viernes, 14 de febrero de 2014

Perdón.


Un día vinieron unos extranjeros y te vieron indefenso en tu simple dignidad, y sin entenderte, sin darse cuenta que eras un ser lleno de emociones, de historias ancestrales construidas en el frío de los canales australes de Chile, simplemente te violentaron. Y te convirtieron en fiera enjaulada para que te exhibieran en la exposición de París de 1889 (centenario de la declaración universal de los derechos del hombre), y en Hamburgo, en Zúrich, en Londres y en las principales capitales del mundo desarrollado, ante un público que pagaba grandes precios por una entrada para verte.

Como las teorías de Darwin estaban de moda, te iban a ver para comprobarlo, y te miraban como fiera salvaje, te medían, te observaban y tú vivías tu cautiverio a la vista de todos tras las rejas, amamantando a tus críos, haciendo tus necesidades ante todos, todos esos que pagaban día tras día para seguir observándote ydesmayándose.

Ustedes eran los salvajes y ellos los dueños de una cultura superior.
Eras el atractivo de la última locura inventada por un alemán llamado Carl Hagenbeck, los horrorosos Zoológicos Humanos, que cazaron y robaron a nuestros selk'nam, mapuche y kawésqar, para exhibirlos enjaulados en Europa. ¿A cuántos secuestraron? Y tú formabas parte de un espectáculo donde te mezclaban con ilusionistas y saltimbanquis, y donde tú eras el caníbal, el antropófago, mientras te arrojaban trozos de carne de caballo para que las visitas pudieran mirarte horrorizadas.

Maitre junto a sus "salvajes"
Nunca seremos perdonados, como habitantes de esta tierra, por no haberte defendido. 
Y cuando el miserable Maitre te llevó a Londres, fue una sociedad misionera inglesa la que sí lo hizo, y demandó el apoyo de nuestras autoridades para terminar con tanta brutalidad y abuso. 
Pero nuestras autoridades nada hicieron. Y nuestros habitantes del extremo austral fueron muriendo en tan humillante como indigno cautiverio.

El año 2010 regresaron los restos de cinco kawésqar conservados en el Departamento de Antropología de la Universidad de Zúrich, siendo sepultados con sus ritos ancestrales en la isla de Karukinká en Tierra del Fuego, en la misma zona donde fueron cazados por la locura de esos días.

Por eso pido perdón, por no haberte defenido antes ni ahora, porque el olvido tiene la mala virtud de matar los dolores. 
Solo espero que algún día seamos uno solo, y recién entonces entenderemos lo que es el respeto por el otro. Quizás solo entonces tus hijos nos perdonarán.


El dogma de la Inmaculada Concepción de María



El 8 de diciembre de 1854 el papa Pío IX promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción de María  en su epístola apostólica Ineffabilis Deus. En este documento, el papa que había asumido hacía 8 años el pontificado de su predecesor Gregorio XVI (16 de junio de 1846) establecía el dogma de la Inmaculada Concepción, es decir, que la Virgen María había sido engendrada sin pecado por sus padres.

John Duns Scotto
Este dogma rompía con el pensamiento establecido por san Bernardo de Claraval, quien había rechazado el deseo de los canónigos franceses de Lyon (siglo XII) de celebrar mediante una fiesta religiosa la llamada Inmaculada Concepción de la Virgen. Claraval sostenía entonces que habría que aplicar igual principio a los padres de la Virgen y a sus antepasados sucesivamente, y les recomendaba mejor celebrar solo el nacimiento de la Virgen María, tesis apoyada posteriormente por Pedro Lombardo, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. Uno de los pocos antecedentes que apoyaban la idea de los canónigos lioneses lo aportó Duns Scotto, un sacerdote nacido un siglo después en Duns, Escocia (1625), y quien plantea la tesis que María había sido preservada contra el pecado original en el momento mismo de su concepción.
Papa Pio IX

Será a partir de estas ideas que Pío IX dará vida a su dogma de la Inmaculada Concepción de María, que será proclamado urbi et orbi el 8 de diciembre de 1854. En Chile se va a celebrar año a año durante un mes completo, lo que conocemos como el Mes de María, entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre. Desde su aplicación en Chile, cada año, el padre Ugarte a cargo de la celebración en el Templo de la Compañía, hacía las invitaciones a la sociedad. Solo en 1863 en la invitación escribe: "Invito a usted a la última celebración del Mes de la Inmaculada Concepción..."
Mensaje premonitorio en un Santiago de Chile dividido entre clericales y anticlericales, y que el día de la celebración terminaría en la mayor tragedia de nuestra Historia, al morir en medio de un horroroso incendio sobre dos mil personas en el mismo lugar: el Templo de la Compañía de Jesús, que fue prontamente demolido hasta sus cimientos.

Queríamos entregar estos antecedentes para aportar al conocimiento de los días en que se fundó el Cuerpo de Bomberos de Santiago.

miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Tornero o Barros Arana?

En un momento de inspiración histórica visité hoy el Museo de la Casa Colorada, el Museo Histórico Nacional y el futuro Museo del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
De la Casa Colorada, que alberga la colección del Museo de Historia de Santiago, poco pude ver porque se encuentra cerrado desde el terremoto del 2010 (según me lo informaron en el mismo lugar) y las maquetas que hicimos hace algunos años se encontrarían bien envueltas y en bodega.
La calle exterior se encuentra absolutamente cerrada por la famosa historia de los nuevos adoquines que hoy comienzan a tapizar todo el centro histórico de nuestra capital. Para entrar al Museo, luego de innumerables vueltas en torno a la manzana, salté uno de esos plásticos rellenos de arena que usan como muros en las construcciones, y logré entrar, encontrándome con la ingrata sorpresa ya relatada más arriba.
Crucé por las veredas de la Plaza de Armas, porque ella misma está cerrada con murallas que impiden observar sus pastos, árboles y cementos, y entré al vetusto edificio de la decimonónica Real Audiencia, desde hace un tiempo convertida en el Museo Histórico Nacional. Para aquellos que conocieron el Museo Histórico Nacional (actual Archivo Nacional) en la década de los sesenta  y setenta, muchas de las piezas ahí guardadas (recuerdo las lanzas de la caballería chilena en la batalla de Yungay, los estandartes de todos los regimientos chilenos en la Guerra del Pacífico y de algunas banderas peruanas capturadas, y tantas otras piezas de incalculable valor como petos franceses de caballería usados por los Colorados de Daza, ahora ya no existen.
El Museo Histórico Nacional es bello, amplio, bien iluminado y diseñado en su interior, y (para variar) con varias salas cerradas al público.
Recaredo Santos Tornero
Los turistas deben pensar que hemos estado en guerra últimamente. 
Diego Barros Arana
Lo que no puedo dejar de mencionar es un detalle de la sala dedicada a la república y donde luce el retrato del gran Benjamín Vicuña Mackenna y sobre él, el retrato de ese otro gran historiador que fue don Diego Barros Arana. Me acerqué a la plaquita donde aparece el nombre del personaje y el pintor y ¡oh, sorpresa!
Decía que el personaje era don Recaredo Santos Tornero, el famoso editor español.  Dejé nota  por escrito en una boleta que andaba trayendo, que me ha servido para escribir esta nota que ahora presento a ustedes.
Como me asiste la más absoluta seguridad que el personaje en cuestión es don Diego Barros Arana y no don Recaredo Santos Tornero, adjunto ambos retratos.



martes, 11 de febrero de 2014

Las peligrosas noches de Roma.


Las noches de la antigua Roma eran sombrías, hediondas y peligrosas. Durante los tiempos republicanos las estrechas callejuelas levantadas sobre pantanos drenados escondían a ladrones y borrachos que se hacinaban en altillos, tabernas y lupanares. La pobreza y la miseria rondaban por las estrechas y oscuras callejuelas, en las que no existía luz alguna.
Las únicas antorchas que se veían, y en movimiento, correspondía a los tresviros noctunos, primitivos
vigilantes que resguardaban el orden, en la medida de lo posible, y que junto a ediles y tribunos de la plebe debían enfrentar los permanentes incendios provocados por el descuido ciudadano. 
Al darse la alarma de incendio, los tresviros eran apoyados por partidas de esclavos que debían combatir el fuego con sus escasas herramientas, principalmente baldes, picotas y escalas.
Bomberos romano
Ya sabemos que los resultados nunca fueron buenos, y conocemos el caso del edil Ruffo quien fue acusado sacar provecho político del trabajo gratuito de sus apagadores de incendio; y al otro que también recordamos es al todopoderoso Marco Licinio Craso, el mismo que derrotó a Espartaco y que se hizo inmensamente rico comprando a precio rebajado las casas ¡que se iban a quemar!
Fue por eso que al asumir Octavio como primer emperador, bajo el nombre de César Octavio Augusto, creó los cuerpos que conocemos como vigilantes o vigiles. Esto ocurría en el año 6 de nuestra era.
Pero, los pobres vigiles quedaban en medio de la tormenta. No podían ser un cuerpo paramilitar, porque los convertiría en una fuerza peligrosa, pero tampoco podían ser ciudadanos ya que el de vigilis era un trabajo indigno y por eso se prefirió a antiguos esclavos, libertos, para cumplir con las funciones requeridas, desde apagar incendios hasta detener a ladrones, borrachos e incendiarios,
Incluso se les llamaba "spartoli", algo así como los hombres de los cubos, en referencia a los que llevaban para apagar el fuego.
Emperador Cómodo
Pero, ¡cuidado!, porque muchos de los camorreros que infestaban las noches romanas podían ser personajes de alta alcurnia. Recordemos que el emperador Nerón se disfrazaba con ropas de liberto para engancharse a puño limpio con los demás delincuentes en las tabernas,; y que el emperador Cómo, hijo de Marco Aurelio, se desplazaba libremente por las tabernas para agarrase a puñetes con el primero que se le cruzara en el camino. No olvidemos que Cómodo era un apasionado del juego de los gladiadores.

Este sistema de vigiles se extendió por el Imperio desapareciendo solo cuando las invasiones de las tribus germánicas trastocaron profundamente y para siempre el universo romano. 
Pasaría mucho tiempo antes que los bomberos renacieran de sus cenizas.

August Alexandre Dumont, escultor de Napoleón y José Miguel Carrera.


Pocos deben saber que el primer monumento a don José MIguel Carrera estuvo ubicada en la Alameda de las Delicias esquina de Teatinos, en Santiago, y fue obra del escultor francés August Alexandre Dumont. 
Dumont Había nacido en París en 1801, tres años antes que Napoleón Bonaparte se proclamara Emperador de los Franceses. 

Hijo de un importante escultor de su tiempo, sus obras figuran entre las más conocidas en París, destacando la estatua a Napoleón vestido como césar, realizada en 1863, el mismo año que el incendio del Templo de la Compañía de Jesús cobrara dos mil víctimas en Santiago. 
César Napoleón


El monumento a Napoleón está instalada en lo alto de la columna de la Place Vendome. Otra de sus destacadas obras, le Génie de la Liberté, destaca sobre la columna de Julio, en la plaza de la Bastilla.

El Genio de la Libertad
Fue el presidente de la República, don Manuel Montt Torres quien, a un año de entregar el mando (1860) mandó a fundir en París una estatua para el prócer de la independencia don José Miguel Carrera. Cuentan que don Manuel José Blanco, discípulo de Dumont, fue quien le entregó un grabado del lugar donde se instalaría el monumento.
El monumento a Carrera en San Bernardo

Y el 17 de septiembre de 1864 se inauguraba la hermosa estatua de bronce en la Alameda de las Delicias y Teatinos, en Santiago.
Hoy, ese lugar lo ocupa la estatua ecuestre del general San Martín.

El autor de esta obra, el escultor August Dumont fue Miembro del Instituto de Francia desde 1838 y profesor de la Academia de Bellas Artes desde 1853 hasta su muerte en 1884.

viernes, 7 de febrero de 2014

La triste resurrección del Papa Formoso.

Pocas veces la Historia registra un acto tan macabro como lo ocurrido en Roma en el turbulento año 897, cuando las disputas por el poder en Italia entre el Imperio Carolingio, en franca descomposición, y las familia de la península, llevó a consumar  la más cruel de las parodias que registra el mundo vaticano. Y vamos a recordar parte de esa historia que apenas conocemos.

