmaceda, en medio de la crisis que lo costaría la vida dos años más tarde.

lunes, 1 de agosto de 2011

Los bomberos de Iquique en la Guerra Civil de 1891

Iquique, después de los incendios.
Son muchos, pero generalmente desconocidos, los antecedentes sobre la actuación de nuestros bomberos en la Guerra Civil de 1891.
El día 16 de febrero habían desembarcado las tropas congresistas, abriendo las cárceles y liberando a los presos políticos, mientras se asaltaba y quemaba la imprenta "La Voz de Chile", diario balmacedista, cuyo dueño  era el voluntario y tesorero de la Séptima Compañía, "Bomba Tarapacá", señor Enrique Silva Moreno. 
Fue una trabajo efectuado bajo los disparos del combate, y vale la pena recordar ese terrible instante de nuestra historia  bomberil.Es por eso que me ha parecido necesario extraer un valioso documento de esos días, que se encuentra en la sección "Documentos" del Libro "Reseña Histórica del Cuerpo de Bomberos de Iquique" de los autores Leonel Lamagdelaine, Alfredo Layza Bustos, y publicada por la Universidad de Chile en Iquuique, el año 1975.
Es una nota enviada por el capitán don Tomás S. Capella, de la 4a Compañía  de Bomberos Ausonia al Comandante del Cuerpo, don Santiago Sanz.
En esta nota podemos apreciar en toda su dimensión lo que fue la heroica actuación de nuestros bomberos en momentos tan sangrientos como difíciles.



Iquique, 28 de Febrero de 1891
Señor Comandante General del Cuerpo de Bomberos
Pte.

Señor Comandante General,

Cumplo con dar a Ud. cuenta del trabajo efectuado por la Compañía Italiana Ausonia No 4 en los incendios habidos durante la segunda mitad del mes que termina hoy, suplicándole disculpe la aglomeración de detalles y el retardo en razón a las circunstancias anormales atravesadas.

Días 16 y 17. En las primeras horas de la madrugada del 16, se hizo público en los cuarteles de la Guardia Urbana que la población había quedado sin fuerzas suficientes para mantener el orden. Natural era prever tumultos y en consecuencia practiqué visita a las distintas secciones en que he tenido y tengo dividida mi Compañía encontrándolas dispuestas a cumplir con su deber.

A las 8 a.m. el Señor Cónsul de Italia me comunicó que el Cuerpo iba a prestar servicio de ambulancia trasladando desde el punto en que debía detenerse el tren, al Hospital, los heridos que venían de la Pampa. Hice construir cuatro camillas de las que mi Compañía no estaba proveída, pedí otras cuatro al Hospital de Sangre y antes de los diez de la mañana numerosos voluntarios cumplían con esta humanitaria tarea. Como tuviese noticia de que en las horas de la tarde podían llegar más heridos y también para sostener el orden en ese establecimiento que se hallaba rodeado por numeroso gentío, deje una guardia de ocho hombres al mando del Teniente Señor Merani.

No eran las 12 m. cuando en la imprenta de la "Voz de Chile" se declaraba un Incendio; el fuego, esparcido en distintos puntos del edificio de dos pisos y especialmente en el entretecho de los altos, amenazó en pocos segundos no solo a la imprenta, sino a todo el circuito de la manzana.

Ud. presenció desde el primer instante con cuanto entusiasmo todo el Cuerpo de Bomberos se lanzó a cumplir con su misión y durante el incendio que fue sofocado por un diluvio de agua la 4ª alcanzó a trabajar con tres pitones pertenecientes a las secciones "Plaza Prat”, "Morro" y "Calle Tarapacá.

A las 2 de la tarde esa Comandancia convoco a Directorio General o Sesión Extraordinaria en la que se resolvió autorizar a los Bomberos poro permanecer de uniforme y dejar libres a los Capitanes de Compañía para que tomasen con el material y personal de cada una las medidas que juzgase más oportunas al mejor éxito de sus funciones.

Durante el día y a distintas horas, tres veces mi dirección volante de la Calle Tarapacá tuvo que tender material y dar agua para impedir que los cuarteles del 4º de línea y del Regimiento Cívico fuesen incendiados. A las 11 p.m. la Sección de Guardia Urbana “Calle Esmeralda" comunicaba por teléfono a la de "Plaza Prat" que el fuego se había declarado en un despacho de la Calle Barros Arana. Acudí presuroso acompañado del Ayudante Señor Merani, mas resultó infundada la alarma.

