En un día como hoy una bala quitó la vida al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y daba origen a una de las leyendas más importantes del siglo veinte. John Kennedy se presentaba al mundo de ese entonces como un líder distinto, cuyas preocupaciones eran las que caracterizaban a la Guerra Fría: el muro de Berlín, Cuba, la lucha por los derechos civiles de negros y latinoamericanos en su propio país.
Fue el hombre de esa Guerra Fría, cuando la órbita soviética y la órbita norteamericana dominaban sin contrapeso sobre los países del tercer mundo. Eran días de tensión permanente, como ese año 1962 cuando éramos testigos aterrados del enfrentamiento entre las flotas de guerra de las dos potencias en la llamada crisis de los misiles en Cuba. Khruschev y Kennedy lograron solucionar la mayor crisis atómica de la Historia con una llamada telefónica.
Solo un año más tarde, en Dallas, Texas, en los estados racistas del sur, estado contrario a los derechos civiles, Lee Harvey Osvald apretó el gatillo de su fusil italiano Mannlicher-Carcano de la Segunda Guerra Mundial. A 81 metros de distancia la bala disparada terminó con la vida del presidente de 46 años.
Kennedy fue el hombre de la carrera espacial sin poder alcanzar a ver la llegada del hombre a la Luna. Pero más que nada y por sobre todo, JFK fue el aire fresco que necesitaba la política mundial. Fue una esperanza para generaciones de jóvenes del planeta, fue valiente, con una mujer hermosa que convertía a la pareja en un nuevo cuento de hadas. Los Kennedy eran la nueva época, y así fueron asesinados, primero John y después Robert, su hermano.
Por eso, a 50 años, cuando ya todo es parte de la leyenda y las emociones tremendas de ese día se dan disolviendo en el pasado, quisimos recordarlo para dejar constancia que esos rostros, esas ideas y esos sueños aún siguen vivos.