jueves, 14 de julio de 2011

Un genio llamado Vicuña Mackenna

El 25 de enero de 1886 Chile despedía a su más grande historiador y político. Don Benjamín Vicuña Mackenna. Quizás nunca antes diera esta tierra una personalidad del nivel de nuestro personaje. Solo un antecedente para comprender su increíble legado histórico. Casi 200 libros de amena y documentada historia y más de 1.150 artículos de prensa. ¡Cómo tenía tiempo para dejarnos tanto!
El gran poeta nicaragüense Rubén Darío, llamado “el príncipe de las letras castellanas” le conoció de cerca, y al enterarse de su muerte señaló: ¿Qué fue Vicuña Mackenna? Enmiendo: ¿qué no fue Vicuña Mackenna? Permítanme decirles que fue un gran político, un gran historiador, tribuno, viajero, poeta en prosa, crítico, literato, diarista incomparable, monstruo de la naturaleza.
Benjamín Vicuña Mackenna nació en Santiago el 25 de agosto de 1831. Sus padres fueron Pedro Félix Vicuña, revolucionario pipiolo y periodista contrario a Portales, y doña Carmen Mackenna, hija del general patriota nacido en Irlanda, don Juan Mackenna O’Reilly. La casa que vio nacer a don Benjamín, era el antiguo hogar de los hermanos Carrera, en las esquinas de Agustinas y Morandé.
Estudió en varios colegios hasta que ingresó al Instituto Nacional y se graduó en leyes. Cuentan que, a los 15 años, ya había leído todos los libros de historia del Instituto y que se los contaba a sus compañeros de estudios.
Estudió leyes en Chile, ciencias naturales en Inglaterra, fue corresponsal en la guerra franco-prusiana (donde lo confundieron con alemán), y escribió un libro fantástico de esa guerra, donde es testigo en primer plano de los personajes y las batallas.
Los diarios ingleses se disputaban sus artículos sobre economía, las universidades del mundo le llamaban a dar conferencias, y era capaz de escribir en tres diarios distintos al mismo tiempo y publicar un libro por semana.

Hombre de su tiempo, Vicuña Mackenna participó en varias revoluciones, fue detenido muchas veces, condenado a muerte, exiliado, candidato a presidente de la república, senador y el alma de la guerra del Pacífico.

En 1849, con 18 años de edad, don Benjamín publicó su primera obra histórica, y lo hizo en el periódico La Tribuna. Se tituló “El sitio de Chillán”. Al día siguiente de la publicación, don Andrés Bello lo llamó a la Universidad para criticarle su gramática, pero lo impulsó a seguir escribiendo porque sus libros tenían el encanto de la eterna juventud.
Don Félix Vicuña, su padre, había sido electo diputado por La Serena, el mismo año en que nacía su hijo Benjamín, pero los conservadores anularon su elección después de Lircay, siendo desterrado a Perú. En 1851, padre e hijo participan en la guerra civil contra la candidatura de Manuel Montt. Para gloria de su nombre, don Félix Vicuña es el fundador de El Mercurio de Valparaíso (1827).
En 1867, Benjamín se casa con su prima Victorina Subercaseaux Vicuña, quien compartirá y apoyará la intensa actividad de su nuevo marido. Decía que Benjamín entraba a la casa como caballo desbocado, llenaba el escritorio con papeles en blanco, humedecía las puntas de sus bigotes con tinta y los sacudía sobre las hojas: había escrito un libro.
En sus últimos años, escribía con un lápiz para no perder tiempo untando la pluma en el tintero.
Escribe sin detenerse más de doscientos libros, algunos de mil páginas; prepara sus conferencias, participa en mitines, exiliado y detenido una y otra vez, Antes de ser deportado, y estando en presidio, entrega los originales de la Vida de Diego de Almagro. Desterrado en Perú, Demetrio O’Higgins, hijo del desterrado Director Supremo, le confía la valiosa documentación de su padre. No hay tema que no desarrolle con pluma experta: los Climas de Chile,  La Guerra a Muerte, los Girondinos Chileno (un recuerdo de los personajes de la Guerra Civil de 1851), la Historia de Valparaíso, la Historia de Santiago, El Motín del 20 de abril de 1851…, todos apoyados con una documentación de primera fuente.
Funda la Sociedad Nacional de Agricultura, el primer Club de la Unión, es intendente de Santiago y remodela la ciudad, convirtiendo el cerro Santa Lucía en un hermoso paseo; se integra al Cuerpo de Bomberos, organiza exposiciones, el primer Museo Histórico Nacional, y cientos de obras sociales.
Con razón Rubén Darío, que lo conoció personalmente, dijo que era el único genio que había dado América en el siglo XIX.
Falleció en la Hacienda de Colmo, cerca de Viña del Mar, a los 56 años, luego que una junta de médicos lo desahuciara.
Sus funerales adquirieron carácter de honores de Estado.
No en vano había sido el más grande personaje de su siglo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario