jueves, 23 de enero de 2014

Adiós, Santiago querido.

Nos conocimos el primer día de clases en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Eso fue en marzo de hace ya 50 años. Tenía una personalidad fuerte,  atractiva, de líder de la palabra. Incluso, llegaba casado cuando todos (o casi todos) bordeábamos los 18 años. 

Santiago del Campo Edwards, lleno de literatura en sus venas, fue nuestro amigo durante este largo tiempo. Y cuando el golpe militar de 1973 nos dejó con un doloroso y prolongado tiempo libre, logré reingresar a una agencia de publicidad como creativo y conseguí que a Santiago también le abrieran las estrechas puertas de esos días. Y fue un gran creativo y mejor amigo.

Pasaron los años y uno de sus hijos, Nicolás - dramáticamente fallecido poco después en un accidente - trabajó en mi pequeña agencia junto a mi hijo Andrés, cuando ambos empezaban a dar sus primero pasos en la profesión de sus padres.

Fueron muchas pequeñas historias que compartimos, a veces pernoctando en mi casa, otras conversando en el viejo bar del Congreso, y que dieron profundas y emotivas bases a nuestra amistad de cinco décadas.

El viernes pasado lo despedimos en una  parroquia rebosante de senadores, ex ministros, familia y amigos. Era un personaje y así quedó de manifiesto en ese triste momento.

Mientras lo recordemos, Santiago del Campo seguirá vivo entre nosotros.






No hay comentarios:

Publicar un comentario