sábado, 8 de diciembre de 2012

Gobernadores de Chile y otros


Gobernadores de Chile.

¿Se ha preguntado usted cuántos gobernantes hemos tenido en Chile desde que don Pedro de Valdivia se instalara en el valle de Mapocho hasta nuestros días?
¿100?, ¿200?, ¿300?.... No es fácil, así es que le vamos a dar una mano.
En 160 oportunidades hemos tenido a un gobernante de la capitanía general y más tarde República de Chile. 160 gobernantes ha tenido Chile a lo largo de su historia.  Ahora bien, algunos son famosos y otros absolutamente desconocidos. Entre los primeros, Pedro de Valdivia, Rodrigo de Quiroga, Francisco de Villagra y García Hurtado de Mendoza. Absolutamente reconocidos por ser los personajes de la conquista española. Y con Hurtado de Mendoza se iniciaba la colonia.
Fácil. Y sabemos que el último gobernador español colonial fue don Francisco Antonio García Carrasco en 1810, cuando le entregó el mando a don Mateo de Toro y Zambrano, quien, de gobernador colonial pasó a ser presidente de la primera junta de gobierno ese mismo año 1810.
Pero hay algunos que ni siquiera imaginamos que algún día fueron gobernadores de nuestro país.
Y para entretener esta conversación, vamos a recordar a algunos de esos personajes que pasaron, sin pena ni gloria, por el palacio de los gobernadores de Chile.

Don Diego González Montero y Justiniano.

Les voy a contar la breve historia del aun más breve gobierno de don Diego González Montero y Justiniano, que alcanzó el más alto título en dos oportunidades pero solo en forma interina. El bueno de don Diego González Montero y Justiniano había nacido en Chile en 1588, y su madre se llamaba Ginebra Justiniano, pero no tenemos antecedente alguno que el nombre de mamá, Ginebra,  haya influido en los gustos del muchacho.
Cuando don Alonso de Ribera, uno de los gobernadores militares más famosos de la colonia, se hizo cargo del mando, nombró a nuestro don Diego González Montero y Justiniano ni más ni menos que alguacil mayor el día 17 de febrero de 1605.
Por fin un título para mostrar a la familia.
Ahora, no sabemos si le mostró su título a su primera señora o a la segunda, ya que el sufrido  don Diego González Montero y Justiniano casó en primeras nupcias con doña María Clara de Loaiza, y en segundas nupcias con doña Ana del Águila Sarmiento, que no lo sabemos, pero que con esos apellidos debe haber controlado al bueno de don Diego y que debió morir anciana por su segundo apellido.
Un año más tarde el nuevo gobernador lo nombraba capitán de caballería, y más tarde, capitán de infantería hasta llegar a maestre de campo en 1625. Hasta aquí, todo bien. Incluso fue nombrado gobernador interino en caso de muerte del gobernador titular. Y cuando en 1662 falleció el gobernador Pedro Porter y Casanate, todos miraron a don Diego González Montero y Justiniano y fue nombrado gobernador interino.
Pero la alegría le duró apenas desde febrero a mayo de 1662, cuando llegó el nuevo gobernador don Ángel Peredo.
Pero, como todo buen afán tiene siempre recompensa, ocho años más tarde fallecía el gobernador de esos días, don Diego Ávila Coello Pacheco, marqués de Navamorquende, y nuestro buen Diego González Montero y Justiniano asumió como gobernador interino, mientras llegaba el nuevo gobernador en propiedad.
Pero nuestro sufrido personaje estaba enfermo, entregando el mando militar a su hijo. Pero alcanzó a estar como gobernador interino desde febrero hasta octubre, cuando llegó el propietario don Juan Henríquez de las Casas.
Pero hay un dato que podemos destacar en la oscura existencia de nuestro personaje: fue el primer chileno que fue presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general en una época en que todos eran españoles.
Y merece todo nuestro respeto.
El eterno gobernador interino falleció en 1673, a la avanzada edad de 85 años.

Don Pedro de Vizcarra.

