Francisco Bilbao nació, vivió y murió mientras Franz Liszt era el amo absoluto de los salones parisinos.
Cuentan que el niño Francisco Bilbao Barquin había heredado de su abuelo, Antoine Berney, la pasión por las revoluciones..
Pero el muchacho alcanzaría aun mayor renombre que su abuelo al convertirse en cabeza visible e indiscutible de los movimientos revolucionarios en el Chile de mediados del siglo diecinueve.
Digamos que nuestro personaje era alto, de penetrantes ojos verdes, melena aleonada, y voz electrizante, y que generaba espontánea seducción en los políticos y los obreros de su tiempo. Y que no vivió una vida muy apacible.
Nació en Santiago en 1823, pero debió pasar su infancia en el destierro, en Lima, junto a sus padres. Cuando regresa a Chile (1839) descubre la poderosa fuerza del racionalismo, estudia filosofía, lee y escribe, y sus escritos generan polémica, tanto, que su Sociabilidad chilena, publicada en 1844, es considerada un ataque directo a los sacerdotes, siendo condenado por blasfemo, inmoral y sedicioso. Se defiende en los tribunales ante una muchedumbre que le espera ansioso y que tras aplaudir el triunfo de Bilbao, reúne las multa exigida.
Su pensamiento llamó la atención en Francia donde Edgar Quinet publica estos hechos en su obra El Cristianismo y la Revolución Francesa. Ese año, Bilbao, con sus 21 años, viaja a Francia, entra en contacto con los principales pensadores que le admiran, entre ellos Quinet, Lamennais y Michelet, miembros destacados del Colegio de Francia. En 1848 regresaba a Chile ingresando al departamento de Estadísticas del Gobierno para ser, entre otros, el promotor de las guerras civiles de aquellos años.
El candidato presidencial del gobierno es el conservador Manuel Montt. Bilbao pone su pluma y pensamiento en impedir su triunfo. Se une a Vicuña Mackenna, que tiene 19 años, a Santiago Arcos, que también regresa desde Paris, José Zapiola, Eusebio Lillo, Manuel Recabarren y muchas más.
Funda la Sociedad de la Igualdad, primera expresión organizada de la política chilena, donde se integran los aristócratas cercanos al liberalismo y los obreros que inician su organización gremial.
Allí, los seguidores de la revolución francesa cambiaban sus nombres por los héroes girondinos exaltado por Lamartine en su Historia de los Girondinos (1847). Lastarria era Brissot, Bilbao era Vergniaud, Recabarren era Barbaroux, y Eusebio Lillo era Rouget de l’Isle. Pero el gobierno, temiendo un brote revolucionario, asalta el local de la Sociedad (19 de agosto de 1850) y decreta el estado de sitio. Por su publicación de Los Boletines del Espíritu, es excomulgado.
La lucha se inicia el 20 de abril de 1851 y Bilbao está entre los cabecillas del motín que dirige el coronel Pedro Urriola. Tras un fallido asalto al cuartel de artillería, la revolución fracasa y los principales jefes deben huir del país, mientras otros se concentran en Copiapó y en Concepción, para continuar la Guerra civil.
Bilbao logra exiliarse en Perú, donde escribe más obras y pensamientos, pero es obligado a alejarse y parte a Europa (1855). En Paris publica El Dualismo de la Civilización Moderna, y regresa a Buenos Aires donde su pluma no descansa.
Participa activamente en las luchas políticas argentinas. Estando a orillas del Mar del Plata, rescata a una mujer que ha caído y se ahoga, logrando salvarla. Pero el esfuerzo fue demasiado para su cuerpo, muriendo pocos días después de una neumonía, acompañado por su gran amigo José Victorino Lastarria.
Era el 9 de febrero de 1865.
Francisco Bilbao, tenía 41 años.
A veces es bueno recordar a esos personajes que nos dieron pensamiento y acción y que no tienen un lugar de privilegio en la memoria de los chilenos.
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