Alberto Márquez Allison
Cuando se fue de mi casa la noche del sábado
iba sonriendo. Durante más de cuatro horas habíamos estructurado el libro para
los 150 años de los bomberos de Santiago, ordenado el cierre del libro sobre
Historia de los Uniformes Militares y
nos habíamos dado tiempo para definir nuestro itinerario en Londres. Veía su
cara radiante, como imaginando cumplir el sueño de tantos años. Ir los dos
hermanos, por primera vez juntos, caminando por las calles de Londres. Es una
justa recompensa a nuestro esfuerzo, me señalaba entre los cafés con queques
(tradición de cada sábado), y el plato de tallarines con huevos que le ofrecía,
fórmula no muy creativa de mi despensa semanal.
Alberto era un soñador y un realizador.
Habíamos compartido la Historia asumiendo cada uno una parte de ella; habíamos
entrado como bomberos, alcanzando cada cual destacados cargos. Fuimos a los
mismos colegios, y tras dar nuestros bachilleratos, entraba en la escuela de
derecho de la Chile y yo en la de periodismo. Siempre tres años después de él.
Siempre estuvimos juntos, en las buenas y en
las malas. Se le ocurría hacer un diorama para un museo, y ahí estábamos todos
pintando figuras, haciendo los terrenos, siempre a escala metódica, con un
bagaje de información que entregaba a torrentes. Cuando escribí la novela histórica “Fuego”
leyó las quinientas páginas en tres días y me señaló las principales
correcciones. Cuando quería descansar me decía “vámonos a Viña” y caminábamos
por los recuerdos de nuestra infancia en el Cerro Alegre.
Tuvo momentos ingratos, humillantes para muchos
(cada cual sabe a qué me refiero), y siempre salió adelante. Era un caballero
de armadura frágil, siempre atento, siempre preocupado de los demás, siempre
tratándome como a su hermano chico.
En el largo dolor que siguió a su separación de
los bomberos y del ejército, guardó silencio. Y una vez más se levantó.
La muerte de Cristina, su esposa, fue el golpe
más fuerte de su vida. Y salió adelante. Su ingreso a la Catorce, fue la
recompensa magnífica a tanta postergación y mentira que se tejió en su contra.
La Catorce dio un ejemplo que vale la pena conocer. Cuando de propuso el nombre de Alberto para
incorporarse a la Catorce, no tuvo voto alguno en contra. Y fue recibido con
una ovación, con la compañía de pie. Y justo al cumplir un año de servicio, fue
electo Secretario con un solo voto en blanco, el de él.
Ha sido una de las figuras más destacadas del
Cuerpo de Bomberos de Santiago, un erudito en Historia Militar, un académico de
primer nivel, creador de Museos, revistas, libros, conferencista, padre-madre
de sus cinco hijos por largos años y un amigo cercano de los jóvenes
voluntarios de la Compañía.
¡Qué no fue Alberto! Como diría Rubén Darío.
Lo más importante para mí, es que fue mi
hermano, mi socio en cuanta aventura se le ocurrió. Por eso, al despedirle en
el cementerio el martes 14, ¡Catorce! en medio de bandas militares, gaiteros,
descargas de fusil y campanadas de la bomba, sentí que perdía la mitad de mi.
Seguramente ya estás conversando con nuestro
amigo Felipe Dawes, con quien compartiste tantos proyectos y tan hermosa
amistad.
Gracias Alberto, por todo lo que fuiste y por
la inmensa obra que dejaste.
hermosas palabras.
ResponderEliminaranimo y fuerza
Antonio, desde los '80 cuando fuiste nuestro profe en la Usach y de las tertulias en tu casa, brotaba espontáneamente ese hermandad potente entre Uds.
ResponderEliminarRecibe mi solidaridad en este momento y en el porvenir, en el cual el dolor será parte insoslayable.
Ten la certeza que desde donde se encuentre, te seguirá apoyando e iluminando, pues es la tarea del hermano mayor...
Un abrazo
Celso Rocha M.
Profe:
ResponderEliminarNo hay nada mas bello que ver la admiracion de un hermano a otro y el amor que se trasmiten. Mucha fuerza y tranquilidad.
Un fuerte abrazo.
Que hermoso homenaje a tu hermano. Tuve el privilegio de conocerlo en el viejo Cuartel General, él como un brillante Secretario General, yo como un incipiente Ayudante General y posteriormente Inspector.
ResponderEliminarTengo grabado a fuego un recuerdo muy personal de una anécdota vivida con Alberto en aquellos años, y que en algún momento te la compartiré.
Que ajustada a la realidad es la semblanza que acabas de hacer de él. Te felicito y te acompaño sinceramente en el dolor de esta irreparable pérdida.
Un abrazo Toño.
Patricio Labarca Cordano
Un honor conocerte y compartir contigo en la Escuela de Publicidad de la UDP, momentos en que fuiste mi director de escuela, y luego en Bomberos. Mis condolencias y apoyo, en este difícil momento. Que los mártires se cuadren ante otor hermano que se cobija entre los grandes de esta historia Bomberil como humana. Abrazo, querido Antonio. Con afecto Cristián Pizarro!
ResponderEliminarPrecioso tío, no lo había visto hasta hoy. Besos
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