Recuerdos de nuestros gobernadores, los más desconocidos, aquellos que usted, de seguro, nunca había escuchado, como es el caso de don Pedro de Vizcarra. Este abogado había nacido en España, y las crónicas no han conservado no siquiera el año que nació ni el año en que murió.
Sabemos que fue abogado, que viajó a América en función de legislador para administrar las riquezas que se sacaban sin descanso a los pobre indígenas, y que anduvo por Nicaragua, donde casó con la señorita María Arias Riquel, para después meterse en litigios legales y militares en Quito y en Lima, hasta que lo mandan a Chile en 1590. Esa fecha la tenemos al menos de seguro.
Llevaba solo un día cuando el gobernador Alonso de Sotomayor lo deja al mando del gobierno. Sin duda, la carrera administrativa más rápida de la historia americana.
Dos meses más tarde llegaba el nuevo gobernador, el desgraciado y desventurado Martín Óñez de Loyola, ni más ni menos que sobrino del fundador de la orden de los jesuitas.
El nuevo gobernador llegó en 1592 y ocho años más tarde moría combatiendo con los mapuches, en el terrible desastre de Curalaba.
Y nuestro abogado asumía interinamente el cargo de gobernador, arrasando los campamentos mapuches y dando un duro golpe a los alzamientos indígenas. Hasta que llegó el nuevo gobernador y dejó el cargo.
La vida de este abogado convertido en militar y gobernador se habría perdido en las penumbras del olvido si no fuera porque siendo juez le tocó procesar al tío de la Quintrala, el capitán Juan Rodulfo Lisperger.
Y nunca más supimos de él.
Mientras en nuestro territorio luchaban los conquistadores españoles con los mapuches, en el resto del mundo las cosas no andaban muy tranquilas.
Si algo caracteriza a esos años que van desde los 1500 a los 1600 son las permanentes guerras religiosas. En Francia se enfrentan católicos y hugonotes, incluyendo una noche de terror como lo fue la Noche de San Bartolomé, en la que solo en París fueron asesinados 2.000 protestantes y otros 10.000 más en provincias.
En los Países Bajos estallaba otra guerra religiosa, donde los reyes católicos intentan imponer su religión a belgas y holandeses. Los ingleses apoyan a los protestantes atacando las naves españolas que llegan desde la Indias. Son los tiempos del corsario Francis Drake.
El imperio turco está en plena expansión y solo va a ser detenido en la batalla de Lepanto, en pleno mar Mediterráneo en 1571. En esa batalla estuvo don Miguel de Cervantes y Saavedra, el autor del Quijote de la Mancha y conocido desde entonces como “el manco de Lepanto”.
Y en Chile, estábamos en plena guerra de Arauco, que va a durar más de trescientos años.
Como vemos, las historias y los personajes se van entretejiendo para  mostrarnos un tapiz más amplio y completo de una época.

1571.

Si decimos 1571, recordamos la batalla naval de Lepanto.
¿Qué otras cosas ocurrían ese año?
Varios nacimientos ilustres:
Nace el escritor español Tirso de Molina, nace el pintor Michelangelo Merisi de Caravaggio, más conocido como il Caravaggio, y el gran astrónomo Johannes Képler.
Como ve, fue un año muy destacado en nuestra historia universal.
Qué de cosas han pasado en estos doscientos años de país independientes y en estos 13 mil años de presencia humana en nuestro territorio. En el año 2013 se van a recordar los ciento cincuenta años de la fundación del cuerpo de bomberos de Santiago. Y habrá muchas actividades relacionadas con tan importante fecha. Y recordaremos los dramáticos hechos que dieron vida a los bomberos de la capital, a sus personajes más destacados.

Y a propósito, grandes personajes de nuestra historia y de nuestra cultura fueron bomberos.
Por nombrar a algunos, don Valentín Letelier, don Fermín Vivaceta, don Enrique MacIver, el presidente don Pedro Montt, el presidente don Aníbal Pinto, el ministro don Antonio Varas, el constructor de ferrocarriles don Enrique Meiggs, grandes políticos radicales como los hermanos Matta y los hermanos Gallo, y cientos  y miles más de chilenos y extranjeros que han pasado por las filas de la institución favorita de los chilenos, los cuerpos de bomberos voluntarios del país.

Recuerdos de José Zapiola

¿Se acuerda de José Zapiola? “Cantemos la gloria del himno triunfal que el pueblo chileno obtuvo en Yungay...” ¿Se acuerda de haber cantado esta canción en el colegio? No sabe cuánto me alegro, porque ahora simplemente no se canta, y nada la conoce. Una lástima.
Pero, volvamos Zapiola y sus recuerdos de treinta años. En uno de sus textos anota: “San Bruno (se refiere al temido capitán de los Talaveras durante la Reconquista), San Bruno, años de 1815 y 1816, había dado a lo que entonces podía llamarse policía de seguridad, esa forma odiosa y a veces burlona que ha pasado con horror hasta estos tiempos”. Y agrega Zapiola que al ingresar las tropas españolas a Santiago, después de la victoria de Rancagua en 1814, la ciudad estaba completamente embanderada con los colores de España.
¿De dónde salieron esas banderas?
Y eran banderas nuevas, porque antes de 1810 nadie ponía banderas en las casas. Pero nuestro previsor pueblo las tenía guardadas, por si acaso.
Y un dato que no deja de llamar la atención cuando pensamos en la mentalidad de nuestros conciudadanos.  El día de la batalla de Maipú, es decir, el 5 de abril de 1818, las tropas realistas recibieron desde Santiago y de regalo, pan caliente antes de entrar en combate, mientras que las fuerzas patriotas un poco de pan frío.
Así se escribe la Historia, esa historia chiquitita pera tan significativa.