En menos de un siglo, en el periodo que va desde el año 872 al 965, la Iglesia tuvo 24 papas, de los cuales hubo 9 en tan solo 9 años, y varios de ellos terminando su pontificado gracias al veneno, el estrangulamiento o el cuchillo. 

Desde el año 866 Formoso era el obispo de Porto, cerca de la salida del río Tíber, en un periodo en que nadie era ajeno a las disputados territoriales, participando activamente los reyes, los papas, los príncipes y los ambiciosos de poder. El imperio creado por Carlomagno se dividía entre sus hijos y estallaban las guerras entre sus sucesores. El obispo Formoso es parte de esta trama histórica, y apoya a Arnulfo de Caringia, bastardo de la familia imperial como pretendiente al trono italiano. 
Pero las cosas se le complican al obispo cuando el papa Juan VIII, defensor de las pretensiones de Guido de Spoleto al trono italiano, excomulga a Formoso, quien debe buscar refugio en Lombardía.

Roma es, en esos días, un sitio poco seguro y el propio papa Juan es envenenado y rematado a martillazos, asumiendo como papa Marino I, quien restituye a Formoso en el obispado en Porto (883). Luego asumen dos nuevos papas, Adriano III (que solo alcanzó a disfrutar un año el papado), siendo su sucesor Esteban V (que había sido elegido por el colegio antes de la muerte de Adriano). En el año 891 muere Esteban V y los ojos se dirigen a Porto, donde Formoso es llevado a Roma para ser ungido papa ese mismo año.

Difícilmente podemos imaginar el mundo del fines del siglo noveno, pero se viven días de angustia. Los enfrentamientos entre Guido de Spoleto (rey de Italia) y Arnulfo de Carintia (rey de Francia y Lotaringia y que en verdad se llamaba Arnulf von Kärnten) por la corona de toda la península llevan al nuevo papa Formoso a pedir el auxilio de Arnulfo. Los hechos se precipitan y Arnulfo invade Roma, pero luego debe retornar a sus tierras ante nuevos intentos de despojarle del trono. Los partidarios de Spoleto aprovechan el instante y apresan al papa Formoso. Arnulfo regresa a Roma y Formoso es liberado, pero el odio de los partidarios de Spoleto se acumulará sin piedad contra el papa.

Bajo la protección de los carolingios, el papa Formoso va a vivir hasta los 80 años, falleciendo - según algunos autores - por envenenamiento. Le sucede Bonifacio VI, quien extrañamente vivió tan solo 15 días. Arnulfo debe regresar a sus territorios y asume el control de la ciudad el hijo de Guido, Lamberto, quien es proclamado rey y emperador por el nuevo papa Esteban VI. Y la esperada venganza de los Spoleto finalmente toma forma. Lamberto exige a Esteban juzgar por traición al fallecido papa Formoso, enterrado hacía ya seis años.
Y comienza el macabro proceso.

Formoso es desenterrado, vestido con los ornamentos papales, sentado en el sillón de San Pedro y enjuiciado por traición entre febrero y marzo del año 897.
La Historia recuerda este episodio como el Concilio del Terror.

En este juicio increíble, desarrollado en la Basílica Constantiniana, Formoso fue acusado de haber ascendido al trono en forma ilegal por lo que se obligó a todos los sacerdotes que Formoso había ordenado durante su magisterio a hacer sus votos nuevamente. Al cadáver se le cortaron los tres dedos con los cuales los papas bendicen a la multitud y luego fue arrastrado por las calles de la ciudad hasta llegar al punto donde una pira de madera lo esperaba para ser quemado. La parodia sangrienta terminó cuando el cadáver de Formoso fue lanzado a las aguas del Tíber.

Pero nadie escapaba a esta tragedia y pocos meses después, la misma multitud que se había ensañado con los resto de Formoso, atacaba al palacio papal y encerraba en prisión al papa Esteban VI donde será estrangulado el 14 de agosto de ese mismo año 897.

Y para cerrar esta historia, el nuevo papa Juan IX (que solo duró dos años, entre 898 y 900) reivindicó la figura de Formoso, devolviéndole su categoría de Papa y enterrando sus restos (encontrados por un pescador) en solemne ceremonia.

El Papa Formoso, juzgado y condenado después de muerto, había resucitado para ocupar su lugar en la Historia de la Iglesia.