sábado, 23 de noviembre de 2013

A 50 años del crimen de JFK

               
En un día como hoy una bala quitó la vida al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y daba origen a una de las leyendas más importantes del siglo veinte. John Kennedy se presentaba al mundo de ese entonces como un líder distinto, cuyas preocupaciones eran las que caracterizaban a la Guerra Fría: el muro de Berlín, Cuba, la lucha por los derechos civiles de negros y latinoamericanos en su propio país.

Fue el hombre de esa Guerra Fría, cuando la órbita soviética y la órbita norteamericana dominaban sin contrapeso sobre los países del tercer mundo. Eran días de tensión permanente, como ese año 1962 cuando éramos testigos aterrados del enfrentamiento entre las flotas de guerra de las dos potencias en la llamada crisis de los misiles en Cuba. Khruschev y Kennedy lograron solucionar la mayor crisis atómica de la Historia con una llamada telefónica.

Solo un año más tarde, en Dallas, Texas, en los estados racistas del sur, estado contrario a los derechos civiles, Lee Harvey Osvald apretó el gatillo de su fusil italiano Mannlicher-Carcano de la Segunda Guerra Mundial. A 81 metros de distancia la bala disparada terminó con la vida del presidente de 46 años.

Kennedy fue el hombre de la carrera espacial sin poder alcanzar a ver la llegada del hombre a la Luna. Pero más que nada y por sobre todo, JFK fue el aire fresco que necesitaba la política mundial. Fue una esperanza para generaciones de jóvenes del planeta, fue valiente, con una mujer hermosa que convertía a la pareja en un nuevo cuento de hadas. Los Kennedy eran la nueva época, y así fueron asesinados, primero John y después Robert, su hermano.

Por eso, a 50 años, cuando ya todo es parte de la leyenda y las emociones tremendas de ese día se dan disolviendo en el pasado, quisimos recordarlo para dejar constancia que esos rostros, esas ideas y esos sueños aún siguen vivos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Adelanto gráfico del libro 150 años.




Me han avisado desde algunas compañías que están recibiendo el libro con el que el Cuerpo de Bomberos de Santiago está celebrando su Sesquicentenario de existencia institucional. 

Como recordarán, este libro fue lanzado el pasado jueves 7 en la Feria Internacional de Libro siendo presentado por el premio Nacional de Literatura Oscar Hahn, la alcaldesa de Santiago Carolina Tohá y el secretario general del Cuerpo.

Para los que no lo tienen todavía,les adelanto algunas de las ilustraciones que aparecen en la obra.

Ojalá disfruten viéndolas, como yo disfruté dibujándolas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un mundo recuperado tres mil años después



Fue un día sábado 29 de abril cuando llegamos con mi hermano a la casa del arquitecto Julio Valdés. Alberto tendría unos 14 años y yo tres menos, y habíamos sido invitados por este señor después de haber asistido a una conferencia en la sala Le Caveau de la Librería Francesa, que quedaba en la segunda cuadra de calle Estado, en Santiago. En esa ocasión habíamos llegado luego de ver un aviso en la prensa que invitaba a una conferencia sobre las campañas de Napoleón. Al bajar al primer subterráneo de la librería quedamos deslumbrados. A los costados del salón se exhibían hermosas vitrinas iluminadas con las grandes batallas de Napoleón, reproducidas a la perfección en pequeñas figuras planas de metal, pintadas a la perfección. 

Nos quedamos pegados al vidrio que mostraba, con cientos de figuras, una escena de la noche anterior a la batalla de Austerlitz. El emperador Napoleón se veía sentado, con un pie estirado y apoyado sobre un tambor, rodeado por sus mariscales, mientras los soldados marchaban saludándolo. Era emocionante ver esa escena de 1805 recuperada en un diorama 150 años después.

Fue tal nuestra impresión que el autor del diorama, el arquitecto Julio Valdés, nos invitó a su casa para conocer su colección donde llegamos días después. Era como llegar a un templo, donde miles de figuras de distintos países y distintas épocas formaban en columnas de combate, o defendían un gran castillo medieval, o se desplegaban por una campiña perfectamente recreada.

Ese fue el inicio de nuestra relación con las maquetas. Como no teníamos los ingresos para comprar las figuras, las hacíamos con un alfiler, al que agregábamos una pequeña bola de plasticina  para hacer la cabeza, y luego el cuerpo, las piernas, los brazos, las mochilas, los morriones, los fusiles, y después pintábamos las figuras con pequeños tarros de esmalte. Y así revivimos la batalla de Waterloo, con sus cargas de caballería, el avance de las columnas y el estruendo imaginario de los cañonazos extendidos en un viejo tablero de dibujo de papá, cubierto con plasticina simulando la topografía del campo de batalla.

Hoy, los dioramas que hicimos años más tarde con mi hermano se exhiben en el Museo Histórico de la Casa Colorada, en el Museo Histórico y Militar, en el norte y en otros lugares. Ya no los hacíamos de plasticina, sino que eran figuras  a escala que se venden en lugares como la Juguetería Alemana o en los altos del Centro Apumanque. Y he seguido coleccionando y pintando figuras con mi hijo Alejandro, un experto en pinturas en miniatura, para que algún día pueda crear un Museo de la Antigüedad. Mientras tanto, seguirán acumulándose en la bodega de mi casa. Les entrego algunos ejemplos del trabajo que estamos haciendo.

Pero el placer de ver a las falanges de Alejandro el Magno enfrentando a los cientos de guerreros persas, con sus carros falcados y elefantes de guerra; o los honderos asirios, guerreros troyanos, hititas, mayas, aztecas, cruzados, sarracenos o escoceses, es una experiencia realmente única, con más de 8.000 figuras que se van pintando y guardando en pequeñas vitrinas o en cajas con una clara identificación.

Algún día, sueño, ese museo será un regalo para todos.

jueves, 14 de noviembre de 2013

lanzamiento del libro 150 años de bomberos

El jueves 7 de noviembre se realizó el lanzamiento del libro sobre el sesquicentenario de los bomberos de Santiago. Debo reconocer que estaba aterrado. El trabajo de escribir y producir un libro tiene momentos de mucha alegría y de mucha tensión. En él se confrontan detrás de las cortinas del escenario las distintas visiones y las distintas opiniones a lo que debe verse y escribirse. Porque es un trabajo de alto profesionalismo el que se quería lograr en este caso. Y nada de eso estuvo ausente en la realización de este maravilloso volumen que ahora se entrega a los bomberos en una fecha tan significativa como lo es este año 2013, ciento cincuenta años después del horroroso incendio de la compañía y de la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

El libro ya va a llegar a ustedes, de una o de otra forma, pero en estas líneas quiero destacar el trabajo de todos los que aquí participaron. Porque tal como lo señalé en la Feria Internacional de Libro, esta obra es hijo de las confianzas. Primero, la confianza entregada por el presidente de la comisión sesquicentenario del Cuerpo de Bomberos, el director honorario Próspero Bisquertt, a mi persona y a mi hermano, para echar adelante este proyecto. Y en segundo lugar, la confianza que él tuvo en aceptar ni proposición de que la editora general de este libro fuera la señora Rosario Garrido, quien a la cabeza de un grupo de especialistas en las áreas de edición, diagramación e investigación, dieron vida a esta maravilla que hoy se entrega a la ciudad.
A mi hermano Alberto, que esa misma tarde en que nos reunimos para iniciar este trabajo, guardó sus apuntes y partió al infinito.

A la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, que en hermosas como emocionantes palabras logró perfilar el servicio de estos bomberos voluntarios y su relación profunda con la comunidad. A Oscar Hahn, premio nacional de literatura 2013, quien aportó con sus poemas a valorar aún más este libro, y a Marco Antonio Cumsille, Secretario General del Cuerpo de Bomberos de Santiago, por su perfecta coordinación y aquilibrio para echar adelante este complejo trabajo.

Y a mis amigos que aportaron sus ideas, a mis hijos que me empujaron a seguir el trabajo a pesar de los pesares, y al Cuerpo de Bomberos de Santiago, una institución hermosa, a la cual me enorgullezco de pertenecer. No es de extrañar que en mi caso haya ingresado para el centenario, en 1963, y esté entregando este libro en el sesquicentenario, cincuenta años más tarde.
A todos, muchas gracias.

Un bicentenario olvidado.



En 1813 Chile se había convertido en un país intelectualmente independiente. Desde que José Miguel Carrera había asumido el gobierno un año y dos meses antes, esta lejana colonia española se había identificado con su nueva bandera, un escudo nacional y una primera constitución donde no se reconocía otras leyes que las emanadas en este país.

Era demasiada soberbia para ser permitida por el virrey Fernando de Abascal, "el Argos de los mil ojos" como se le conocía, porque todo lo observaba y todo lo vigilaba. Y así como había enfrentado los alzamientos en Alto Perú y en Quito, ahora era el turno de golpear a Chile. En enero de 1813 llegaba la primera expedición militar encabezada por el brigadier don Antonio Pareja, desembarcando en Chiloé.
Había que someter a los insurgentes encabezados por ese Carrera.

En Chiloé, Pareja recluta a las milicia y las embarca con destino a Valdivia. Ahí se le suman los regimientos de milicias y los de línea, realistas de alma y fusil. El destino ahora es Concepción, la gran plaza política y militar de Chile. Solo a fines de marzo llegaba a galope tendido la noticia a Santiago. Carrera asume como comandante en jefe de un ejército de reclutas y parte al sur.
Era una guerra civil entre chilenos patriotas y chilenos realistas.

Cómo olvidar los combates de Yerbas Buenas y San Carlos, donde los bisoños
soldados se enfrentaban por vez primera bajo la bandera de un nuevo país. Y un mes más tarde, la tricolor chilena flameaba en Talcahuano y Concepción. Y vino el sitio de Chillán, donde se había refugiado el general español, y vino la lluvia y el invierno más duro, el mismo que había derrotado en Rusia a Napoleón Bonaparte. Y el sitio de Chillán se convirtió en un fracaso. Una ciudad fortificada, con el apoyo decidido de una población totalmente realista, y con la fuerza espiritual de los sacerdotes españoles de la congregación de la propaganda fide, fueron el apoyo la salvación momentánea del general Pareja. Poco después, el general y marino fallecía en la fría ciudad de Chillán.


Pero las disensiones al interior del gobierno nacional habían abierto una brecha entre el comandante en jefe del ejército, Carrera, y el comandante de milicias O'Higgins, dre destacada actuación en el combate y sorpresa de El Roble.

En noviembre de ese victorioso y luego trágico año de 1813, José Miguel Carera
era destituido del mando por la Junta de Santiago, y caía preso de los españoles, siendo encerrado con su hermano Luis en las cárceles de Chillán.

Estos hechos ourrían hace doscientos años y era bueno recordarlo junto a ustedes.