sábado, 17 de septiembre de 2011

Dos 18 de septiembre.

En 1810, se reunía un Cabildo Abierto en la ciudad de Santiago de Chile. Las noticias llegadas desde  España hablaban de la invasión de los ejércitos franceses y la prisión del rey Fernando VII. Y al igual que lo que ya  estaba ocurriendo en otros países, se buscaba la fórmula para preservar la colonia al “bienamado” rey español, sumándose Santiago a la tendencia de proclamar su adhesión a la monarquía hispana. Y eso fue el 18 de septiembre, pero detrás de ese acto surgía entre los concurrentes la idea de avanzar hacia un proceso de independencia, que sólo se hará más claro al año siguiente, cuando durante el gobierno de José Miguel Carrera se proclame un ensayo constitucional que desconocía cualquier ley que no fuera nacida en la Patria. Bandera y escudo nacionales sellaban ese pacto de libertad.

Después vendrán las guerras y el triunfo realista, sometimiento al país a la corona en 1814, hasta recuperar la independencia en 1817.
Pero ese 18 de septiembre se había dado el primer paso, y por eso Chile lo celebra como  el día de las Fiestas Patrias.

Cuán diferente lo que ocurriría 81 años más tarde, en un 18 de septiembre distinto, y en medio de un país ensangrentado por la guerra civil. Porque ese 18 de septiembre de 1891 el presidente constitucional José Manuel Balmaceda apoyaba el revólver en su sien y terminaba con su vida. Era el cierre a una etapa de grandes transformaciones encabezadas por las tendencias liberales y que daría paso al poder de los congresistas.

Dos 18 de septiembre, tan diferentes en sus emociones y en sus consecuencias. Y por eso quisimos recordar esos dos días, iguales en fecha pero tan contrapuestos en significación. En el primero se abría la puerta a las grandes transformaciones que darían forma a la república. En el segundo, la puerta simplemente se cerró.

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