lunes, 4 de julio de 2011

EN LA ESCUELA DE PERIODISMO

En marzo de 1964 me integraba al primer año de la Escuela de Periodismo.                                                      - Nos dijeron que tú eras democratacristiano – me señaló un alumno de un curso superior, rubio, de ancha sonrisa. Óscar González Clark se veía muy seguro, mucho más que yo, ya que me asignaban una categoría que no tenía y en un medio absolutamente desconocido, como era el primer día de ingreso a la universidad.
- ¿Tú eres Antonio, verdad?
- Sí. - contesté, porque era cierto.
Media hora más tarde me paraba sobre el escenario del aula mayor de la Escuela y llamaba al silencio a una masa desordenada de unos ciento veinte alumnos.

- El Centro de Alumnos nos ha pedido que organicemos el curso y nombremos delegados - alcancé a gritar mientras algún desconocido simpatizante pedía silencio - Para facilitar las cosas, vamos a poner en esta pizarra los nombres que ustedes digan y las dos primeras mayorías serán nuestros delegados.
En medio del ruido alguien de la segunda fila gritó Tú, como te llamai. A lo que grité por mi cuenta Antonio, entre seguro y mejor-me-voy. Voto por Antonio! y anoté mi nombre. Samuel Urzúa, gritó alguien en medio de un grupo, y un flaco de lentes y peinado con partidura levantó la mano. Juan RojoFélix Castro… Y vino la votación y salimos electos Samuel Urzúa y yo.
Guitarreando en el casino. A mi lado, Carmen Gloria Donoso y sentada, Anamaría Caballero




















Fue mi estreno en la política nacional. De ahí a presidente de curso de primer año, y a entrar de lleno a la JDC, grupo que se insinuaba especialmente dinámico y atractivo en un año de elecciones presidenciales. A la primera reunión del centro de alumnos, encabezada por un panameño de nombre Marco Gandásegui, asistió el presidente en ejercicio de la Fech. Era alto, con un rulo que le caía en la frente y ojos semi-perdidos detrás de unos lentes de grueso marco negro.
- Se llama Luis Maira - me dijo Carmen Gloria Donoso, que oficiaba como integrante del centro de alumnos del curso, y a la vez  fanática democratacristiana. Y fui conociendo a los que serían mis compañeros de estudios. La Juppy Álvarez, también DC; Juan Rojo, socialista; Félix Castro, socialista; Samuel Urzúa, comunista; Santiago del Campo, DC; Alejandro este-que-Koffman, socialista y tartamudo; Magali Daudet Proust, la de los apellidos literarios, pro DC; la hermosa Vivianne Barry, mi primer latido de corazón universitario (a pesar de mi eterna fidelidad con la Patty, polola que perduraba desde los tiempos del quinto año de humanidades en el British High School). 


Margarita Prado
El grupo iba creciendo a medida que se acercaban las elecciones de septiembre de ese año 1964. Federico Gana Johnson, Pury Gaune, Bernardita Aguirre, cuya amiga Margarita Prado también me generaba latidos extra, pero ella formaba parte de un círculo más estrecho, más de élite, con Javier Beytía y Patricia Schneider, que aunque socialista, era de una belleza nórdica sólo comparable a su buena ropa. Lo que sí nos igualaba a todos era la ausencia de automóviles. Si mal no recuerdo, sólo  Magali Daudet, Patricia Schneider y  Florencia Varas tenían auto de su propiedad. El resto debíamos caminar hasta Irarrázaval o Macul para agarrar locomoción. En mi caso, llegaba hasta la Plaza Ñuñoa, tomaba la liebre Manuel Montt-Cerillos, me bajaba en Providencia y caminaba hasta mi casa.
Al principio, la rutina comprendía salir de clases, ir a buscar a la Patty (que estudiaba Biología en el Pedagógico, en la misma Facultad de Filosofía y Educación en la que estaba mi escuela), y donde era compañera de curso de un muchacho de voz profunda, Pedro Sánchez, con quien años más tarde hicimos una estrecha amistad, tanto en Televisión Nacional como en el mundo de la fotografía y la radio, y que hasta hoy perdura.
Luego, debía viajar en micro hasta su casa en calles Toesca y Ejército, regresar en la noche a la casa, comer con la gringa (madre) y el pelao (padre), escuchar en la radio el concierto nocturno, y tener listo el uniforme de bombero a los pies de la cama. 

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