Me han pedido que publique mis palabras de despedida en los funerales de Alberto el día Catorce.
Y estas fueron:
Querido hermano, único hermano y compañero de toda mi vida.
Y estas fueron:
Querido hermano, único hermano y compañero de toda mi vida.
¿Te acuerdas cuando, siendo niños, nos dividimos la Historia del Mundo? Yo, hasta los griegos. Tú, desde los romanos en adelante. Yo, el renacimiento. Tú, las guerras napoleónicas.
¿Y de las maquetas de las grandes batallas que fabricábamos con alfileres, plastecina y esmalte, y que años después fueron los dioramas que se exhiben en nuestros grandes museos militares?
Siendo estudiantes del colegio, corríamos al sonar las sirenas de incendio para admirar a esos héroes que recortaban sus negras siluetas contra el telón de llamas naranjas.
Quisimos ser bomberos y fuimos bomberos. Tú primero, yo después.
Sin imaginarlo entonces, fuiste el brillante Secretario General del Cuerpo por nueve años. Y yo siempre a tu lado, cuando creabas la revista 1863 o el Museo de los Bomberos.
En el año 1987, en el centenario de la tragedia de los mártires Johnson y Ramírez, una nueva tragedia se estaba gestando en el interior de nuestra compañía de entonces.
Pocos podrán comprender el dolor del exilio de Alberto y tantos otros.
Fuiste un proscrito por más de dos décadas.
Pero, ante nuestra insistencia, golpeaste la mejor puerta de los bomberos, tu querida Catorce, la de tu amigo y compadre Felipe Dawes. Y esas puertas se abrieron de par en par para recibirte de pie en medio de los aplausos.
Fue tu noche inolvidable. Volvías a ser feliz.
Y cuando vivías el mejor momento de tu vida.
Cuando la catorce te elegía secretario a un año de ingresar.
Cuando preparábamos las maletas para el sueño más ansiado: ir juntos a Londres,
la noche del sábado enfrió tu aliento para siempre.
Pienso que los grandes dolores de tu vida no te dieron permiso para disfrutar la felicidad.
Y en un acto de rabia feroz, te silenció para siempre.
Pero hiciste tanto en esta vida, que el recuerdo de cada uno de ellos te mantendrá siempre vivo entre nosotros.
Si te vas preocupado, porque faltó terminar tantos trabajos por ti iniciados, te digo aquí que nuestros hijos y yo hemos tomado el desafío de cumplir la tarea que has dejado inconclusa.
Lo que me da más rabia en este instante es el vacío que me dejas, compañero de tantas ideas, porque te llevas la mitad de mí.
My one and only brother, my life partner, for all you have done, you can rest in peace.
Farewell, dear Albert.