¿Compró ya los “Recuerdo de Treinta Años” de José Zapiola?
Este brillante músico había nacido en 1802, sin conocer a su padre, Bonifacio Zapiola, que nunca se casó con su madre Carmen Cortez. Y eso lo colocó de inmediato en la segunda fila de la escala social de aquel entonces.
Cuenta el propio Zapiola que el primer día en llegar a clases fue incluido en la primera sección. En esa época había una primera sección para la gente de bien y una segunda sección para los más pobres. Y lo colocaron en la primera sección porque llegó muy bien vestido y con medias blancas. Pero muy pronto, descubierta su realidad, lo destinaban a la segunda sección, pasando así su primera vergüenza social.
Y al terminar sus estudios entró como aprendiz de un viejo joyero para iniciar así un oficio. Nunca aprendió, pero se entretenía tocando instrumentos, e imitando las trompetas de los talaveras que dominaban las calles de Santiago durante la Reconquista española, y más tarde a los músicos del ejército libertador.
Y así se inició en la música, convirtiéndose en uno de los mejores exponentes de la cultura musical chilena.

Los conquistadores.

¿Se imaginan cómo serían esos días en que un puñado de conquistadores se internaba por gigantescos desiertos, con sus petos metálicos amarrados a la montura, descubriendo con sus ojos europeos los inmensos territorios del nuevo mundo?
Acostumbrados a llevar una vida de carencias en su tierra natal, de la que arrancaban para encontrar fortuna en el nuevo continente descubierto hacía tan poco por Cristóbal Colón, de pronto un golpe de suerte los convertía en grandes señores, con cientos de aborígenes de su propiedad, pero con la mano siempre cerca de la empuñadura de su espada. Riqueza y peligro dormían siempre juntos en su sueño de conquistador.
Algunos de los acompañantes de Valdivia se internaron con él al sur, siempre al sur, recorriendo cordilleras nevadas, desiertos y selvas en un permanente avanzar. Al final de la mirada, el oro, la mágica respuesta a tantas privaciones. Y se imaginaba regresando a España, vestido de gran señor, luego de hacerse la América.

La expedición militar más grande de la historia de la conquista la encabezó el adelantado don Diego de Almagro, cuando avanzó a Chile en 1535.
Imagine lo que era encabezar una expedición con 500 soldados, 100 esclavos negros y 10 mil indios yanaconas. Más que una ejército, una invasión.
Y al frente, Almagro, que nunca aprendió a leer ni a escribir, hijo ilegítimo, sin apellido, por lo que llevaba el que describía su lugar de nacimiento: Almagro. Tuerto por una flecha que el hirió en su conquista del imperio incásico, y rumiando la rabia por los títulos que Pizarro había obtenido del propio rey de España, relegándole a un papel segundón en la Historia de la Conquista.
En 1536 descubría Chile.
Y en 1537, frustrado, sin haber encontrado el oro soñado, en la más absoluta miseria luego de haber invertido toda su riqueza en la expedición, regresaba al Perú donde poco después encontraría la muerte horrorosa en el garrote, a manos de sus enemigos, los hermanos  Pizarro.
Así de fuerte, así de brutal fue esa época donde comenzaba a gestarse la raza latinoamericana.
Pocos españoles regresaron a su patria. Convertidos de pronto en dueños, terratenientes y encomenderos, con cientos de hectáreas de su propiedad y cientos de indios a su servicio, nada de esto se podía comparar a las tierras áridas y secas de la meseta castellana de la que habían salido en búsqueda del oro.

Historias de Terremotos.

Un recuerdo del terremoto de 1906. Fue un sismo terrible que destruyó Valparaíso y parte de Santiago. Cuentan las crónica de Alfonso Calderón que el Teatro Municipal de Santiago comenzó a quebrarse en medio del movimiento terrestre, y el público salía corriendo horrorizado hacia la Alameda. Esa noche se estaba presentando la ópera Tosca, con el maestro Armani, Paoli, la Agostinelli, Amelia Pinto y Nicoletti.
Cantantes y público corrían desesperados por las calles buscando u n lugar amplio, como la Alameda, y siguieron corriendo hasta tirarse de rodillas frente a la iglesia de San Francisco, pidiendo confesión y perdón.

Tan dramático como ese terremoto lo había sido el de 1647, conocido como el terremoto del señor de Mayo, y que tuvo como protagonistas principales al obispo Gaspar de Villarroel y la famosa Quintrala, doña Catalina de los Ríos y Lisperguer.
Si anda por Santiago, vaya al templo de San Agustín, y visite al Cristo de la Agonía. Es el mismo que fue testigo del terremoto de 1647, y podrá ver cómo la corona de espinas rodea el cuello de la imagen, sin ser posible subirla y colocarla en la frente, como estaba originalmente dispuesta antes de resbalar con el terremoto.

Los terremotos son, para muchos devotos, un castigo divino, algo así como el fuego sagrado que destruyó Sodoma y Gomorra.
Hubo un terremoto en los tiempos de nuestra independencia al que la aterrada población acusó como responsable al mismísimo director Supremo Bernardo O’Higgins.
Fue la noche del 19 de noviembre de 1822.
Solo digamos que esa noche fue de terror, con el mar que atacó en varias oportunidades al destruido puerto de Valparaíso, que el propio O’Higgins debió ser sacado del palacio de gobierno que se caía a pedazos, y que el cielo había sido cruzado por una luz aterradora.
El responsable fue, para los fanáticos, un castigo porque O’Higgins había creado el cementerio general, entre otras impiedades.
Cosas curiosas y recordables de nuestra Historia. 

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