Poco antes de las 3 a.m. las campanas de incendio daban nuevamente la señal de alarma como en el dia los bomberos no se hicieron esperar y a lo 4a le cupo trabajar con las Secciones de las Calles Vivar, Tarapacá y La Torre uniendo sus esfuerzos a los de sus hermanos, dichosa de que el pronto éxito coronase el Sacrificio de todos.

A esa hora se sentían aun tiros en varias partes de la Ciudad; no obstante esta circunstancia y la que el fuego había sido intencional, apenas alcanzo a destruir la casa "Salón London" Calle Tarapacá 185, a donde tuvo origen y parte de los patios colindantes. Durante este incendio el maquinista de la "Ausonia" en cumplimiento a instrucciones dadas, levantó vapor esperando órdenes en la Plaza Montt.

Dia 19. A consecuencia del combate librado en esta fecha desde las primeras horas de la mañana, proyectiles de todo calibre cruzaban la ciudad en distintas direcciones produciendo mortífero efecto. Hago presente esta circunstancia para que pueda apreciarse con mas exactitud el trabajo de los bomberos.

Eran más o menos las 12 del dia cuando observé incendio en las cercanías de la caleta del Banco Mobiliario. Domiciliado en lo Plaza Prat frente a la Aduana o donde el tiroteo era mas vivo, tuve que escalar los techos y ganar el corredor del Teatro Municipal para conseguir Salida a la calle Gorostiaga y de esta llegar a mi Sección de la Calle Tarapacá con el gallo de la cual asistí al incendio.

Las disposiciones tomadas por el Sr. Manuel Chinchilla coordinado por el Sr. Francisco Olivan que por falta de oficiales Superiores asumió en los primeros momentos la dirección del trabajo distribuyendo el material que me había precedido, fueron las mas acertadas, y, gracias á ellas y al entusiasmo de los bomberos que acudieron, el fuego fue dominado y extinguido con poco más de una hora de trabajo. De mi compañía trabajaron las secciones Plaza Iglesia y Calle Tarapacá.

Con referencia a este incendio, no puedo menos de señalar a Ud. y al Cuerpo General el comportamiento arrojado y sereno de los señores Luis Motta y Andrés Foscarini Sargentos y Juan Motta voluntario que con la Sección destacada en la Plaza de la Iglesia fueron los primeros en llegar, tender material y dar agua con verdadero peligro para sus vidas considerando que los beligerantes no habían suspendido aún sus fuegos en la dirección amagada como lo hicieron después.

Pocos habían pasado y serían las tres p.m. cuando una espesa humareda destacándose frente al molino Deva, señaló una gran conflagración. Apenas el fuego en su principio, abarqué el inmenso peligro en que se encontraban las bombas contra incendios cuya sombra se distinguía apenas entre el humo y sin mas reflexión que salvar a Iquique del peligro que lo amenazaba me lance al escape con la sección mangueras “Plaza Prat” acompañado por el voluntario de la 4ª Sr. Luis Vassallo y del de la 7ª Sr. M. Carreño. Al atravesar la calle Aníbal Pinto se nos hizo fuego. Seguí sin embargo al trote, y en la calle Pedro Lagos me uní a otra sección de mi compañía situada en el Morro la que venía avanzando arrastrada por el Teniente Tassara y dos voluntarios más. Poco después se unió a los nombrados el Sargento E. Piagio.

Con tal precioso elemento alcancé el grifo llamado Fölsh y Martín sobre él tendí ambas secciones, dirigiendo la una por la Calle Covadonga a las bodegas del Sr. Landenta y la otra por la Calle Souper frente a las bombas y al Molino Deva a cuyo edificio las llamaradas se acercaban con rapidez. El fuego tuvo principio en el callejón que separaba el Almacén del Sr. Landeta de sus propios depósitos, y a mi llegada estos y aquel ardían con violencia.

Iba a dar el agua a pesar de las protestas de la tropa que nos quería impedir el trabajo, cuando la sección del Teniente Tassara tuvo que retroceder bajo la amenaza y ademán de hacer fuego sobre su persona; mientras acudí presuroso a este, igual escena se repitió en la otra sección cuyo pitón en poder del Sr. Vassallo tuvo también que ser retirado; Difícil situación la mía que estando con tanto peligro en el puesto del deber, tenía que presenciar inerte la inmensa ruina que caía sobre Iquique, sin poder utilizar los elementos que tenía a mi disposición y que bastaban para salvarlo todo!

