Gobernadores de Chile.
¿Se ha
preguntado usted cuántos gobernantes hemos tenido en Chile desde que don Pedro
de Valdivia se instalara en el valle de Mapocho hasta nuestros días?
¿100?,
¿200?, ¿300?.... No es fácil, así es que le vamos a dar una mano.
En 160 oportunidades
hemos tenido a un gobernante de la capitanía general y más tarde República de
Chile. 160 gobernantes ha tenido Chile a lo largo de su historia. Ahora bien, algunos son famosos y otros
absolutamente desconocidos. Entre los primeros, Pedro de Valdivia, Rodrigo de
Quiroga, Francisco de Villagra y García Hurtado de Mendoza. Absolutamente
reconocidos por ser los personajes de la conquista española. Y con Hurtado de
Mendoza se iniciaba la colonia.
Fácil. Y
sabemos que el último gobernador español colonial fue don Francisco Antonio
García Carrasco en 1810, cuando le entregó el mando a don Mateo de Toro y
Zambrano, quien, de gobernador colonial pasó a ser presidente de la primera
junta de gobierno ese mismo año 1810.
Pero hay
algunos que ni siquiera imaginamos que algún día fueron gobernadores de nuestro
país.
Y para
entretener esta conversación, vamos a recordar a algunos de esos personajes que
pasaron, sin pena ni gloria, por el palacio de los gobernadores de Chile.
Don Diego González Montero y Justiniano.
Les voy a
contar la breve historia del aun más breve gobierno de don Diego González
Montero y Justiniano, que alcanzó el más alto título en dos oportunidades pero
solo en forma interina. El bueno de don Diego González Montero y Justiniano
había nacido en Chile en 1588, y su madre se llamaba Ginebra Justiniano, pero
no tenemos antecedente alguno que el nombre de mamá, Ginebra, haya influido en los gustos del muchacho.
Cuando don
Alonso de Ribera, uno de los gobernadores militares más famosos de la colonia,
se hizo cargo del mando, nombró a nuestro don Diego González Montero y
Justiniano ni más ni menos que alguacil mayor el día 17 de febrero de 1605.
Por fin un
título para mostrar a la familia.
Ahora, no
sabemos si le mostró su título a su primera señora o a la segunda, ya que el
sufrido don Diego González Montero y
Justiniano casó en primeras nupcias con doña María Clara de Loaiza, y en
segundas nupcias con doña Ana del Águila Sarmiento, que no lo sabemos, pero
que con esos apellidos debe haber controlado al bueno de don Diego y que debió
morir anciana por su segundo apellido.
Un año más
tarde el nuevo gobernador lo nombraba capitán de caballería, y más tarde,
capitán de infantería hasta llegar a maestre de campo en 1625. Hasta aquí, todo
bien. Incluso fue nombrado gobernador interino en caso de muerte del gobernador
titular. Y cuando en 1662 falleció el gobernador Pedro Porter y Casanate, todos
miraron a don Diego González Montero y Justiniano y fue nombrado gobernador
interino.
Pero la
alegría le duró apenas desde febrero a mayo de 1662, cuando llegó el nuevo
gobernador don Ángel Peredo.
Pero, como
todo buen afán tiene siempre recompensa, ocho años más tarde fallecía el
gobernador de esos días, don Diego Ávila Coello Pacheco, marqués de
Navamorquende, y nuestro buen Diego González Montero y Justiniano asumió como
gobernador interino, mientras llegaba el nuevo gobernador en propiedad.
Pero
nuestro sufrido personaje estaba enfermo, entregando el mando militar a su
hijo. Pero alcanzó a estar como gobernador interino desde febrero hasta
octubre, cuando llegó el propietario don Juan Henríquez de las Casas.
Pero hay un
dato que podemos destacar en la oscura existencia de nuestro personaje: fue el
primer chileno que fue presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán
general en una época en que todos eran españoles.
Y merece
todo nuestro respeto.
El eterno
gobernador interino falleció en 1673, a la avanzada edad de 85 años.
Don Pedro de Vizcarra.
Recuerdos
de nuestros gobernadores, los más desconocidos, aquellos que usted, de seguro,
nunca había escuchado, como es el caso de don Pedro de Vizcarra. Este abogado
había nacido en España, y las crónicas no han conservado no siquiera el año que
nació ni el año en que murió.
