Ganar el Premio de Roma había sido su ambición, y al lograrlo, dejaba atrás su círculo de amigos y artistas, una novia y el sueño imposible de su romance con una actriz de segunda categoría. Ya en Italia sintió la decepción de un ambiente- para él – estrecho y parroquial. Los poetas románticos son su inspiración, y compone obras en las que ese sentimiento impregna absolutamente sus obras, aun cuando sea difícil imaginar a qué parte de una obra pertenece. Y es el caso de la obra que vamos a recordar.
Por supuesto que es Héctor Belioz el compositor al que nos referíamos, el mismo que estando en Italia y al enterarse del matrimonio de su novia, cambió sus ropas por las de mujer, compró un par de pistolas y viajó en diligencia para matar a la infiel. Y todos sabemos que regresó a Italia, tras una breve farsa de suicidio y siguió ganando el dinero que le otorgaba el premio.
Pero al regresar, sumó recuerdos y dos años más tarde iniciaba el trabajo.
Y nacía Haroldo en Italia. El gran Paganini le pide, admirado por su Sinfonía Fantástica, una pieza para su Stradivarius. Berlioz trabaja primero sobre las últimas horas de María, Reina de los Escoceses, pero finalmente termina con una sinfonía en cuatro movimientos: Haroldo en Italia.
Berlioz era un romántico de tomo y lomo, un hombre a quien lo convencional le disgustaba profundamente, y escuchar en Italia la ópera tan en boga en esos momentos simplemente lo detestaba. En cambio añoraba, según el mismo lo escribe, ponerme al servicio de un jefe de bandoleros. Esa es la vida que anhelo: “volcanes, rocas, entre rumas de pillaje en las cuevas de la montaña, un concierto de alaridos acompañados por una orquesta de pistolas y carabinas, sangre y “lachryma Christi”, una cama de lava mecida por temblores subterráneos. Allons donc, voilà la vie!”
El estreno de esta sinfonía fue un éxito inesperado, pero de ahí en adelante, sólo fracaso. Pareciera que su paso por Italia cortó la carrera ascendente iniciada con La Sinfonía Fantástica. Su segunda Sinfonía, Haroldo en Italia, aun nos sorprende. Siendo un concierto para viola, respondiendo a la petición hecha por Paganini, sin embargo su participación es breve, sin cadenzas, y solo al final de la obra. Por los títulos de sus cuatro movimientos, sería un poema sinfónico, o música programática enlazada por el tema solista como una “idea fija”. Y sin embargo es la obra más cercana a Beethoven, ciñéndose fielmente a la estructura sinfónica del maestro.
En su creatividad, Berlioz entrega a Haroldo el rol de observador de la obra, llevando la orquesta la descripción. En el tercer movimiento (Serenata de un montañés de Abruzzes, allegro assai – allegretto), Berlioz recuerda su estadía en Italia, en Alatri, cuando está regresando a Nápoles, y estando esa noche en un albergue de duras camas, plagadas de piojos -según su gráfica descripción – escuchó a unos jóvenes dando una serenata a una amante apoyada en un balcón, con el acompañamiento de una guitarra y un desafinado clarinete. Este será el trasfondo musical del tercer movimiento de Haroldo en Italia, de Berlioz.
Al enfrentar el cuarto movimiento (orgía de los bandoleros, allegro frenetico – adagio – allegro – tempo primo), la viola asume totalmente la subjetividad, la interpretación del entorno, mientras la orquesta sigue más fuertemente su función descriptiva. Caminos, ritmos de la procesión y las balas que matan al viajero, a Childe Harold. La viola enmudece y se funde en el ceremonial berlioziano de la muerte, una marcha fúnebre sin el sello de otras que él escribiera, porque se mezcla la muerte con la orgía de los bandoleros, mientras Haroldo cae mortalmente herido.
Decíamos que Haroldo había sido un éxito en su estreno. El regreso de Italia de Berlioz se veía auspicioso. La Sinfonía Fantástica le había dado nombre, y ahora estrenaba Lelio, algo así como su segunda parte; Harriet Smithson, su mujer idolatrada, finalmente accedía a casarse con él, pero vendría la terrible realidad a enseñorearse en la vida del compositor. Su ópera Benvenuto Cellini fracasaba, su mujer le endeudaba mientras padecía una y otra enfermedad, y la ruina solo se veía compensada con un inesperado regalo, 20.000 francos, enviado por Paganini junto a una nota en que se leía: “Muerto Beethoven solo Berlioz puede hacerle revivir”.
Los años siguientes serían de soledad, fracaso y muerte. Solo la compañía de María Recio fue su consuelo.
Héctor Berlioz, el maestro de la orquestación y de la música programática, falleció en 1869.
(Recuerdos de mi programa Música y Músicos en Radio Beethoven)
-"Siendo un concierto para viola, respondiendo a la petición hecha por Paganini, sin embargo su participación breve, sin cadenzas, y solo al final de la obra"-...
ResponderEliminarTengo entendido que precisamente este fue el motivo por el cual Paganini rechazò rotundamente este concierto una vez terminado por Berlioz; por lo menos en un principio. Pues siendo un concierto para viola; lo breve y falta de matices; no permitìa mostrar el virtuosismo del excelente violinista; del cual gustaba jactarse en el escenario; como lo informaba la prensa italiana de la època....
Patricio Campos Lagos