viernes, 8 de julio de 2011

George Sand y Federico Chopin

Todos conocemos la historia de amor, apasionada y frustrante, en las vidas de Federico Chopin y George Sand. Ella había nacido en 1804, el mismo año en que Napoleón Bonaparte asumía como emperador de los franceses, y la bautizaron Amandine Aurore Lucie Dupin, llegando a convertirse en la baronesa Dudevant. Rostro y alma de los románticos franceses, sus amores escandalizaron a muchos, pero fue la gran escritora del romanticismo. Sus frases fueron famosas. Y su recuerdo, inmortal. Una de sus frases sirva para iniciar este texto. “Te amo para amarte y no para ser amada, puesto que nada me place tanto como verte feliz”.


El gran escritor ruso Fiodor Dostoievsky escribió interesantes recuerdos sobre George Sand y su época. El año 1830 es de revoluciones y marca el desarrollo pleno del movimiento romántico. Dostoiewsky recuerda ese periodo, cuando en Rusia estaba prohibido leer las obras del nuevo movimiento cultural que explotaba en Europa. Y escribe: “Muy pronto se comprendió entre nosotros el gran movimiento literario producido en Europa en el comienzo mismo de la cuarta década… que se manifestó con especial impulso en el arte, en la novela, y sobre todo, con George Sand”. Es cierto que Senkovsky y Bulgarin pusieron en guardia al público contra George Sand, incluso antes que se publicaran sus novelas en ruso. Y asustaron a las damas rusas porque ella usaba pantalones, atemorizando con la depravación y procuraron por todos los medios ridiculizarla. Una frase de George Sand: Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado”.
Sigamos con Dostoievsky. Recuerda que “ella apareció en idioma ruso aproximadamente en la mitad del año treinta, y la admiración que produjo en todos fue considerable. Creo que como a mí, en plena adolescencia, como a todos, sorprendió por la castidad, la elevada pureza manifestada en sus tipos y los ideales puros que sustentaba” . Otra frase de George Sand: “Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor, que muchas veces lloramos de alegría”.


No era fácil en los tiempos en que George Sand escribía, aceptar sus defensas de la mujer, o a sus heroínas que enfrentando el peligro, sobreponían su virtud y su honor. Su palabra sonaba a peligrosa para las mentes más conservadores. No es casualidad que un crítico haya escrito: “en el orgullo de esta requisitoria femenina, en esa castidad irreconciliable con el vicio, en esta osadía con que las inocencia se lanza a la lucha y mira claramente a los ojos, se encierra un veneno, el futuro veneno de la protesta femenina, de la emancipación de la mujer”.


Volvamos a las reflexiones de Dostoievsky. La muerte de la escritora le afecta profundamente, y trata de definir su obra: “George Sand no era una pensadora, pero sí uno de sus más evidentes presentidoras, si es que se me permite usar tan inadecuada palabra, de ese futuro feliz que espera a la humanidad, en el logro de cuyos ideales creyó animosa y generosamente toda su vida”.
Y, una frase de ella: “La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”.


Borrascosa unión la de Federico Chopin y la George Sand, con dificultades domésticas donde las preferencias por los hijos de la escritora generan tormentas familiares. Viajes por Francia, España, Mallorca, y nuevamente Francia, en busca del alivio físico, para un genio que se consume. Ella escribe: “Nos equivocamos a menudo en el amor, a menudo herido, a menudo infeliz, pero soy yo quien vivió, y no un ser ficticio, creado por mi orgullo”.


El 8 de junio de 1876, dejaba de existir Aurora Lucille Dupin, baronesa Dudevant, personaje marcado por su tiempo, amante del poeta Alfred de Musset, amiga de Liszt y Delacroix, compañera por años de Federico Chopin, escritora de avanzada, luchadora por la igualdad femenina y profunda crítica literaria y social. Ya dedicaremos un texto al gran Chopin, pero valía la pena conocer un poco más a su musa de sus años finales.

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