Sabemos que
fue abogado, que viajó a América en función de legislador para administrar las
riquezas que se sacaban sin descanso a los pobre indígenas, y que anduvo por
Nicaragua, donde casó con la señorita María Arias Riquel, para después meterse
en litigios legales y militares en Quito y en Lima, hasta que lo mandan a Chile
en 1590. Esa fecha la tenemos al menos de seguro.
Llevaba
solo un día cuando el gobernador Alonso de Sotomayor lo deja al mando del
gobierno. Sin duda, la carrera administrativa más rápida de la historia
americana.
Dos meses
más tarde llegaba el nuevo gobernador, el desgraciado y desventurado Martín
Óñez de Loyola, ni más ni menos que sobrino del fundador de la orden de los
jesuitas.
El nuevo
gobernador llegó en 1592 y ocho años más tarde moría combatiendo con los
mapuches, en el terrible desastre de Curalaba.
Y nuestro
abogado asumía interinamente el cargo de gobernador, arrasando los campamentos
mapuches y dando un duro golpe a los alzamientos indígenas. Hasta que llegó el
nuevo gobernador y dejó el cargo.
La vida de
este abogado convertido en militar y gobernador se habría perdido en las
penumbras del olvido si no fuera porque siendo juez le tocó procesar al tío de
la Quintrala, el capitán Juan Rodulfo Lisperger.
Y nunca más
supimos de él.
Mientras en
nuestro territorio luchaban los conquistadores españoles con los mapuches, en
el resto del mundo las cosas no andaban muy tranquilas.
Si algo
caracteriza a esos años que van desde los 1500 a los 1600 son las permanentes
guerras religiosas. En Francia se enfrentan católicos y hugonotes, incluyendo
una noche de terror como lo fue la Noche de San Bartolomé, en la que solo en
París fueron asesinados 2.000 protestantes y otros 10.000 más en provincias.
En los
Países Bajos estallaba otra guerra religiosa, donde los reyes católicos
intentan imponer su religión a belgas y holandeses. Los ingleses apoyan a los
protestantes atacando las naves españolas que llegan desde la Indias. Son los
tiempos del corsario Francis Drake.
El imperio
turco está en plena expansión y solo va a ser detenido en la batalla de
Lepanto, en pleno mar Mediterráneo en 1571. En esa batalla estuvo don Miguel de
Cervantes y Saavedra, el autor del Quijote de la Mancha y conocido desde
entonces como “el manco de Lepanto”.
Y en Chile,
estábamos en plena guerra de Arauco, que va a durar más de trescientos años.
Como vemos,
las historias y los personajes se van entretejiendo para mostrarnos un tapiz más amplio y completo de
una época.
1571.
Si decimos
1571, recordamos la batalla naval de Lepanto.
¿Qué otras
cosas ocurrían ese año?
Varios
nacimientos ilustres:
Nace el
escritor español Tirso de Molina, nace el pintor Michelangelo Merisi de
Caravaggio, más conocido como il Caravaggio, y el gran astrónomo Johannes
Képler.
Como ve,
fue un año muy destacado en nuestra historia universal.
Qué de
cosas han pasado en estos doscientos años de país independientes y en estos 13
mil años de presencia humana en nuestro territorio. En el año 2013 se van a
recordar los ciento cincuenta años de la fundación del cuerpo de bomberos de
Santiago. Y habrá muchas actividades relacionadas con tan importante fecha. Y
recordaremos los dramáticos hechos que dieron vida a los bomberos de la
capital, a sus personajes más destacados.
Y a
propósito, grandes personajes de nuestra historia y de nuestra cultura fueron
bomberos.
Por nombrar
a algunos, don Valentín Letelier, don Fermín Vivaceta, don Enrique MacIver, el
presidente don Pedro Montt, el presidente don Aníbal Pinto, el ministro don
Antonio Varas, el constructor de ferrocarriles don Enrique Meiggs, grandes
políticos radicales como los hermanos Matta y los hermanos Gallo, y cientos y miles más de chilenos y extranjeros que han
pasado por las filas de la institución favorita de los chilenos, los cuerpos de
bomberos voluntarios del país.