En esos momentos de ansiedad se presentó el Sr. Coronel Soto quien aunque primero dio orden de retirarnos e insistió en ella, a mis instancias de que permitiese salvar las bombas contra incendio cuya destrucción importaba la desaparición de Iquique, accedió, retirando la tropa que tenía apostadas a la espalda de la Casa Landeta. Me exigió en seguida que no intentase apagar las manzanas colocadas entre la acera Norte de la Calle Serrano y el Mar, porqué no lo permitiría bajo ningún pretexto.

Las dificultades no habían terminado, el maquinista de las bombas alarmado con los repetidos proyectiles que caían en el edificio que las encierra, había paralizado su labor y al querer dar agua al material tendido resultaron las cañerías sin presión alguna a consecuencia que el agua del estanque se había sido agotada en el incendio anterior. A repetido golpes me fue abierta la puerta que encontré cerrada y apersonándome al maquinista Sr. Maturana le pedí hasta conseguir su indispensable concurso que desde ese momento presto completo y por lo cual merece el agradecimiento de todos.

Ya era tiempo pues dos minutos más tarde todo habría sido inútil.

Puedo asegurar a Ud., Sr Comandante, que cuando vi los pitones tendidos por los bomberos Tassara y Vassallo arrojar abundante chorro el primero sobre los edificios del Molino y de las Bombas próximos a inflamarse, y el segundo la casa del Señor Schmidt que principiaba á arder y por la cual el fuego iba a comunicarse a las bodegas laterales de salitre y carbón y madera de los SS. Vernal y Castro, R. Boivin, Fölsh y Martín y Banco Mobiliario fue para mi un momento de inmensa satisfacción. Armé enseguida los dos grifos interiores de las bombas y ya con cuatro pitones en activo trabajo me sentía seguro del éxito final.

Durante este tiempo el combate continuaba encarnizado y el lugar que teníamos forzosamente que ocupar era acribillado a balazos por haber estado hasta pocos momentos antes ocupado por tropas, tres veces consecutivas nos vimos envueltos en los torbellinos de escombros y fragmentos que levantaron los proyectiles al hacer explosión.

Mientras tanto, si el fuego era dominado por el Oeste y al Sur no alcanzaba a la Calle Serrano limite de defensa que se me impuso, a Este y Norte avanzaba con espantosa celeridad sin que fuese posible atacarlo. A la Seccion de mi compoñia que armando el grifo Serrano y Patricio Lynch tendió material por la calle de San Martín, le fue hecho fuego directo, y tuvo que retirar sus mangueras hasta que quedó establecido la suspensión de hostilidades poco antes de las 5 p.m. Entonces  pudieron los esfuerzos unidos de las distintas compañías detener en su marcha el elemento devorador que quedó reducido a las manzanas ya abrazadas comprendidas entre las calles de Luis Uribe y Souper de Este á Oeste y de la calle Serrano al Mar, de Sur a Norte. De esas seis manzanas solo salvaron los edificios incombustibles de los SS Granja y Cª, E. Granadino y
la herrería del señor Federico Sparenberg (alemán, balmacedista, y Voluntario de la Germania Nº2).


Dia 20. Cuando el armisticio espiraba, de los restos de la cigarrería Reolla Hnos. y Peluquería Universal se reavivó el fuego alcanzando amenazar el deposito fiscal de Aduanas.

Asistí con mi Sección de la Calle Tarapacá con el agua de la cual se extinguió lo incendiado.

Noche del 27. El fuego debía aún hacer una ultima aparición antes que el mes espirase.
Era la 1.40 a.m. de ayer cuando la esquina de la Plaza Gibraltar con Calle San Martín principiaba á arder. Las compañías puestas en movimiento redujeron en poco tiempo el incendio logrando utilizar mis Secciones "Vivar,  Torapacá y La Torre”.


He terminado, ruda ha sido la labor que nos estaba reservada, y, aunque graves acontecimientos pueden sobrevenir aún, los bomberos de lquique deben estar satisfechos de su obra. En honor a la verdad y a la justicia que asiste al merito, suplico a Ud. anote la conducta de los voluntarios de la 4a Señores Andrés Tassara, Luis Vassallo, Luis Motta y Andres Foscarini como dignos de distinción si el Cuerpo General acuerda alguna á aquellos que olvidaron hasta el instinto de conservación para honrar la misión que desempeñan y la bandera que los alienta al Sacrificio en bien de sus semejantes.

lquique 28 Febrero de 1891
Firma: Tomas S. Capella. Capitán de la 4ª Cia.