El Pontífice Juan VIII había terminado los oficios en San Pedro y encabeza a la jerarquía que le acompaña hacia su residencia papal en el Palacio Laterano. Era el año 857 y todos admiraban al personaje que había sucedido a León IV (Papa entre 847 y 855). El breve reinado de este fallecido pontífice se desarrolló entre sínodos y combates contra los sarracenos, los que incluso habían incendiado parte del barrio Vaticano, lo que le lleva a levantar un muro para proteger la basílica de San Pedro y que se conoce como el muro leontino.
Había que elegir un sucesor y las miradas se concentraron en un religioso joven dotado de una gran elocuencia. Y fue elegido por los cardenales para reemplazar a León IV, asumiendo como Juan VIII.
Su historia está envuelta en la leyenda, que nos relata una existencia azarosa. Juana es hija de un misionero establecido en Ingelheim am Rhein, en la actual Alemania, para convertir a los pueblos sajones. Enamorada a los 12 años de un monje, se disfraza de hombre para ingresar al mismo monasterio y estar junto a su amado. Pero Juan Angelicus, como así se le conoce, es descubierta y los amantes deben huir. Pero en el viaje el monje desaparece y Juan (Juana) que aún viste las ropas sacerdotales, llega a Roma, donde se convierte en copista y maestro. Eso le permite viajar a Constantinopla y Atenas. Finalmente se establece en el reino de los francos, gobernado entonces por Carlos el Calvo, hijo de Carlomagno. En el año 848 se dirige a Roma, convirtiéndose en secretario del Papa León IV. Rápidamente destaca por su erudición y es elegida Papa con el nombre de Juan VIII. Pero un lamentable accidente termina con su pontificado.
Juana estaba embarazada de uno de sus sirvientes (o del embajador Lamberto de Sajonia según algunos autores) y el día que recordábamos al inicio de esta nota, tropieza y cae en una de las estrechas callejuelas romanas, ante la preocupación de los dignatarios de la Iglesia. El accidente acelera el proceso de parto, dando a luz en la calle. La preocupación se transforma en indignación fanática, y Juana es llevada a las afueras de la ciudad siendo apedreada por sus fieles hasta darle muerte.
De urgencia se reúne el colegio de cardenales y nombra un sucesor, Benedicto III y señalando como año de su ascenso el mismo 855 de Juana. Así se borraban los dos años, siete meses y cuatro días de pontificado de la papisa.
Para muchos, una leyenda destinada a atacar a la Iglesia. Para otras, un hecho histórico.
Lo cierto es que en la cronología de los papas católicos, el pontificado de la papisa Juana fue borrado.
Excelente!! Don Antonio! muy interesante, se agradece nuevamente su tiempo por la publicaciòn; no he podido publicar nada ùltimamente; he dedicado la mayor parte de mi tiempo en cuidar la salud de mi amado padre quièn estuvo muy; pero muy enfermito; falleciendo recièn este pasado viernes. Ayer domingo le dimos cristiana sepultura en el PARQUE DEL SENDERO... mis saludos.
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