Recuerdos de José Zapiola
¿Se acuerda de José Zapiola? “Cantemos la gloria del himno triunfal que el pueblo chileno obtuvo en Yungay...” ¿Se acuerda de haber cantado esta canción en el colegio? No sabe cuánto me alegro, porque ahora simplemente no se canta, y nada la conoce. Una lástima.
¿Se acuerda de José Zapiola? “Cantemos la gloria del himno triunfal que el pueblo chileno obtuvo en Yungay...” ¿Se acuerda de haber cantado esta canción en el colegio? No sabe cuánto me alegro, porque ahora simplemente no se canta, y nada la conoce. Una lástima.
Pero,
volvamos Zapiola y sus recuerdos de treinta años. En uno de sus textos anota:
“San Bruno (se refiere al temido capitán de los Talaveras durante la
Reconquista), San Bruno, años de 1815 y 1816, había dado a lo que entonces
podía llamarse policía de seguridad, esa forma odiosa y a veces burlona que ha
pasado con horror hasta estos tiempos”. Y agrega Zapiola que al ingresar las
tropas españolas a Santiago, después de la victoria de Rancagua en 1814, la
ciudad estaba completamente embanderada con los colores de España.
¿De dónde
salieron esas banderas?
Y eran
banderas nuevas, porque antes de 1810 nadie ponía banderas en las casas. Pero
nuestro previsor pueblo las tenía guardadas, por si acaso.
Y un dato
que no deja de llamar la atención cuando pensamos en la mentalidad de nuestros
conciudadanos. El día de la batalla de
Maipú, es decir, el 5 de abril de 1818, las tropas realistas recibieron desde
Santiago y de regalo, pan caliente antes de entrar en combate, mientras que las
fuerzas patriotas un poco de pan frío.
Así se
escribe la Historia, esa historia chiquitita pera tan significativa.
¿Compró ya
los “Recuerdo de Treinta Años” de José Zapiola?
Este
brillante músico había nacido en 1802, sin conocer a su padre, Bonifacio
Zapiola, que nunca se casó con su madre Carmen Cortez. Y eso lo colocó de
inmediato en la segunda fila de la escala social de aquel entonces.
Cuenta el
propio Zapiola que el primer día en llegar a clases fue incluido en la primera
sección. En esa época había una primera sección para la gente de bien y una
segunda sección para los más pobres. Y lo colocaron en la primera sección
porque llegó muy bien vestido y con medias blancas. Pero muy pronto,
descubierta su realidad, lo destinaban a la segunda sección, pasando así su
primera vergüenza social.
Y al
terminar sus estudios entró como aprendiz de un viejo joyero para iniciar así
un oficio. Nunca aprendió, pero se entretenía tocando instrumentos, e imitando
las trompetas de los talaveras que dominaban las calles de Santiago durante la
Reconquista española, y más tarde a los músicos del ejército libertador.
Y así se
inició en la música, convirtiéndose en uno de los mejores exponentes de la
cultura musical chilena.
Los conquistadores.
¿Se imaginan cómo serían esos días en que un puñado de conquistadores se internaba por gigantescos desiertos, con sus petos metálicos amarrados a la montura, descubriendo con sus ojos europeos los inmensos territorios del nuevo mundo?
¿Se imaginan cómo serían esos días en que un puñado de conquistadores se internaba por gigantescos desiertos, con sus petos metálicos amarrados a la montura, descubriendo con sus ojos europeos los inmensos territorios del nuevo mundo?
Acostumbrados
a llevar una vida de carencias en su tierra natal, de la que arrancaban para
encontrar fortuna en el nuevo continente descubierto hacía tan poco por
Cristóbal Colón, de pronto un golpe de suerte los convertía en grandes señores,
con cientos de aborígenes de su propiedad, pero con la mano siempre cerca de la
empuñadura de su espada. Riqueza y peligro dormían siempre juntos en su sueño de
conquistador.
Algunos de
los acompañantes de Valdivia se internaron con él al sur, siempre al sur,
recorriendo cordilleras nevadas, desiertos y selvas en un permanente avanzar.
