Pocos son los que ven en Francisco Miranda (1750-1816) al padre de nuestra independencia. Al repasar su vida, sus viajes y sus acciones militares, Miranda se nos aparece como un ser único en nuestra Historia. En el breve espacio que nos permite esta página nos vamos a referir a su permanencia en Europa, convulsionada por los cambios políticos de fines del siglo XVIII.
Llegado a España en 1771, adquiere el título de capitán de infantería, cancelando 85.000 reales de vellón (como se hacía en aquellos tiempos), preparándose previamente en profundos estudios de matemáticas, idiomas y arte militar. Dos años después de haber llegado, ingresaba al Regimiento de Infantería de la Princesa, mezclando combates y vida social. Héroe en el sitio de Melilla (1775), herido en el combate de Argel el mismo año, arrestado por mal uso del uniforme militar, vigilado por la Inquisición a raíz de su biblioteca rica en libros prohibidos, finalmente es enviado a Cádiz al Batallón de Aragón.
Y parte a la guerra en Estados Unidos, donde en la batalla y victoria de Pensacola, Miranda se gana las jinetas de teniente coronel. Enviado como espía a Jamaica, en poder de los ingleses, logra sacar la información precisa de sus defensas, y cuando está elaborando el plan de ataque, es acusado formalmente por la Inquisición. Nuevas acciones militares, nuevas acusaciones hasta que finalmente escapa a Estados Unidos. La guerra por la independencia ha terminado, pero Miranda se convierte en personalidad, tratando con destacados políticos, entre ellos conoce al propio George Washington en Filadelfia, y a Samuel Adams. Pero las persecuciones españolas lo obligan a abandonar los Estados Unidos, trasladándose a Inglaterra en 1785.
Pero nuevamente es vigilado, bajo la acusación de traición a España, y resuelve viajar a Rusia. Recorre Bélgica, Alemania, Austria, Hungría y Polonia, aumentando su saber, y sus colecciones de libros. En Rusia establece amistad con el Príncipe Potemkin, quien lo presenta ante la emperatriz Catalina la Grande. Pero ningún espacio es suficiente para el gran Miranda, y está en París en 1791, en plena Revolución Francesa. Amigo de los girondinos, como Brissot y Villaneuve, se une a la campaña de La Convención contra los Países Bajos. Ya es el segundo comandante del ejército francés en la campaña, logrando entre otras victorias la de Valmy, en 1792. Es mariscal de Francia, cuando es acusado durante el régimen del Terror. Y aunque su nombre es grabado en el Arco de Triunfo durante el imperio de Napoleón I, resuelve viajar a Inglaterra, donde inicia su vasto plan de independencia americana. Amigo del ministro Pitt, planifica la invasión contra los españoles de América del Sur pero el fracaso final (1806), lo lleva a alejarse de las autoridades. Es entonces cuando crea la Logia Lautarina para darle independencia a Hispanoamérica, a la cual se integran los patriotas más decididos que están en esos días en el continente europeo.
Está a la cabeza de las guerras de la independencia en Venezuela. Pero, traicionado por sus compañeros de armas, es entregado a los españoles. Encerrado en Puerto Cabello y luego en Puerto Rico, hasta ser enviado a la prisión de La Carraca, en España.
Allí muere el padre de la revolución latinoamericana el 14 de julio de 1816, a los 66 años de edad. Un breve homenaje a uno de los grandes de nuestro continente.
Miranda en su prisión en La Carraca. |
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