Pocas veces la Historia registra un acto tan macabro como lo ocurrido en Roma en el turbulento año 897, cuando las disputas por el poder en Italia entre el Imperio Carolingio, en franca descomposición, y las familia de la península, llevó a consumar la más cruel de las parodias que registra el mundo vaticano. Y vamos a recordar parte de esa historia que apenas conocemos.
En menos de un siglo, en el periodo que va desde el año 872 al 965, la Iglesia tuvo 24 papas, de los cuales hubo 9 en tan solo 9 años, y varios de ellos terminando su pontificado gracias al veneno, el estrangulamiento o el cuchillo.
Desde el año 866 Formoso era el obispo de Porto, cerca de la salida del río Tíber, en un periodo en que nadie era ajeno a las disputados territoriales, participando activamente los reyes, los papas, los príncipes y los ambiciosos de poder. El imperio creado por Carlomagno se dividía entre sus hijos y estallaban las guerras entre sus sucesores. El obispo Formoso es parte de esta trama histórica, y apoya a Arnulfo de Caringia, bastardo de la familia imperial como pretendiente al trono italiano.
Pero las cosas se le complican al obispo cuando el papa Juan VIII, defensor de las pretensiones de Guido de Spoleto al trono italiano, excomulga a Formoso, quien debe buscar refugio en Lombardía.
Roma es, en esos días, un sitio poco seguro y el propio papa Juan es envenenado y rematado a martillazos, asumiendo como papa Marino I, quien restituye a Formoso en el obispado en Porto (883). Luego asumen dos nuevos papas, Adriano III (que solo alcanzó a disfrutar un año el papado), siendo su sucesor Esteban V (que había sido elegido por el colegio antes de la muerte de Adriano). En el año 891 muere Esteban V y los ojos se dirigen a Porto, donde Formoso es llevado a Roma para ser ungido papa ese mismo año.
Difícilmente podemos imaginar el mundo del fines del siglo noveno, pero se viven días de angustia. Los enfrentamientos entre Guido de Spoleto (rey de Italia) y Arnulfo de Carintia (rey de Francia y Lotaringia y que en verdad se llamaba Arnulf von Kärnten) por la corona de toda la península llevan al nuevo papa Formoso a pedir el auxilio de Arnulfo. Los hechos se precipitan y Arnulfo invade Roma, pero luego debe retornar a sus tierras ante nuevos intentos de despojarle del trono. Los partidarios de Spoleto aprovechan el instante y apresan al papa Formoso. Arnulfo regresa a Roma y Formoso es liberado, pero el odio de los partidarios de Spoleto se acumulará sin piedad contra el papa.
Bajo la protección de los carolingios, el papa Formoso va a vivir hasta los 80 años, falleciendo - según algunos autores - por envenenamiento. Le sucede Bonifacio VI, quien extrañamente vivió tan solo 15 días. Arnulfo debe regresar a sus territorios y asume el control de la ciudad el hijo de Guido, Lamberto, quien es proclamado rey y emperador por el nuevo papa Esteban VI. Y la esperada venganza de los Spoleto finalmente toma forma. Lamberto exige a Esteban juzgar por traición al fallecido papa Formoso, enterrado hacía ya seis años.
Y comienza el macabro proceso.
Formoso es desenterrado, vestido con los ornamentos papales, sentado en el sillón de San Pedro y enjuiciado por traición entre febrero y marzo del año 897.
La Historia recuerda este episodio como el Concilio del Terror.
En este juicio increíble, desarrollado en la Basílica Constantiniana, Formoso fue acusado de haber ascendido al trono en forma ilegal por lo que se obligó a todos los sacerdotes que Formoso había ordenado durante su magisterio a hacer sus votos nuevamente. Al cadáver se le cortaron los tres dedos con los cuales los papas bendicen a la multitud y luego fue arrastrado por las calles de la ciudad hasta llegar al punto donde una pira de madera lo esperaba para ser quemado. La parodia sangrienta terminó cuando el cadáver de Formoso fue lanzado a las aguas del Tíber.
Pero nadie escapaba a esta tragedia y pocos meses después, la misma multitud que se había ensañado con los resto de Formoso, atacaba al palacio papal y encerraba en prisión al papa Esteban VI donde será estrangulado el 14 de agosto de ese mismo año 897.
Y para cerrar esta historia, el nuevo papa Juan IX (que solo duró dos años, entre 898 y 900) reivindicó la figura de Formoso, devolviéndole su categoría de Papa y enterrando sus restos (encontrados por un pescador) en solemne ceremonia.
El Papa Formoso, juzgado y condenado después de muerto, había resucitado para ocupar su lugar en la Historia de la Iglesia.
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