Al final de la mirada, el oro, la mágica respuesta a tantas privaciones. Y se imaginaba
regresando a España, vestido de gran señor, luego de hacerse la América.
La
expedición militar más grande de la historia de la conquista la encabezó el
adelantado don Diego de Almagro, cuando avanzó a Chile en 1535.
Imagine lo
que era encabezar una expedición con 500 soldados, 100 esclavos negros y 10 mil
indios yanaconas. Más que una ejército, una invasión.
Y al
frente, Almagro, que nunca aprendió a leer ni a escribir, hijo ilegítimo, sin
apellido, por lo que llevaba el que describía su lugar de nacimiento: Almagro.
Tuerto por una flecha que el hirió en su conquista del imperio incásico, y
rumiando la rabia por los títulos que Pizarro había obtenido del propio rey de
España, relegándole a un papel segundón en la Historia de la Conquista.
En 1536 descubría
Chile.
Y en 1537,
frustrado, sin haber encontrado el oro soñado, en la más absoluta miseria luego
de haber invertido toda su riqueza en la expedición, regresaba al Perú donde
poco después encontraría la muerte horrorosa en el garrote, a manos de sus
enemigos, los hermanos Pizarro.
Así de
fuerte, así de brutal fue esa época donde comenzaba a gestarse la raza
latinoamericana.
Pocos
españoles regresaron a su patria. Convertidos de pronto en dueños,
terratenientes y encomenderos, con cientos de hectáreas de su propiedad y
cientos de indios a su servicio, nada de esto se podía comparar a las tierras
áridas y secas de la meseta castellana de la que habían salido en búsqueda del
oro.
Historias de Terremotos.
Un recuerdo del terremoto de 1906. Fue un sismo terrible que destruyó Valparaíso y parte de Santiago. Cuentan las crónica de Alfonso Calderón que el Teatro Municipal de Santiago comenzó a quebrarse en medio del movimiento terrestre, y el público salía corriendo horrorizado hacia la Alameda. Esa noche se estaba presentando la ópera Tosca, con el maestro Armani, Paoli, la Agostinelli, Amelia Pinto y Nicoletti.
Un recuerdo del terremoto de 1906. Fue un sismo terrible que destruyó Valparaíso y parte de Santiago. Cuentan las crónica de Alfonso Calderón que el Teatro Municipal de Santiago comenzó a quebrarse en medio del movimiento terrestre, y el público salía corriendo horrorizado hacia la Alameda. Esa noche se estaba presentando la ópera Tosca, con el maestro Armani, Paoli, la Agostinelli, Amelia Pinto y Nicoletti.
Cantantes y
público corrían desesperados por las calles buscando u n lugar amplio, como la
Alameda, y siguieron corriendo hasta tirarse de rodillas frente a la iglesia de
San Francisco, pidiendo confesión y perdón.
Tan
dramático como ese terremoto lo había sido el de 1647, conocido como el
terremoto del señor de Mayo, y que tuvo como protagonistas principales al
obispo Gaspar de Villarroel y la famosa Quintrala, doña Catalina de los Ríos y
Lisperguer.
Si anda por
Santiago, vaya al templo de San Agustín, y visite al Cristo de la Agonía. Es el
mismo que fue testigo del terremoto de 1647, y podrá ver cómo la corona de
espinas rodea el cuello de la imagen, sin ser posible subirla y colocarla en la
frente, como estaba originalmente dispuesta antes de resbalar con el terremoto.
Los
terremotos son, para muchos devotos, un castigo divino, algo así como el fuego
sagrado que destruyó Sodoma y Gomorra.
Hubo un
terremoto en los tiempos de nuestra independencia al que la aterrada población
acusó como responsable al mismísimo director Supremo Bernardo O’Higgins.
Fue la
noche del 19 de noviembre de 1822.
Solo
digamos que esa noche fue de terror, con el mar que atacó en varias
oportunidades al destruido puerto de Valparaíso, que el propio O’Higgins debió
ser sacado del palacio de gobierno que se caía a pedazos, y que el cielo había
sido cruzado por una luz aterradora.
El
responsable fue, para los fanáticos, un castigo porque O’Higgins había creado
el cementerio general, entre otras impiedades.
Cosas curiosas
y recordables de nuestra Historia.
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